Un plebe cabrón llamado Ríodoce

anabel y equipo buena

Recuerdo aquella tarde cuando se despedían los últimos aires fríos del invierno de 2003 y el café hacia su labor de acelerar el ritmo cardiaco de los presentes en el restaurante del Hotel San Marcos.

Estaban ahí emocionados Ismael Bojórquez, Alejandro Sicairos, Javier Valdez y, si mal no recuerdo, Andrés Villarreal, quienes comentaban el desafío periodístico que tenían por delante, en un medio donde los semanarios no duraban mucho por falta de liquidez y frecuentemente eran vistos o terminaban siendo pasquines que se distribuían en las mesas de las recepciones de las oficinas públicas.

Estos soñadores no querían nada de aquello y aun cuando el dinero era el gran problema para sostener la nueva publicación, habían tomado algunas previsiones mediante la venta de acciones que los amigos nos habíamos dado a la tarea de comprar, con el fin de garantizar su circulación durante el tiempo de maduración de la iniciativa y, sobre todo, la independencia del poder político y privado.

Y es que, no habían abandonado la libertad de Noroeste, la mayoría de ellos, para ir a entregarse a estos poderes, sino para hacer otro tipo de periodismo, más cercano a una realidad que era y es desafiante, e incluso intimidante; los vasos comunicantes entre el crimen organizado y la economía están a la vista en el número de bancos, agencias de bienes suntuarios o fortunas inexplicables; entre el crimen organizado y la política al menos hay muchas leyendas urbanas, cuando no vínculos ostensibles entre personajes visibles en la vida social; entre el crimen organizado y las rutinas sociales que han derivado en lo que algunos sociólogos han llamado narcocultura y se ha transformado en una normalidad, un modus operandi.

Todos estos ángulos Ríodoce los ha explorado con los instrumentos del periodismo: reportaje, entrevista, columna, artículo de opinión, crónica, fotografía, video y los extraordinarios monos El Ñacas y el Tacuachi.

Aportan información que la mayoría de los medios de comunicación del estado no se atreven a publicar, unos por compromisos y los otros por miedo a sufrir una agresión, que como sabemos ha costado la vida de varios periodistas y Ríodoce la sufrió cuando fue lanzada a sus oficinas una granada de fragmentación cuyo estallido se sofocó entre el pesado mobiliario de una imprenta vieja.

El profesionalismo y arrojo de los periodistas de Ríodoce, si bien ha aumentado la adrenalina en todos ellos, igualmente ha venido acompañado del apoyo de un creciente número de lectores que semana tras semana se acercan a los quioscos, tiendas de autoservicio y de conveniencia, stand de periódicos, y revistas o la adquisición de suscripciones, para tener otro ángulo de información sobre sus preocupaciones del diario acontecer sinaloense.

Así mismo, el trabajo de sus integrantes le ha merecido tanto en lo individual como en lo colectivo premios nacionales e internacionales que lo han transformado en una referencia obligada del periodismo regional.

Hoy Ríodoce llega a los 12 años y lo hace acompañado de una mujer excepcional como es Anabel Hernández, con la misma garra de quienes en el semanario no saben de temas tabúes, si eso le sirve al lector para normar criterios sobre los asuntos públicos, y viene a Culiacán, no a Mazatlán —“porque ella por seguridad no viaja por tierra y el helicóptero de Ríodoce está descompuesto”, me dice Javier Valdés con una sonrisa pícara—,  pero su voz se hizo escuchar más allá del estado con un tema tronante como es: Narcotráfico, las cuentas de Peña Nieto, donde hizo un repaso de los vínculos entre esta actividad y el mundo de la política de primer piso.

Un tema que cae en terreno fértil por la reciente detención del hermano del diputado local Oscar Valdez, que ha desatado un gran interés público, pero también grandes interrogantes sobre los nexos entre narcotráfico, política e impunidad.

Sólo, por último, un chispazo de Ismael Bojórquez que me confió hace un tiempo con el mar y una cerveza al frente. Cuando deja Noroeste para irse a la aventura del plebe:

“Yo ganaba bien, y en algún momento titubee pensando en el futuro de mis hijos gemelos que venían en camino, y me dije, chingado, pues es al revés, por ellos debo hacerlo”.

De ese barro están hechos los fundadores del semanario.

¡Felicidades!

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