La victoria de la sociedad

 

El día “D”, el 1 de Julio de 2018, es el día en que el pueblo de México decidió realizar la más grande gesta democrática que tenga registrada la historia de nuestro país. Quisiera saber lo que sucedió aquella noche en muchos de los hogares de nuestro suelo patrio, para narrar con más veracidad lo que antecedió a aquella decisión, pero eso es imposible.

He de conformarme con narrar lo que pasó cuando me reuní con tres amigos aquel sábado por la noche. Acostumbramos jugar dominó, siempre acompañados por unas chelas y botanas. Esta vez, la cosa fue distinta. Para empezar, las chelas no estuvieron presentes, el objetivo lo ameritaba, era necesario estar sobrios para decidir qué hacer, y lo más importante: amanecer en condiciones para dar cumplimiento a una jornada de más de 16 horas para atender la contienda del voto.

El parroquiano número 4 empezó: —Compas, me consta, se está fraguando un mega—fraude, es necesario estar alertas. —¿Qué has sabido?, le preguntamos. —Están repartiendo despensas y comprando votos hasta en mil pesos. —Dime quien los compra pa’ venderles el mío, dijo el número 2 y de inmediato replicó el número 3: —De veras loco, ¿lo venderías? —¡Claro! La votación va ser tan aplastante, tanto, que esos cabrones no podrán detener el triunfo de MORENA, esta vez serán derrotados de forma indiscutible. ¿Qué no te has dado cuenta de cómo la gente está encabronada? El triunfo será arrollador: como el de un tsunami. Los tres nos quedamos mirando al número 2 y afirmó: —Mañana, hasta el sol alumbrará más. Yo, el número 1, comenté: —No estoy tan seguro porque la ambición es caraja, además, no creo que suelten así nomás el poder. No es nada más la compra de votos, ni el reparto de dadivas, también usan la intimidación, son miles los maestros que han sido reclutados, también están los empleados oficiales; forman millones. Número 2: —Pues en la mayoría de ellos también está el rencor, sé de muchos que están dispuestos a sacar las lacras del sistema, porque son ellos los más presionados, son ellos los que más cerca están del desastre. Convencido estoy amigos, de que esta vez la gente ha despertado, ya no están dispuestos a seguir soportando esta situación en la que nos han metido los malos gobernantes, esos que han provocado esta corrupción que nos tiene aprisionados; donde la anarquía, el despotismo y el abuso han sentado sus reales. Por todo eso, amigos, millones estamos dispuestos a dar la batalla, hemos de demostrar que no somos los idiotas que ellos creen que somos. Esta vez, nuestra arma más demoledora es el voto: ¡Tengamos fe, compañeros!

Eran las once de la noche cuando decidimos retirarnos, todos habíamos sido elegidos para participar en la contienda. Tomé un libro, costumbre que tengo para retomar el sueño, no pude concentrarme, pero tampoco dormir. Hice el recorrido mental de mi caminar por las colonias donde los tres días anteriores anduve repartiendo un modesto separador de libros que mi hermano Humberto había diseñado para repartirlo, acompañado de un breve discurso que intentaba convencer a la gente para que lo respaldaran con su voto. Abrumado, pero más enojado por la barbarie que vivimos, se lanzó como candidato independiente para lograr la Diputación Federal por el quinto distrito federal en Sinaloa.

En aquella actividad pude calibrar el nivel de decisión de la gente, y ciertamente, eso me hizo darle la razón a mi amigo, el número 2. Intente dormir pensando en que la votación sería muy a favor de AMLO. Aunque también deduje que mi hermano podría quedar sin alcanzar su meta. Por fin, pude dormir.

A las 6:30 horas me despertó la alarma, por mi ventana pude ver los rayos solares que en breve iluminarían el inicio de la gran gesta; a las siete y media ya estaba en mi sector. Empezaron a llegar los funcionarios de las casillas, pude darme cuenta que a las 8:20 horas ya estaban instaladas las nueve que me habían encargado para asistir a los representantes de mi hermano, con la consigna de identificarme y ponerme a las órdenes de los funcionarios. Todos ellos se portaron con amabilidad, gratamente pude comprobar que la mayoría eran jóvenes, en cinco de ellas eran mujeres Presidentas, de éstas, dos entre 19 a 21 años.

La contienda se desarrolló sin ningún incidente que reportar, todo mundo con cara de contento, como si no hubiera contendientes. Pude también comprobar que las únicas personas de edad eran representantes de la mafia, pero también ellos fueron amables hasta el final, es decir, hasta cuando se dio el cómputo final, final en el que MORENA no dejó lugar a posibles fraudes. Imaginé que aquellos viejos también se habían resuelto por el CAMBIO.

El sábado pasado me volví a reunir con mis amigos.  El parroquiano número 4 empezó la charla: — Ni con las ánforas panzonas que la mafia hizo llegar desde la sierra, les alcanzó para el fraude. Allá, como siempre, hasta los muertos votaron. El número 2: –Se los dije, compas. La votación sería ¡con—tun—den—te! Así tuvo que ser. —¡Salud! dijo el Número 3 alzando su cheve. Todos alzamos los vasos, los bebimos hasta ver el fondo. Y ahora, ¿qué sigue? pregunté yo, que soy el número 1. El número 2 contestó: —Esta victoria es más del pueblo, de la sociedad, que del mismo AMLO. Ahora es necesario organizarnos para colaborar con los buenos gobernantes, y estar alertas para echar afuera, como lo hemos hecho ahora, a los que fallen. No será fácil, pero sí posible. Hemos de hacerlo por nosotros, ¡por México!

Consideremos las palabras de William Faulkner: “El poeta tiene el privilegio de ayudar al hombre a resistir aligerándole el corazón, recordándole el coraje, el honor, la esperanza, el orgullo, la compasión, la piedad y el sacrificio que han enaltecido el pasado”.

Seguimos exigiendo ¡Justicia! ¡Justicia! ¡Justicia! por nuestro compañero y amigo Javier Valdez Cárdenas.

*Autor de la novela La agonía del caimán.

 

Artículo publicado el 15 de julio de 2018 en la edición 807 del semanario Ríodoce.

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