Invaden Ayuné con ruido, luces y lodo

RIBERA DEL TAMAZULA. 50 millones en motores.

La fiesta de los narcos-empresarios-narcos

Cada jueves por la noche, la ribera del río Tamazula, a la altura del poblado de Ayuné, la vega se transforma en una pasarela de leds multicolores por donde transitan razors, cuatrimotos todo terreno, camionetas lujosas doble tracción -las llamadas “buchonas”-, Jeeps Wrangler y Rubicon, música, lodo, cerveza y una algarabía brutal donde se expone la opulencia culichi en todo su esplendor.

“Cuánto dinero cree que hay aquí en todos esos vehículos”, comentó un hombre de algunos 40 años mientras de empinaba una cerveza Tecate light y quien minutos antes presumió un Razor que acababa de comprar, y por el cual aseguraba haber gastado un millón de pesos. Entonces agregó: “Ponga que haya unos 60 Razors, digamos que 500 mil cada uno: más los Rubicons, las Sierra, las cuatrimotos, de perdida aquí andan unos 50 millones de pesos”.

Aquel ambiente de música norteña, cerveza, buchanans, bromas y camaradería entre todos esos sinaloenses capaces de pagar un millón de pesos por un Razor y hasta 300 mil pesos por una Cuatrimoto, y que contrastaba enormemente con los alrededores del mercado Garmendia, o con las calles del tianguis de los Huizaches, inclusive con el templo de Malverde, mostraba la verdadera opulencia de los buchones en Culiacán; empresarios, como ellos mismos se llaman y que presumen de tener caballos de hasta un millón de pesos, y leones, tigres y otros animales exóticos que sólo se ven en las series de televisión que retratan la vida de los narcos.

“No nos diga narcos; mejor diga que somos empresarios”, aclaraba uno de los que acuden a esa zona del municipio en busca de diversión y de presunción, y quien minutos antes había asegurado ganar en promedio 50 mil dólares mensuales.

A lo lejos las buchonas, que es como se conocen a esas chicas operadas que buscan a un patrocinador, o dicho de otro modo a las cazadoras de narcos que les paguen las cirugías plásticas, sea una liposucción o corrección de nariz, botox, implante de senos y glúteos, y que además sean capaces de cumplirles sus más costosos caprichos: casa, auto, joyas y una mensualidad.

“Todas buscamos eso porque a todas nos gusta el dinero, y la que diga lo contrario está mintiendo”, dijo una chica de 24 años, y quien pidió ser sólo identificada con el nombre de Paola.

Un clown identificado como Ke Lokeron, y quien es capaz de hacer todo tipo de piruetas en una Cuatrimoto, dijo que el ambiente es sano, y que la gente simplemente va a divertirse porque no hay mucho más qué hacer en la ciudad.

“Pues viene de todo por acá, y como le digo, el ambiente es sano y la meta es divertirse sin buscar broncas ni que nadie salga lastimado”, dijo Chuy, quien es mejor conocido como Ke Lokerón en el mundo de los Razors y los llamados arrancones.

Efectivamente, el lugar parecía ser visitado por todo tipo de personas: los que tienen dinero y son capaces de comprar Razors y que destacan por sus camisetas Nike y Dolce Gabana, y los chicos de 16 y 18 años, que desde la distancia y ocultos entre las sombras, miran el ambiente apenas si sentados en sus motos Itálicas, muy lejos en poder y en calidad de la BMW, Polaris, Torino, y que a simple vista sugería la imagen del narco y el puntero.

“Mire, el nivel más bajo en un cártel es un puntero, y si hace bien su trabajo evoluciona a mandadero, después le enseñan a tirar y le dan su pistola, y ya es pistolero, luego sigue o mula o se vuelve jefe de célula, y de ahí ya crece y el empieza a mandar su propia droga, o de ahí para arriba ya es cuestión de cada quien”, explicó otro de los personajes con que se topó este reportero en la zona de los Razors.

Mientras tanto, la algarabía continuaba, y el tránsito era imparable entre piedras y lodo, y gritos y ruido de motores.

“¿A dónde vamos?”, gritaba Ke Lokerón parado en el capacete de una camioneta que había empezado a incendiarse a la orilla del río Tamazula. “A todas partes menos a la casa”, le respondían a coro la gente que tenía cerca y que apenas lo habría alcanzado a escuchar.

Una reportera alemana, quien habría ido a cubrir el ambiente y la cultura culichi, sólo pudo exclamar: “La gente de Culiacán sí que sabe divertirse: Razors, música, cerveza, ambiente, y mucha velocidad”, dijo, consciente que la fiesta podía durar toda la noche.

Esa duda quedó despejada cuando la misma buchona Paola, confirmó que los narcos y los narcojuniors, siguen la fiesta hasta mucho después del amanecer, incluso pueden durar todo un fin de semana.

“Cuando mi novio me llama, yo tengo que estar lista siempre, y ya desde ese momento yo sé que la fiesta va a durar, mínimo hasta la una o dos de la tarde del día después”.

Artículo publicado el 12 de septiembre de 2021 en la edición 972 del semanario Ríodoce.

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