Las buenas intenciones no son suficientes para la realización de una película. Es claro que Kuno Becker las tuvo para El día de la unión (México/2018), en su intención de hacer un homenaje a las víctimas de los sismos de 1985 y de 2017, pero su producto no logró emocionar lo suficiente en lo cinematográfico.
Poco antes de las 7:00 de la mañana del 19 de septiembre de 1985, Max (Kuno Becker) tiene que llevar a su hijo Tico (Ramiro Cid) a la escuela y, aún con la recomendación de su esposa (Aurora Papile) —de la que está separado— de que se apurara porque no iba a llegar a tiempo, se detiene en su trabajo.
Justo al iniciar su jornada, a Javier (Armando Hernández), un taxista todavía enamorado de su esposa que murió hace cuatro años, una guapa chica le solicita un viaje al hotel Regis.
Con Max a punto de meterse a un elevador para ir al estacionamiento donde dejó a su hijo y Javier muy cerca del hotel, a las 7:19 comienza un fuerte sismo que lo derrumba, al igual que gran parte de la ciudad. Una vez que pasa, el taxista se une a un grupo de rescatistas, de entre quienes Max lo elije para exigirle que lo ayude a sacar a Tico de entre los escombros, a pesar del peligro que eso implica.
Con todo y su amplia carrera que incluye televisión, cine, teatro y doblaje, Becker no se distingue por excelente actor. Como director no es la primera vez que hace una cinta, su opera prima es Pánico 5 bravo (2013). Tanto en esa como en El día de la unión, el encargado de la voz en español de Rayo McQueen en Cars actúa, dirige, escribe, produce, edita, y en la última, además, supervisa la música. No dudo de su capacidad y habilidades, pero en ocasiones es conveniente delegar a quien tenga mayor experiencia, para que el resultado sea mejor.
En la que nos ocupa ahora, se trata de una cinta que inicia muy bien; luego se pierde y jamás encuentra rumbo. La primera parte es precisa en la ambientación de los ochenta: el vestuario, los peinados, el decorado de las casas, oficinas, los choches y la inclusión de imágenes reales. Los efectos especiales, muy bien logrados, son impactantes y creíbles, aunque luego de que termina el temblor, también acaba el encanto y la película se vuelve demasiado predecible.
Uno de los problemas del filme es de lo que se vale para rescatar a un uno de los personajes. Es inverosímil que Max y Javier entren hasta las entrañas de un edificio derrumbado y salgan tan fácilmente, como si se tratara de una alcantarilla. No es posible que Max y Tico se despidan de la forma en la que lo hacen, cuando están a punto de no verse jamás. Es el momento climático, importante, por lo que debió haber sido el más dramático. En ese sentido, es superior 7:19 La hora del temblor (2016).
Se supone que El día de la unión es un homenaje a las víctimas del 1985 y del 2017, pero la cinta se enfoca a lo que sucedió hace 33 años y deja de lado lo que pasó hace uno. Hubiera sido más interesante y acorde con el título centrar la historia en los rescatistas que se organizaron y movilizaron al grado de que de ahí surgieron brigadas aún vigentes, como Topos.
Con actuaciones que cumplen con la tarea —sobresale Hernández, aún con su discurso heroico— y un final que raya en lo cursi, véala cuando no haya una mejor opción… bajo su propia responsabilidad, como siempre.
Artículo publicado el 30 de septiembre de 2018 en la edición 818 del semanario Ríodoce.