Frente al desparpajo de Morena, el PRI teje a mano

Frente al desparpajo de Morena, el PRI teje a mano


Por lo menos derrocha optimismo. A partir de los triunfos de hombres y mujeres ligados al PRI en las elecciones de síndicos y presidentes de módulos de riego, el dirigente estatal de este partido, Jesús Valdés, ya saca cuentas alegres. Alrededor del 60 por ciento de los ganadores son de su partido, dice, y si seguimos así estaremos listos para competir en el 2021. Morena, casi en todas las sindicaturas en segundo lugar, no da apenas señales de estructura.

Es una buena nota para el PRI, aunque estructura siempre haya tenido. Perdió todo a nivel nacional, sus cuerpos directivos se pulverizaron, muchos de sus cuadros ya andan picando piedra en otro lado, la mayoría están viejos y los jóvenes no piensan que luchar por rescatar el partido sea una inversión prometedora en el corto y mediano plazo. Pero ver ganar a sus dirigentes en las sindicaturas es un aliciente que justifica el optimismo de Valdés.

El reverso de la moneda es Morena, sin duda. Ganó todo en 2018 y ha seguido acumulando positivos. Después de un periodo de transición tortuoso —sobre todo por el tema del aeropuerto, que sí, que no— se ha venido consolidando un gobierno de la mano de Andrés Manuel López Obrador, con niveles de aceptación históricos —entre el 75 y el 80 por ciento—, aumentaron los bonos morenistas en las cámaras con desprendimientos sobre todo del PRD y cada una de las iniciativas del presidente, con más o menos cambios, han salido adelante.

La gran debilidad de Morena sigue siendo que no ha logrado consolidarse en un partido sólido y depende básicamente de lo que haga o deje de hacer López Obrador. Y esto es malo para sus proyectos, malo para el sistema de partidos porque cuenta con la mayoría y un inmenso poder en los estados, malo para la democracia y, finalmente, malo para el país. Un partido con una fuerza así debiera presuponer una estructura blindada contra embestidas externas pero, sobre todo, para sus contradicciones internas.

Véase lo que está ocurriendo en Puebla, donde dos aspirantes parecen estarse enfrentando a muerte. Y es literal, a muerte. Escúchense si no lo audios de la reunión entre el senador de Morena Alejandro Armenta y una ex diputada federal panista. Qué pena de nuestra clase política, de nuestra “chafa” clase política.

Será muy difícil que el PRI se reponga del descalabro sufrido en 2018. No parece tener ánimos ni para intentarlo. Pero no es en vano lo que está haciendo este partido en Sinaloa, donde al menos tres alcaldes, de los municipios más grandes, no parecen estar construyendo para una carrera partidista de largo aliento, sino estar labrando la tierra para enterrar las aspiraciones de cientos de miles de ciudadanos que votaron por un cambio. Ni Guillermo Chapman en Ahome, ni Jesús Estrada Ferreiro, en Culiacán, tuvieron nunca el perfil de luchadores sociales por la democracia y la justicia social que, se supone, debiera caracterizar a los dirigentes de Morena. Chapman no parece ni estar en sus cabales y Estrada proviene de una de las corrientes políticas sinaloenses más nefastas de nuestra historia: el toledismo. El Químico Benítez, uno de los hombres más cercanos de López Obrador —así presumido por él—, está peleado hasta con el vecino y no parece que vaya a tener un final feliz al frente de la alcaldía. Y lo que hizo con el célebre Óscar Blancarte simplemente fue una bajeza. Sobre todo porque, desde el arranque de su administración se dejó doblegar por un viejo equipo de burócratas que saben cómo se maneja el dinero pero no la cultura. Y a pesar de que el propio alcalde había visto como se “esfumaba” dinero proveniente de actividades artísticas porque nunca iba a parar a la caja del Instituto.

Con personalidades así Morena no podrá construir un partido sólido a futuro. Peor aún, lo que atisba es un canibalismo interno por lo que se viene para el 2021, la renovación del congreso local, los 18 ayuntamientos y la gubernatura. Casi nada.

 

Bola y cadena

“Vamos a demostrar que nosotros somos diferentes”, dijo Rubén Rocha Moya una vez que les pregunté a él y a Imelda Castro durante una rueda de presa, quién de ellos dos buscaría la gubernatura. Pero no, los militantes de Morena no son diferentes. El ser humano frente al poder es el ser humano. Y el problema del poder, dicen los clásicos, no es quién lo ejerce ni cómo: el problema es el poder.

Sentido contrario
EN ALGO SE PARECEN QUIRINO ORDAZ y López Obrador, un gobernante “fifí” y el otro no: los dos están fascinados con el Ejército Mexicano. En Sinaloa el gobernador les da todo el poder desde que estaba al frente de la SEDENA Salvador Cienfuegos, su padrino de bodas, y a nivel nacional el presidente de la república cada vez les otorga más facultades, mandos y espacios. La Marina pasó a segundo plano. Aquí mandan los militares, que nadie se equivoque.

Humo negro
EL PROBLEMA DE LOS MIGRANTES CENTROAMERICANOS que pasan por México en busca del sueño americano ha desembocado en una guerra de baja intensidad entre el gobierno norteamericano y México. Hasta ahora solo ha llegado a posiciones que se hacen públicas en actos políticos, en ruedas de prensa o a través de tuits. El viernes el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump dijo que si México no detiene a los migrantes va a aplicar aranceles a los autos que se produzcan en México y que sean exportados a su país. Pero lo que es irrisorio es que dijo que multará a México con un medio billón de dólares si las drogas siguen entrando a su país proveniente del nuestro. Como si ese fuera el problema.

Columna publicada el 7 de abril de 2019 en la edición 845 del semanario Ríodoce.

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