Punto de nostalgia: De las andanzas oníricas del Morrín

 
Morrín en la obregón
 
Allá, en lo profundo de mi dormitar, escuché cinco campanadas, somnoliento abrí un ojo. El velador de una retroexcavadora que está en la zanja de la avenida Obregón, todavía estaba enroscado en su cobija, la temperatura ambientecalaba los huesos, en mi caso, al armazón de varillas que de repente escucho crujir. La Obregón, que ahora muestra un sinfín de tubos y mangueras, como si estuviera en terapia intensiva, está desolada. El silencio impone, escudriño el panorama, las luces de los arbotantes y de algunos negocios, me permiten ver hasta el puente Hidalgo, esto es hacia el norte, y hacia el sur, hasta un poco más allá del bulevar Solano; todo está silencio. De repente, una desgarbada figura apareció por la calle Mariano Escobedo. Su delgadez, su indumentaria, su rostro cadavérico cubierto por una larga barba, me hizo experimentar un leve calosfrío. Pero fue la expresión de sus ojos lo que más me inquietó; noté algo de locura en ellos. Vino directo y se paró a escasos dos metros de mi banca, ignorándome; miraba la casa blanca, luego viró y me dijo.
Que Dios y las buena voluntades os acompañen, buen mozo. Expresó con voz que asimilé cavernosa e hizo una breve reverencia. Aunque no se me crea, le respondí: Lo mismo deseo para voz, Caballero. Me dirigió una sonrisa y se acercó para quedar parado al extremo de mi banca, miró de nuevo hacia la casa blanca. Hermoso edificio éste que ocupan los varones que imponen la ley, dijo haciendo un ademán con la diestra, pidió permiso para tomar asiento; con la siniestra accedí. ¿Cuál es vuestra gracia? Preguntó mirándome curioso. Morrín. Desmesuró los ojos y sin despegarme la vista. Vuestro nombre debe ser de un origen lejano, no encuentro el sustento de su linaje. No lo tiene, es un apodo que me ha endilgado la gente del pueblo.
 
Eso quiere decir que sois una celebridad. ¡Ah! Gran honor merecen los que por sus interesantes y valientes andanzas logran destacar, y mayor mérito quien como vos, a temprana edad lo ha logrado; igual que los Niños Héroes que murieron en el Castillo de Chapultepec defendiendo el honor de vuestra patria. La voz del hombre, aunque moderada, retumbaba en las paredes de los edificios.
Este edificio, dijo mirando hacia el Ayuntamiento, guarda una interesante historia.Su edificación fue por la gracia divina que el creador puso en los corazones y la razón de hombres de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, ellos sostienen las leyes divinas de Dios. Pero somos los Caballeros andantes los que las hacemos respetar en la tierra. En esta gran fortaleza despachan ahora los que conducen los destinos de quienes habitan estas hermosas y fértiles tierras. Sus ancestros:guzmanes, mendozas y Félix,en 1531, llegaron a lo que aquí era un villorrio, y lo convirtieron en La Villa de San Miguel de Culiacán; aunque para ello debieron someter a sangre y fuego a los aborígenes comandados por el aguerrido Ayapín. Me permito hacer un breve desvío, para expresar que esta avenida que ahora miro perforada, por ser la principal de esta hermosa ciudad, debería honrársele con el nombre de aquél  valiente guerrero.
Por lo que usted expone, Caballero, me atreví, usted conoce mucho de esta ciudad. De ésta y de muchas más del mundo, desde que salí de mi reino del Toboso, de la vieja España, allá por los años de 1600, he recorrido el mundo cumpliendo el cometido de los Caballeros andantes, siempre acompañado de mi fiel escudero, quien ahora cuida de nuestros enseres, su asno y mi caballo llamado Rosinante, allá, bajo el puente negro; le informo, pequeño amigo, que nuestra misión consiste en asistir la ley y el orden, para defender a las doncellas, amparar a las viudas, socorrer a los huérfanos y los menesterosos y cuidar que se aplique la ley con justicia. Debemos ser responsables de nuestro cuerpo, consumiendo lo que nos pide, tanto para saciar el hambre como nuestros momentos de solaz esparcimiento, respetando siempre los derechos ajenos.
 
 
Aquí entre nos, todo lo dicho por aquel extraño, me pareció exagerado, y empecé a sospechar que estaba loco de remate.Por lo que cuenta, amable Caballero, usted seguro recuerda que aquellos sus ancestros, fueron despiadados con nuestros aborígenes, los mancillaron y les robaron lo que pudieron. Tenéis razón en vuestro reclamo, joven y valiente mancebo, mas, debemos considerar que el objetivo principal era civilizar, mediante la imposición de la religión, aquello requirió de un gran sacrificio. Perdón Caballero, pero debo insistir, desde entonces, nosotros ponemos los muertos y gran parte de nuestros bienes. Eso no es justo. De nuevo, joven amigo, tenéis razón, sin embargo, alégrate. Mi visita a esta vuestra tierra ahora obedece precisamente a que en mis alforjas, dijo señalando un morral lleno de papeles arrugados y viejos, guardo el plan que dará un viraje importante a vuestra nación.
Acaso, Caballero andante, ¿vendrán de tu reino jueces y magistrados a imponer la legalización de las drogas? No, joven amigo. Ya dije antes que para eso no necesitamos permiso, cada quien se mete lo que guste. En ese instante metió su huesuda mano al morral y sacó un macuche de tres amarres, y le dio fuego con un fosforo que rasgó en su peto de acero. No jovencito, dijo luego de dar profusa fumada dejando escapar el humo por nariz, boca y orejas, lo que aquí guardo es la propuesta para que el secretario de Gobernación, que se distingue por su apelativo Chong, continúe lo que ya empezamos allá en la Madre Patria. Perdón Caballero, no sé a qué se refiere.  Me explico: de la lista de maleantes que la sociedad mexicana tiene enlistados, y que deben ser aprehendidos para aplicarles la ley, ya aprehendimos al primero, un pelafustán conocido como Humberto Moreira. Ah, ¿y usted cree, ilustre Caballero, que el mentado Chong le hará caso? De no ser así, se las verá con mi lanza. Al decir esto, sin mediar explicación, se apresuró hacia la entrada del palacio y se perdió al cruzar la puerta. Espero no se detenga en aprender a algún rufián de poca monta; urge de cuenta de Carlos Salinas de Gortari, cabeza principal del cártel de Atlacomulco, quien por cierto, ya designó al que será su nuevo comandante en Sinaloa.
leonidasalfarobedolla.com
 

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