La región salvaje

 

 

Eso que esconde la cabaña no es una alucinación, sino la parte primitiva de todos. No es algo que lastime: solo da placer. Por fortuna, nunca se va a extinguir, solo se va a perfeccionar, aunque no cualquiera lo puede conocer.

Para Verónica (Simone Bucio) es lo más hermoso en el universo que, una vez que se prueba, nada es igual y por más heridas que le causa no deja de visitarlo.

En contra de su deseo, sabe que tiene que dejar de ir, no sin antes convencer a otros a que lo experimenten, como al enfermero Fabián (Edén Villavicencio), quien no duda en acompañarla. Tampoco Alejandra (Ruth Ramos) pone objeción, mucho menos después de esa decepción que vivió con su esposo Ángel (Jesús Meza), quien no pierde la oportunidad de maltratarla ni de expresar su desacuerdo hacia los homosexuales.

Las películas de Amat Escalante no son para todos. Primero porque, si bien su trabajo ha sido reconocido y premiado en festivales como el de Cannes y Venecia, salvo Heli (2013), su cinta más promocionada y, tal vez, mayormente vista, las demás no han tenido una corrida justa por las salas de cine; segundo, el estilo del director no es del gusto común, no precisamente por los temas que aborda, sino por la manera en que lo hace.

El que no se vean sus cintas no significa que no sean buenas. Al contrario, Escalante, junto a Carlos Reygadas, Gerardo Narango, Michel Franco, Fernando Eimbcke, Jorge Michel Grau, Alonso Ruizpalacios, entre otros, es de los realizadores mexicanos más arriesgados, por las temáticas que abordan y su estilo de filmar: sus películas no pasan desapercibidas ante el espectador. De hecho, es muy seguro que, ya fuera de la sala, se las lleven en la mente por un buen tiempo, porque son de esas que mueven, sacuden, cuestionan, llevan a la reflexión y al análisis.

En La región salvaje (México/Dinamarca/Francia/Alemania/2016), filmada en Guanajuato donde Escalante pasó sus primeros años y es su sitio predilecto para trabajar — el cortometraje Amarrados (2002), Sangre (2005) y Heli, también se hicieron ahí—, el director es muy arriesgado en presentar una cinta que en manos de alguien más hubiera resultado ridícula. A diferencia de sus otros filmes, con historias más cotidianas y “realistas”, crudas —Los bastardos (2008) es otra de ellas—, ahora explora, a la vez, ciencia ficción, terror y un excelente drama, con toques eróticos, que trae a la mesa temas tan actuales como pertinentes: violencia hacia la mujer, homofobia, machismo, doble moral, represión sexual e infidelidad, principalmente.

Como es su costumbre, el director, también guionista junto a Gibrán Portela, recurrió a algunos actores poco conocidos y menos experimentados, pero que hicieron un extraordinario papel, en especial Ramos, como esa esposa sumisa que pareciera que vive en automático, que cuando “despierta” no está dispuesta a ir atrás; Bucio, como esa chica misteriosa que disfruta de los placeres que hay en la cabaña y los promueve una vez que se convence que no podrá ir más; y Villavicencio, quien tiene que jugar un doble rol en la vida, por no estar en el lugar ni con las personas adecuadas.

Con algunos momentos visuales interesantes, una narrativa fluida, la cinta es un ejemplo de ese cine que debe hacerse y promoverse más en México. Vaya a verla… bajo su propia responsabilidad, como siempre.

Artículo publicado el 4 de marzo de 2018 en la edición 788 del semanario Ríodoce.

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