Después de más de 600 días de pandemia y más de un año sin poder festejar la tradición, culichis se volcaron a los panteones locales para recordar a quienes ya no están.
Las veladoras, los globos, las flores, las mantas, los altares. Unos a pasar la mañana o la tarde y otros de entrada por salida.
En el Panteón Civil una parte de bulevar Leyva Solano se cierra al peatón y a la vendimia. Desde cacahuates hasta alguien que limpie la tumba.
No se permitió el acceso a grupos musicales ni de bebidas alcohólicas.
Al sur de la ciudad el son que se toca es otro. Ahí la vigilancia fue selectiva. Mientras unos deudos simplemente acuden a honrar a sus muertes, otros van por el festejo completo.
La música de tambora se oye de un lado, de otro un conjunto norteño da las gracias y en la entrada los policías solamente vigilan de ojo quién entra y sale.
La Policía Municipal anunció el decomiso de charolas de cerveza sin embargo no hubo detention en el hecho.
Otros, sin festejo, igual festejan.
Como el cenotafio en CityClub en memoria a Edgar Guzmán López, asesinado en un atentado en mayo de 2008.
El sitio cambia de decoración conforme a la fecha y para el Día de Muertos se convirtió en un altar gigante.
Curiosos pasan de un lado a otro para sacar el video y la fotografía. El sitio se ha convertido en un lugar de interés.
En total son 64 panteones entre el casco urbano y comunidades y sindicaturas y en todas la gente hizo su peregrinar para regresar al festejo después de más de un año de hacerlo con la realidad acotada que significa la pandemia.