Crónica de una masacre en Tangamandapio, Michoacán

TARECUATO, MICHOACÁN.La tragedia invade al pueblo. Foto: Juana Martínez/Cuartoscuro.com.

La política federal de “abrazos no balazos” apapacha solo a la delincuencia organizada, acusan líderes religiosos de Michoacán

La masacre de los 11 jóvenes purépechas en el municipio de Tangamandapio, Michoacán, es apenas la punta del iceberg de lo que ocurre en ese estado, donde diversos grupos criminales pelean por el control del territorio y quienes, a la menor muestra de amenaza, peligro o confusión, jalan el gatillo, no importando si enfrente tienen a un niño o a una mujer.

Esta es la versión que exponen los habitantes de Tarecuato respecto a lo que ocurrió con los purépechas masacrados la semana pasada, pues ninguna de las víctimas era criminal ni era adicto a ningún tipo de droga. Y sin embargo, la tragedia ahí esta, ante los ojos del mundo y ante la incapacidad del gobierno por detener la ola de violencia que afecta a cada comunidad de este estado, incluyendo a los grupos indígenas.

El problema es que, ante el alto índice de impunidad, la ausencia de Estado, y la política federal de “abrazos no balazos”, las comunidades indígenas han optado por tomar las armas para defenderse de una amenaza que cada vez se empodera más y que ninguna administración de gobierno ha podido contener: los cárteles de la droga.

Una matanza irracional

La noche del 1 de noviembre, grupos de jóvenes purépechas del poblado de Tarecuato, a 15 minutos de Zamora, se preparaban para celebrar el día de muertos. Como era tradición, esperaban la oscuridad para ir a los montes a buscar panales de miel entre los árboles, los cuales debían encontrar con los ojos vendados para entonces ofrecerlos a los altares de los fallecidos del año anterior.

Ese habría sido el motivo por el cual, ese lunes alrededor de las 22 horas, los jóvenes purépechas manejaron más de dos kilómetros hasta unos predios conocidos como Los Lavaderos, y se repartieron en grupos para así atrapar el mayor número de panales.

El grupo más numeroso era el dirigido por Rodrigo G, de 36 años y por Juan Fernando C, de 31 años. Eran acompañados por Carlos Rodrigo C, Víctor Salvador M y Juan Carlos H, de 19 años, y seis adolescentes.

De acuerdo a algunos pobladores de Tarecuato entrevistados por Ríodoce, los jóvenes purépechas habrían llegado en una camioneta, y sin apagar la unidad y manteniendo las luces encendidas, se bajaron de inmediato y empezaron a cubrirse el rostro con paliacates, pues parte de la tradición es encontrar los panales con los ojos vendados.

Lo que ocurrió a continuación no logra precisarse, y los narradores solo se aventuran a conjeturar que un grupo armado que opera en la región se topó de frente con los purépechas y al verlos correr con los ojos semi vendados, como si fueran bandidos, estos pensaron que eran de un grupo rival, y entonces los acribillaron. Los 11 purépechas, incluyendo los seis menores de edad, fueron asesinados sin misericordia.

Tarecuato, 10:45pm

Los disparos no se escucharon hasta Tarecuato. Los habitantes creen que debido a la algarabía que había en el pueblo por la cercanía del día de muertos. Es una tradición purépecha esperar despiertos en su día a quienes ya han emprendido el camino hacia el otro mundo.

El señor Juan Pablo escuchó entonces un rumor: algo había pasado en el monte. Al parecer habían atacado a varios de los jóvenes que fueron a colectar panales para ofrendar la miel, pero en ese momento era sólo un rumor que crecía cada vez más con una desesperación mayor.

Juan Pablo –quien pidió que sólo se le identificara con ese nombre–, salió a la calle y de pronto miró a una de sus vecinas llorar de manera histérica, pues le acababan de anunciar que le habían matado a uno de sus hijos.
“Ya ve que las noticias malas corren rápido, y aquí la gente empezó a escuchar lo que había pasado en el monte, y fue cuando los familiares sintieron lo peor, y lo peor era la muerte”, recordó Juan Pablo.

FAMILIARES DE LAS VÍCTIMAS. Reclamo de justicia. Foto: Juana Martínez/Cuartoscuro.com.

El resto del pueblo también entró en pánico, empezando con la esposa del señor Juan Pablo, que en ese momento le recordó a su marido que su sobrino, a quien habría criado desde que era pequeño, también estaba en el grupo que había sido aniquilado.

