Asesinato en el Expreso de Oriente

 

 

Cuando el Expreso de Oriente se dirigía de Estambul a Londres con todos los lugares ocupados —en invierno solía ir casi vacío— durante la noche se queda varado en medio de las montañas, debido a que, por una tormenta de nieve, una avalancha sacó de las vías una parte del tren.

Poco después, los pasajeros se enteran de que, durante la madrugada, alguien fue asesinado. Para Hercule Poirot (Kenneth Branagh), un famoso detective belga a quien se le reconoce como uno de los mejores, no hay dudas de que el culpable se encuentra en el transporte, por lo que se dedicará a entrevistar a cada uno de los ocupantes, para determinar quién es el homicida.

Si al principio los tripulantes se ofendieron y resistieron al cuestionamiento, luego ofrecerán a Poirot las pistas necesarias para saber lo que pasó, aunque al momento de acusar al asesino corra el riesgo de traicionar sus valores y poner en duda su reputación.

La principal virtud de Asesinato del Expreso de Oriente (Murder on the Orient Express/EU/2017), con un guion de Michael Green, basado en el texto de Agatha Christie, es la actuación de Branagh, protagonista y director de la cinta: su actitud y manera de hablar coinciden muy bien con la destreza de una persona meticulosa y obsesiva, que está pendiente hasta del mínimo detalle para observar, analizar, deducir, concluir lo que pasa, quiénes son los involucrados, cuál de ellos es el culpable y cómo resolver la situación.

Los demás personajes están muy bien estructurados y definidos, con la finalidad de distraer al espectador y se le dificulte saber quién es el responsable de quitarle la vida a uno de los pasajeros: el delincuente cínico (Johnny Depp); la fanática religiosa (Penélope Cruz); la aristócrata (Judi Dench) y su fiel mascota, acompañada siempre de su asistente (Olivia Colman), dispuesta a servirla en todo; el contador corrupto (Josh Gad) a las órdenes de quien menos lo merece; el médico (Leslie Odom Jr.) dispuesto a ayudar a los demás; el formal profesor (Willem Dafoe) que se dedica a dar conferencias; una viuda muy coqueta (Michelle Pfeiffer); un excombatiente de la guerra (Derek Jacobi); y una guapa institutriz (Daisy Ridley).

Aun con lo anterior y de que el elenco es de primera, reconocidos y premiados, es curioso que (además de Branagh), salvo Pfeiffer, los demás solo cumplan con la tarea, pero no destaquen en su interpretación. Es cierto que el personaje principal es el detective, pero cada uno pudo haberse distinguido en sus actuaciones y no lo aprovecharon.

Otra de las ventajas de la película, de la que hay otra versión cinematográfica a cargo de Sidney Lumet en 1974, es la fotografía a cargo de Haris Zambarloukos, por esas hermosas imágenes, sobre todo de las montañas nevadas, así como la dirección de arte, que retrata muy bien la época, y el vestuario, que es impecable.

La película tiene la debilidad de transcurrir en un ritmo plano: ninguno de los acontecimientos es tan impactante como para provocar un real suspenso; y llegado el final, cuando todo se descubre, pareciera que la dramática intención es la de provocar el llanto, buscar el arrepentimiento, justificar las acciones y sentir compasión, en un momento digno de la última cena. Vaya a verla… bajo su propia responsabilidad, como siempre.

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