Hoyos negros en el plan de seguridad de AMLO

marina
FUERZAS ARMADAS. Con la venia del cambio.

Conforme pasan los días la realidad se va imponiendo en el país. Ya como presidente electo, Andrés Manuel López Obrador ha tenido que cambiar su discurso en muchos temas que durante la campaña trató de un modo para ganar votos, pero que no es posible sostener a tres meses de asumir el poder. Un manejo mediático erróneo ha convertido el caso del nuevo aeropuerto en razón de ataques desde muchos frentes que pudieron haberse evitado si, con la información técnica en sus manos, él y su equipo hubieran tomado una decisión, la que fuera —seguramente la más conveniente para el país. Los foros por la pacificación han sido otro de los temas polémicos, sobre todo porque el propio Andrés Manuel ha cruzado conceptos morales, como el perdón, con principios de Estado, como la justicia, provocando la ira y el reclamo de uno de los sectores más sensibles de la sociedad hoy en día, como son las víctimas de la violencia.

El viernes pasado, luego de reunirse con el secretario de Marina, Vidal Soberón, el presidente electo salió a decir que tanto la Marina como el Ejército seguirían en las calles para luchar contra la delincuencia, porque la Policía Federal no está preparada para esta tarea, incluso, que no tiene ni cuarteles.

Así, Andrés Manuel va de un extremo al otro, de aquel “abrazos, no balazos”, a ratificar en la práctica —“sería muy irresponsable de mi parte decir que regresan los soldados y marinos a los cuarteles”— el uso de la fuerza contra la delincuencia organizada. Y no es que sea incorrecto. Lo que creo es que el nuevo presidente de la república debe acotar esa acción de las fuerzas armadas en las calles con los derechos civiles y humanos por delante, porque si algo ha manchado su accionar es la forma criminal en que han actuado —vaya paradoja— “en aras” de combatir a los grupos delictivos. Y en Sinaloa tenemos muchos ejemplos de los dos cuerpos de armas.

Dijo Andrés Manuel en su conferencia del viernes que tanto el general Salvador Cienfuegos, secretario de la Defensa como Vidal Soberón, de Marina, le “presentaron diagnósticos y también propuestas para enfrentar el grave problema de la inseguridad…”. Y la pregunta es, si tienen esos diagnósticos ¿por qué a la fecha los índices delictivos y la tasa de homicidios sigue a la alza? Solo en julio pasado se impuso un nuevo record, cuando se cometieron 2 mil 599 homicidios según el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad y la tasa subió a 25 homicidios por cada cien mil habitantes, según el INEGI. Muy lejos de los 8.1 que teníamos en 2007, cuando Calderón empezó su “guerra”.

Ahora, ¿esos diagnósticos que le entregaron al presidente electo son correctos? Porque Felipe Calderón, desde el segundo año de su mandato dijo que habían hecho diagnósticos equivocados. Y creo que tampoco hizo los correctos Enrique Peña Nieto, porque en esta administración el problema de la violencia creció.

Y en particular, respecto a la actuación de las fuerzas armadas, hay estudios que muestran que es en las entidades donde éstas realizan operativos, donde la violencia se dispara. Y a esto hay que añadir las violaciones a los derechos humanos y las ejecuciones sumarias como la de Tlataya en 2014, o la de Tanhuato, Michoacán en 2015, ésta perpetrada por la Policía Federal y donde murieron 42 presuntos delincuentes en un “enfrentamiento”. Y puede agregarse el fusilamiento de cuatro presuntos gatilleros en un salón de fiestas de Culiacán la madrugada del 31 de enero, por elementos de la Marina… y otros casos en Tamaulipas.

Bien las medidas de austeridad de López Obrador, las que parece se van a tomar en materia de transparencia, su luna de miel con los empresarios —aunque estos nunca dan nada gratis—, pero muchas de sus políticas, que apenas está esbozando, siguen teniendo hoyos negros difíciles de entender. Será porque no hay en él ni en su equipo la suficiente claridad. O porque los intereses creados para que lo dejaran llegar a la presidencia lo están ahogando. Y como es un hombre de palabra…

Bola y cadena
PIENSO EN AYOTZINAPA Y EN EL DESTINO DE los 43 jóvenes estudiantes. En su reciente entrevista con Denise Maerker, el presidente Peña Nieto volvió a decir que los muchachos habían sido cremados “en el basurón”… cuando hay versiones sostenidas en estudios científicos que demuestran que eso no ocurrió al menos en ese lugar. Y han corrido durante años versiones en el sentido de que el ejército sabe qué pasó. Y hasta aquellas que lo involucran como parte de los que urdieron que los jóvenes fueran desaparecidos para siempre. Y si es así entonces Salvador Cienfuegos tiene que estar enterado ¿Por qué la urgencia del gobierno federal de sembrar su “verdad histórica”? Andrés Manuel se comprometió a investigar el caso hasta dar con la verdad. Pero es otro de los temas en los que, todo indica, ya cambió de parecer.

Sentido contrario
SOLO EN UN PAÍS COMO EL NUESTRO ocurre algo como esto que nos pasa con Elba Esther Gordillo, uno de los emblemas del corrupto sindicalismo mexicano, factor de poder desde antes de ser entronizada en el SNTE por Carlos Salinas de Gortari, que llegó a Los Pinos ajustando cuentas con Carlos Jonguitud Barrios —anterior dirigente del sindicato de maestros— y con Joaquín Hernández Galicia, la Quina, del sindicato de petroleros, por la razón de que no lo apoyaron y por eso perdió la elección presidencial frente a Cuauhtémoc Cárdenas. Peña Nieto quiso hundir a la maestra como condición para sacar adelante su reforma educativa, pero ni eso le salió bien. Elba Esther no dejará de ser uno de los frutos más podridos del viejo sistema priista, que ha tenido la virtud de adaptarse a la alternancia panista y todo indica que también al cambio por la izquierda. Un dinosaurio que, cuando la sociedad por fin despierta, sigue ahí. Pinche país.

Humo negro
ALGO SE EMPIEZA A HACER bien en Culiacán cuando, después de las lluvias torrenciales del miércoles, no hubo desastres qué lamentar.

Columna publicada el 26 de agosto de 2018 en la edición 813 del semanario Ríodoce.

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