Sólo hasta entonces el tiempo empezó a correr con una rapidez casi sobrenatural, pues aún no terminaba la confusión cuando llegó la Guardia Nacional, y la gente se dejó llevar por la tragedia justo cuando el día de muertos, la celebración que los purépechas han disfrutado durante siglos, inició sin que nadie se diera cuenta.

La muerte y el duelo

Así que el día de muertos fue un día de duelo y no de celebración en Tarecuato. Así lo recuerdan los residentes del pueblo, pues justo antes del amanecer, los cuerpos de las víctimas fueron llevados a las instalaciones del departamento de Servicios Periciales, en Zamora.

La noticia apareció en todos los diarios del país. “Masacre en Tangamandapio”. Y sólo entonces el gobernador del estado, Alfredo Ramírez Bedolla, dio la cara con una declaración que los purépechas consideraron inútil: “Los once jóvenes fueron atacados a mansalva”.

“La masacre pudo ser porque las víctimas se internaron en territorio controlado por el crimen organizado”, conjeturó el gobernador, enfureciendo más a los familiares de las víctimas, pues para ellos todo el estado está en poder del crimen organizado.

Lo habían visto en Aguililla, en Tepalcatepec, en Apatzingán, en Buenavista, y ahora que el gobernador señalara que sus hijos, sobrinos y nietos se habían internado en territorio “controlado por el crimen organizado”, la sentían como una bofetada.

Como respuesta, residentes de Tarecuato, salieron a las calles y quemaron al menos tres vehículos de empresas de alimentos para bloquear la carretera que conduce de Tarecuato a Uruapan.

“El gobernador debe hacer algo para resolver este crimen y acabar con la inseguridad que hay en el estado, porque esos niños eran buenos, trabajadores y sanos, y esas declaraciones no ayudan en nada”, dijo Verónica Magaña Solares, quien vive a menos de diez minutos de Tarecuato.

Horas después, trascendió que las víctimas eran cortadoras de aguacate y al parecer no tenían vínculos con la delincuencia organizada que, por su parte, se deslindó de la masacre.

“Nosotros no fuimos”, dijeron a Ríodoce gentes ligadas al Cártel de Jalisco Nueva Generación, que operan en Michoacán.

Según fuentes extraoficiales, el grupo de Los Viagras también negó tener algo que ver con la masacre: “fueron los contras”, sentenciaron.

Las autoridades del estado, por su parte, han dicho que coadyuvarán con el gobierno federal para atrapar a los responsables de esos homicidios.

“Ante los hechos, hemos reforzado las actividades de patrullaje, siempre en un contexto interinstitucional con fuerzas militares, de la Guardia Nacional y nosotros para inhibir las actividades delictivas en esta región”, señaló el secretario de Seguridad Pública de Michoacán, José Alfredo Ortega Reyes.

Líderes religiosos por su parte lamentaron el ambiente de desconfianza e inseguridad que impera en el estado, acusando que la política del presidente Andrés Manuel López Obrador de “abrazos no balazos”, sólo apapacha a los criminales, sin que se brinde seguridad a los ciudadanos.

“El crimen organizado no ha rebasado a las autoridades, sino que se ha hecho cómplice de ellas, y aunque el presidente diga que la podredumbre está en administraciones anteriores, la realidad es que no hay voluntad de resolver el tema de inseguridad”, observó el sacerdote Felipe Vega, quien es originario del municipio de Tangamandapio.

Las comunidades indígenas por su parte, dijeron que emplazarían a la fiscalía general del estado para que lleve justicia en cuanto a la masacre, y brinden seguridad. Y adelantaron que si no tienen una rápida justicia, el Consejo Supremo de Michoacán va a convocar a una movilización general para tomar carreteras en todo el estado.

“Y bueno, dado el alto grado de inseguridad en el estado, vamos a continuar con la conformación de las rondas comunales lideradas por grupos indígenas, y con los jueces comunales, para recuperar nuestros propios sistemas de seguridad ancestrales, para al menos estar en condiciones de defendernos, lo cual es un sistema propio de procuración de justicia”, señaló Pavel Ulianov Guzmán, Coordinador del Consejo Supremo Indígena de Michoacán.

Los jóvenes purépechas fueron sepultados un día después de la ejecución y desde entonces pelotones de soldados, grupos de la Guardia Nacional y policiales estatales, han implementado operativos para buscar a los agresores en carreteras y brechas, pero sin ningún resultado.

Artículo publicado el 07 de noviembre de 2021 en la edición 980 del semanario Ríodoce.

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