Ángeles Nocturnos, una luz en la oscuridad

Reynaldo y Delia son una pareja joven. Desde hace poco más de una semana se trasladaron de la sierra de Durango a Culiacán. Su hijo, con una enfermedad infecciosa, recibe tratamiento en el Hospital Pediátrico de Sinaloa. Durante la noche no les queda más que esperar afuera, a la intemperie. Entonces, una mujer llega y les pregunta si han cenado.
Pero Delia es tímida, no quiere aceptar el alimento que le obsequian. Es una torta de jamón, nada más. Y la mujer le insiste.

Le dice que es gratis. La trata de convencer, “la noche es larga y a lo mejor te da hambre”. Finalmente Delia acepta y Reynaldo, su esposo, también. Bajan la mirada pero agradecen. Aceptan la torta.

La mujer es Judith Velázquez, esposa de Jorge Peralta y juntos desde hace cuatro años dedican su vida al altruismo. En conjunto fundaron Ángeles Nocturnos Culiacán, una asociación civil dedicada a brindar alimento a personas en situación precaria.

Y cada domingo visitan hospitales de la capital sinaloense. Ese es su oficio. Además de hospitales también brindan alimento a indigentes y a comunidades agrícolas, y facilitan jornadas médicas a través de la Asociación Civil que formaron.

Iniciaron el 17 de diciembre de 2014, cuando en el capo Berlín, ubicado en Navolato, Jorge y su familia acudieron a la localidad a festejar una posada. Ahí, piñatas, dulces, pastel y regalos salieron a relucir entre los niños del campo agrícola.

“Ese día se empezó a formar Ángeles Nocturnos Culiacán, ese día nació la idea de empezar a trabajar en los hospitales con la gente de aquí y con los indigentes”, recuerda Jorge Peralta.

Ahí, Jorge entendió que la ciudad tiene una necesidad. Gente durmiendo en las calles, en las inmediaciones de hospitales regularmente, y al ser lugares concurridos por la noche, se convierten en un sitio ideal para pasar la noche acompañados.

 

Haciendo esa obra fue como conoció a Manuel García. A sus 60 años no tiene un hogar propio y tiene que pernoctar en las afueras del Hospital Pediátrico.

Oriundo del municipio de Sinaloa, Manuel vive de empleos temporales, y con varios años en Culiacán y sin un techo y un empleo digno, la pequeña ayuda que le brinda Ángeles Nocturnos Culiacán se torna enorme.

“Yo lo conozco (a Jorge Peralta) desde hace casi un año. Siempre viene cada domingo. Pero oiga, yo quisiera me ayudaran a conseguir una casita, oiga. Con lo que gana uno no le alcanza para eso, nada más para andar aquí o allá”, dice Manuel.

Jorge Peralta le corresponde. Le dice que ya están trabajando en ello. Tiene la intención de abrir un albergue en las inmediaciones de su refaccionaria agrícola, ubicada en la colonia Francisco Villa, muy cerca del entronque de los boulevares Emiliano Zapata y Manuel Clouthier.

Pero en la refaccionaria las ventas a veces son bajas y por ello decidió pedir ayuda a más personas como él. Así conoció hace casi un año a Ana Arce, quien es representante médica de una farmacéutica y les apoya con contactos que puedan donar material médico y consultas.

Y junto con Ana Arce, Carmen Chávez, traductora profesional, se sumó a la causa. En total, Ángeles Nocturnos son 15 personas. A veces más y otras menos, la agrupación constantemente está en movimiento, y Jorge dice que lo importante es mantener la ayuda.

Cada tres meses la agrupación se organiza y realiza actividades que va desde la recreación a niños hasta jornadas médicas donde incluyen consultas gratis y medicamentos de patente sin costo alguno. Sin embargo, la tarea principal de ellos es transitar, domingo a domingo, las calles de la ciudad.

“Hay que llevarlo a gente que está en la calle o gente que está en los hospitales con sus familiares. Sé que hay mucha gente que lo hace, gente que lleva un alimento, pero nosotros lo hemos hecho de manera constante”.

Y esa noche de jueves, afuera del Hospital Pediátrico, otra familia hacía algo similar. Alrededor de las 8 de la noche, Enrique carga un termo con café. A su lado, su esposa carga una charola con pan dulce. Lo traen a familiares de niños internos en el nosocomio.

 

Cruzaron sus pasos afuera del albergue del hospital. Hicieron un trueque. Enrique explica que cada jueves acuden a realizar esa labor. Ni siquiera tienen un nombre, solamente se organizan y acuden a ayudar. Y Jorge le da las gracias. Ambos entienden que no están solos en esa labor.

En menos de 30 minutos Ángeles Nocturnos habían repartido ya más de 50 tortas. Luego, acuden al albergue del Pediátrico también sobre el boulevar Constitución. Ahí dan alojamiento a familiares de niños internos, en su mayoría, pacientes oncológicos. Y nada es casualidad. José Ángel, a sus 6 años, presume una vida llena de retos. Viene desde Guamúchil y ha sobrevivido al cáncer. Su cabecita con dos cicatrices y su mirada lo demuestran.

“Llegó pesando 25 kilogramos y en menos de un mes ha bajado a 15. Aun así es un guerrero, míralo, se le nota en sus ojos, no se va a rendir”, presume Judith. José Ángel tiene consulta el viernes 23. Dos días en el hospital y tendrá que regresar a su ciudad. Su historia es apenas una de tantas que pueden contar los Ángeles Nocturnos.

Y cada noche de domingo recorren los hospitales de Culiacán. Una torta y un refresco o un agua fresca. No pueden ofrecer más, pero como dijo Manuel García: “eso es mucho cuando uno está acostumbrado a dormir sin nada, oiga. Cada noche aquí lo pasamos y cuando los miramos sabemos que no dormiremos con la panza vacía”.

Artículo publicado el 25 de marzo de 2018 en la edición 791 del semanario Ríodoce.

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