De las ruinas y el terror, a la esperanza

 

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No pasaba el impacto del sismo del 7 de septiembre, que dejó poco más de 60 muertos en varios estados del sur-sureste del país, cuando regresaron el terror y la tragedia a Ciudad de México, nuevamente un 19 de septiembre, como aquel de 1985 que dejó miles de muertos y decenas de miles de damnificados.

El sismo de este septiembre negro ha sido una funesta réplica de aquel que marcó para siempre al país, pero sobre todo las formas de convivencia de los capitalinos. México ha cambiado en estos 32 años y lo hizo por la emergencia de una sociedad civil que se impuso ante la parálisis del gobierno, en ese momento encabezado por el presidente Miguel de la Madrid.

Ahora los ojos del país se han volcado a lo ocurrido en Ciudad de México, pero la  tragedia cobró muy caro también en Morelos, Puebla, Estado de México, Oaxaca y Guerrero.

Un hecho así, natural e impredecible, saca a flote, sin embargo, lo que somos como país, en nuestras miserias y fortalezas. Ya lo habíamos visto en el temblor del 7 de septiembre, cómo el sector más afectado fue el más pobre. Y lo mismo se repitió con el sismo del 19 de septiembre en los estados afectados, donde la furia se concentró en las clases marginadas.

Pero otra miseria que se evidenció, también imperdonable, es la indolencia de la clase política, de los partidos y las cámaras legislativas, ausentes hasta la vergüenza ajena, apáticas al dolor y la tragedia. Salvo Andrés Manuel López Obrador y Morena, que dijeron desde el primer día del sismo que donarían el 20 por ciento de los recursos que le asignaron para sus campañas de 2018 en apoyo a los damnificados, el resto de los partidos solo reaccionó cuando sintió el reclamo generalizado de la población. Y hasta el Instituto Nacional Electoral, que en un principio había dicho que lo planteado por el Peje era contrario a la Ley, luego empezó a buscar la forma en que esto se aplicara a todos los partidos.

A la vuelta de dos días, ante la presión social, casi todo el resto de los partidos había planteado alguna variante de la misma propuesta, lo que significa que pueden trabajar y hacer sus campañas con menos recursos. Así, es importante que llegue a los damnificados de los sismos la mayor ayuda que sea posible, pero también no dejar de ir la oportunidad para que los legisladores tomen ese pájaro al vuelo y de una buena vez reduzcan el dinero que se destina a los partidos, que, en un país que se está muriendo de hambre, resulta insultante y gandalla.

México no ha logado reducir sus índices de pobreza, ni los niveles de explotación, ni de impunidad respecto a la violencia, ni de corrupción, pero los recursos destinados a los partidos —que hacen la política—, a las cámaras legislativas —que hacen las leyes y aprueban los presupuestos—, al poder judicial y a las dependencias del poder ejecutivo, aumentan cada año.

Y ya es hora de que esto empiece a cambiar y que los frutos de la riqueza que se genera en el país se distribuyan con menos injusticia. Si países como Bolivia, Chile, Uruguay… están reduciendo sus índices de pobreza y pobreza extrema, ¿por qué México no? No es casual que, al tiempo que México mantiene sus niveles de pobreza y los incremente, se ubique en uno de los primeros lugares entre los países más corruptos. ¿Hay una relación directa entre una y otra variable? Seguramente sí. Y es que, en esencia, los que hacen la política en este país se enfocan en su beneficio personal, no en el bienestar de los ciudadanos a los que formalmente representan ni en  la población que gobiernan.

Esto debe cambiar ya, es urgente. Y los primeros que debieran saberlo son los que están en el poder. No fue una casualidad que después del sismo de 1985 que devastó la vieja Ciudad de México y empoderó a la gente de a pie desde los primeros minutos del temblor, se produjo al interior del PRI un cisma que le propició la primera derrota en las elecciones presidenciales (1988) desde que el partido fue fundado, aunque ésta no haya sido reconocida.

Bola y cadena

Y SON MUCHAS LAS COSAS QUE TIENEN QUE CAMBIARSE. ¿Por qué en un país con tanta marginación y pobreza, con tanta explotación, se siguen manteniendo los privilegios para la clase empresarial? ¿Por qué no se castiga la evasión fiscal de las grandes empresas, las de Carlos Slim, las televisoras, los grupos mineros, de telecomunicaciones, Cemex, Modelo, Coca Cola, Bimbo, ICA, Wal-Mart…? ¿Se hace algo para que estas empresas —algunas de ellas trasnacionales— mejoren las condiciones de trabajo de sus empleados? ¿Se tiene idea de la explotación que sufren y a las humillaciones a que son sometidos?

Sentido contrario

El Ejército y la Marina han estado en labores de rescate como lo hacen desde hace muchos años en este tipo de desastres, pero la Marina con “errores” brutales de información que expusieron al gobierno federal en su dimensión supina, al despertar expectativas falsas con personajes inventados en sus narices sin que pudieran evitarlo, provocando la irritación de millones de mexicanos ante el engaño al que contribuyeron las grandes medios —replicados por medianos y pequeños— en una vorágine de mentiras que luego se desplomaron como los mismo edificios en los que removían restos buscando víctimas.

Humo negro

Y ASÍ COMO HACE 32 AÑOS EMERGIÓ DE LOS escombros una sociedad hambrienta de dar la mano para ayudar al necesitado, ahora han sido particularmente los jóvenes quienes han estado materializando la solidaridad, la creatividad, el esfuerzo incansable, como pidiendo a gritos, solo con su actitud, otro país.

 

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