Votar con libertad y sin miedo, la tarea que nos toca

1 DE JULIO. El destino en manos de los ciudadanos.

Para Ismael y Andrés, mis graduados.

Las campañas llegaron a su fin. Después de los últimos cierres de esta semana, vendrá la calma en las calles pero no en los cuartos de guerra de los candidatos. Tratarán de preverse los escenarios. Hay una convicción en tres de los candidatos: van a perder la elección; eso lo tienen claro, no tienen ninguna duda y por ello estarán valorando con qué actitud y en qué momentos saldrán (si salen) ante sus seguidores y las cámaras y micrófonos, a reconocer que las tendencias no les favorecen; así con suavidad aceptada la derrota.

Dos de ellos tienen problemas mayores y son los que desde hace semanas se dan de patadas y manotazos para descarrilar al otro y hundirlo en un tercer lugar. En realidad, sus estrategias para el día D, el domingo 1 de julio, estarán encaminadas a ese propósito, no para alcanzar lo inalcanzable, según dejan prever todas las encuestas.

El miércoles pasado, durante la toma de posesión del nuevo presidente de la Concanaco, José Manuel López Campos, el presidente Enrique Peña Nieto hizo un llamado a reflexionar el voto y advirtió que el 1 de julio no se decidirá solo el rumbo que tomará el país en los próximos seis años, sino el rumbo que tomará en las próximas décadas. Tal vez tenga razón —ojalá porque estamos estancados y terriblemente jodidos en muchos aspectos—, pero nada puede preverse con certeza cuando se habla del futuro de un país. Es altamente probable que Andrés Manuel López Obrador gane la elección, pero no se sabe nada sobre lo que habrá de pasar en su administración porque él mismo se ha encargado de generar confusión sobre sus propósitos. Sabemos generalidades, sí, que dará marcha atrás a la reforma educativa, que ampliará los beneficios de la política social, que acabará con algunos privilegios de la burocracia de alto nivel, pero más allá de eso no sabemos hacia dónde encaminará al país. Y entonces es mucho más complicado anticipar que a partir del próximo gobierno se estaría configurando el país de aquí a 2040, por ejemplo.

Todos los candidatos están ofreciendo cambios; todos reconocen que los niveles de violencia son ya intolerables y que hay que ponerles un fin, aunque nadie diga cómo piensa hacerlo ni claramente con qué armas y estrategias concretas; todos coinciden en que hay que combatir la corrupción y acabar con ella, pero la mayoría de los contendientes están metidos hasta el cuello en actos que presumen su enriquecimiento ilícito, en falsificación de firmas para estar en la boleta o en omisiones criminales que permitieron millonarios desvíos de recursos federales. Pero en algo coinciden todos y es que México tiene que cambiar, que ya no es posible que siga por el mismo rumbo en el que los beneficios han sido para unos cuantos, mientras la inmensa mayoría de la población mantiene —si no es que exacerba— sus niveles de pobreza. Todos hablan de un México en paz, con desarrollo, con más empleos, con justicia, con igualdad, y lo hacen porque saben que eso es lo que la mayoría de la gente desea y porque hacia allá debe apuntar nuestro futuro gane quien gane.

Por eso hay que salir a votar. Y hacerlo con libertad, votar por el partido, por el candidato, por el amigo, por las propuestas, por el discurso, por la simpatía, por lo que le dé la gana a cada quien, pero votar con libertad, sin miedo, sin presiones, solo con el deseo de que lo que más duela se vea reflejado en la decisión de cada uno de los electores. Cruzar las boletas, depositarlas y respirar.

México, gane quien gane la presidencia, gane quien gane las cámaras, los estados, los congresos locales y los municipios, está llamado a ser mejor que lo que ha sido en todos estos lustros. Mucho le han costado al país la democracia, la transición y la alternancia, en dinero y en vidas. Y no es posible que todo esto se vaya a la basura. Las reservas materiales y morales de México son vastas y superan con creces el interés de unos cuantos. Puede iniciarse una nueva era en la vida política del país. Tal vez en esto tenga razón el presidente. Es posible que este 1 de julio no estemos votando por un sexenio, sino por un nuevo modelo de nación. Pero esto no se dará por consecuencia del voto: tiene que empezar a construirse a partir del día siguiente.

Bola y cadena
NUNCA EN LA HISTORIA DE MÉXICO habíamos tenido unas elecciones tan violentas. Muchos de los crímenes de candidatos y dirigentes, regidores, alcaldes y ex alcaldes —118 hasta el jueves—, tienen que ver con los intereses del narcotráfico en los frentes locales, pero igualmente representa un reto para el Estado en su conjunto, pues este clima de violencia se configura gracias a la impunidad que impera en el país. Algo que debe terminarse si no queremos que el narco termine por tragarse lo que queda de nuestra democracia.

Sentido contrario
SE VIENE EN SINALOA UN REACOMODO de las fuerzas políticas después del 1 de julio. Ya se está dando, de hecho, pero de manera soterrada. A nivel nacional sin duda habrán de cimbrarse las estructuras del PRI y del PAN y del tamaño de la derrota de cada cual será la desbandada que sufran. Del PRD solo hay que apuntar que asiste prácticamente a su funeral; que quedará como un partido testimonial gracias a esta alianza que hizo con el PAN, que solo le ha redituado desprestigio… más.

Humo negro
SI EL COMITÉ CIUDADANO ANTICORRUPCIÓN no es solo de papel, si se le dan facultades y recursos para vigilar, valdrá la pena que algunos de sus integrantes, de probada honradez, estén allí.

Columna publicada el 24 de junio de 2018 en la edición 804 del semanario Ríodoce.

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