Gays, campesinos, curas, obreros y estudiantes, en la marcha anti Peña

La megamarcha nacional convocada por la sociedad civil para refrendar su apoyo a los 43 estudiantes de la Escuela Normal de Ayotzinapa desaparecidos el pasado 26 de septiembre, abrió nuevas esperanzas en las organizaciones civiles y sociales preocupadas por la situación desesperante que genera la violencia y la inseguridad en todo el país.
Más de 200 colectivos de trabajadores, organismos sindicales, centrales campesinas, estudiantes, artistas, maestros, intelectuales, amas de casa, obreros y hasta clérigos, se concentraron este sábado en el monumento al Ángel de la Independencia, en la ciudad de México, para hacer público su respaldo a los padres de familia y exigir la presentación con vida los jóvenes desaparecidos.
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Los inconformes demandaron también la renuncia del presidente Enrique Peña Nieto, libertad a presos políticos, alto a la criminalización de la lucha social y la derogación de los cambios a la constitución que ponen a merced del capital extranjero los recurso naturales del país.
El recorrido previsto del Angel de la Independencia al Zócalo sufrió cambios de última hora y concluyó en el Monumento a la Revolución. Esto ocasionó que surgieran contingentes de todos lados y amplias avenidas como Balderas, Bucareli, Juárez y Puente de Alvarado, se sumaran a la gruesa columna de manifestantes que abarrotó todos los carriles y banquetas del amplio paseo de la Reforma.
A las 4 de la tarde con 11 minutos, el estruendo de los cuetes anunciaba el inicio de la marcha que conmemoró la toma simbólica de la ciudad de México hace 100 años por los ejércitos de Zapata y Villa. Obreros con cascos y overoles caquis abrían el paso con una imponente manta que rezaba “Hoy como ayer, con su ley o sin su ley, tomamos las calles de la capital”, firmada por la Nueva Central de Trabajadores.
Los seguían indígenas de Atoyuca que protestaban contra la minería a cielo abierto en sus comunidades: “Fuera mineras de nuestras tierras, la vida de nuestros hijos y familias vale más que todo el oro del mundo”.
La manta del Comité del 68 decía “Y marcharemos cuando nos dé la gana”, en respuesta a la posible aprobación de la ley para penalizar las marchas.
Cada contingente mostraba consignas que redundaban en la aparición con vida de los estudiantes normalistas, la exigencia de que renuncie el presidente Enrique Peña Nieto. Sorprendía ver a niños con cartulinas que pedían poner alto a la violencia o a madres amas de casa pidiendo a gritos renuncia del presidente.
Con el mayor orden posible, la marcha atiborró la artería más amplia y bella de la ciudad. Y de las calles adyacentes salían tumultos de personas con pancartas que se sumaban a la manifestación.
Al llegar al Monumento a la Revolución, el contingente quedó disperso porque no había espacio para albergar a aquella multitud y había manifestantes varados por todo el trayecto.
La lista de oradores en el Recinto la abrió Emiliano Navarrete, un padre de familia de los estudiantes normalistas que restregó al Estado su indiferencia, porque hasta ayer no había avances en las investigaciones y no han tenido voluntad para indagar el caso.
“El presidente anda por los pueblos y ciudades haciéndose pendejo, anunciando cosas que a la gente no le interesan”, dijo.
Uno de los estudiantes normalistas, Omar, convocó a la sociedad civil a pronunciarse todos  los que se sientan indignados y citó el mensaje de Don Ezequiel, el padre del primer estudiante identificado muerto, diciendo que más que llorar, exigirá justicia.
Dijo que no pararán en su intento por desterrar la corrupción del país. Afirmó que en el país siete de cada diez políticos le deben su carrera al crimen organizado y eso es del conocimiento público en México y el extranjero.
Bernardo Campos, otro de los paterfamilias, confesó que cuando despierta, empieza a llorar y leyó un texto donde le dice a su hijo que dondequiera que esté, le seguirá buscando a él y sus compañeros. Su intervención fue paraba con gritos de “¡Fuera Peña!”.
Ahí mismo se responsabilizó al Gobierno federal de cualquier incidente que atente contra la vida de los padres de los estudiantes desaparecidos, de los estudiantes normalistas involucrados en la lucha y los luchadores sociales que han recibido amenazas.
Se dijo que el crimen de Iguala puso al país en una encrucijada porque exhibió los horrores de la clase política y del sistema neoliberal.
“México es un tiradero de muertos por todos lados. Hay más de 400 fosas clandestinas encontradas por todo el país”, dijo Bernardo Campos, padre de familia .
María Luisa y Trini, dos luchadoras sociales de San Salvador Atenco, dieron lectura a un pronunciamiento con demandas concretas de restablecimiento del Estado de derecho, y cerraron el discurso con cierta ironía diciendo que también quieren un México sin Peña Nieto.
En la lista de oradores siguió el dirigente nacional de los barzonistas, con dirigentes seccionales de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) y del Movimiento Lésbico Gay, que pidieron frenar la homofobia.
La megamarcha colapsó la ciudad de México. En el primer cuadro, así como ejes viales y avenidas, provocando vehículos varados, largas filas de camiones de pasajeros y un operativo especial de la policía.
El Paseo de la Reforma quedó bloqueado desde la Diana Cazadora hasta Reforma Norte, en un tramo de cuatro o cinco kilómetros. Insurgentes quedó cerrada parcialmente, igual que la avenida Juarez, Bucareli y otras calles adyacentes a estas vialidades. Aquello parecía un gigantesco paseo peatonal. Las personas que se dirigían a participar en la marcha, disfrutaban caminando. Otras renegando porque no había servicio de transporte.
Los más de mil oficiales de tránsito desplazados desde la Fuente de Pemex hasta el Zócalo, para regular el tráfico vehicular, parecían fastidiados ante tanto ruido y movimiento. Alrededor de las ocho de la noche, la manifestación concluyó y el área volvió a alterarse con el ir y venir de gente que se trasladaba a los camiones para regresar a sus lugares de origen.
Contingentes de granaderos permanecieron hasta ya entrada la noche custodiando ante una eventual emergencia. La marcha transcurrió sin ningún incidente ni actos de violencia.
 

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