Desorganizado inicio de vacunación COVID-19 en Los Mochis

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Este sábado, el gobierno federal inició la vacunación contra COVID-19 en el casco urbano de Los Mochis, en medio del caos provocado por una logística ineficiente y en donde los “siervos de la nación” se convirtieron en el azote de los adultos mayores por maltrato.

La desorganización en tres de las sedes de vacunación ciudad deportiva “Aurelio Rodríguez Ituarte”, ciudad universitaria de la Universidad Autónoma de Sinaloa y el polideportivo Centenario les ganó rechiflas, condenas, reclamos e insultos. Los “siervos de la nación” respondieron incrementando el caos, cerrando las puertas y obligando a centenares de pacientes crónicos-degenerativos a esperar bajo un sol calcinante, sin agua, sin sombra, sin sanitarios, en medio de una aglomeración asfixiante y sin ninguna clase de protección adicional como la sana distancia o el uso de cubrebocas. Fueron obligados a exponerse a contagios masivos de COVID-19 o a contraer otros virus o bacterias.

Impasibles, los organizados sólo se resguardaban tras unas rejas, mientras afuera, los adultos mayores chocaban unos contra otros, se debilitaban y hasta caían desmayados.

Doña Consuelo fue una de esas que se desvaneció en plena espera, pues a sus casi 80 años de edad, no la pudo soportar bajo el sol de la mañana.

Quienes la rodeaban la auxiliaron, porque en el sitio no había médicos, paramédicos ni ambulancia que la atendieran.

Sólo apareció una médica cuando la gente encaró a los “siervos de la nación”. Ella llegó sin nada en las manos, auscultó a la anciana y pidió se le suministrara un dulce. Luego se fue y desapareció en la muchedumbre.

Irasema Miranda criticó la desorganización y negligente atención, y la falta de una logística eficiente y la prolongada espera que se obliga a llevar a los adultos mayores. La calificó como criminal.

Ella estaba cuidando a sus padres, Manuel Miranda y Dolores Corral. Él tiene 80 años de edad, es invidente e hipertenso; ella de 71 años, sufre de parkinson, es diabética e hipertensa y ambos fueron obligados a formarse en una cola que era interminable.

Sandra Luz Carrasco, que llevaba a su madre, Manuel Lugo Pérez, una paciente hipertensa, diabética, con el corazón crecido y convaleciente de un ataque cardiaco consideró la organización como asesina de adultos mayores porque son obligados  a permanecer en un tumulto si que nadie reorganice el caos, en donde la desinformación es la constante. “Es una infamia lo que estos sujetos hacen con los ancianos”, dijo.

En ciudad universitaria, el caos fue en cuanto los servidores de la nación trataron de organizar la jornada.

Mario García, quien desde las 23:30 horas del viernes llegó a esperar turno para su suegro, Andrés Buelna que a los 72 años de edad estaba imposibilitado a esperar en la intemperie por la diabetes que padece, dijo que desde esa hora, los que esperaban hicieron una lista que fue creciendo conforme la madrugada avanzaba, evitando así los tumultos . Así es que para cuando los “siervos de la nación” llegaron, ellos ya estaban organizados. A Don Andrés le tocó el turno 14, y para las 10:30 horas, ya había pasado la espera de media hora que le recomendaron los médicos después de haber sido vacunado.

Sin embargo, el caos apareció cuando los primeros organizadores de la lista penetraron a la techumbre y quedaron en manos de muchachos novados en el manejo de muchedumbre.

En el polideportivo, la escena se repitió una y otra vez. Lo mismo en el ejido 9 de Diciembre, el campo la Arrocera y el ejido Primero de Mayo. En todos los sitios hubo coincidencias: acampar para esperar turnos, jornadas de espera de hasta 10 horas, malos tratos, desinformación, y exposición a enfermarse.

Leticia Mendoza Pelister, coordinadora delegación del sistema del Seguro Social, dijo que una vez que la Marina les entregó las ámpulas, diluyentes, jeringas y envases de desechos finales, la vacunación inició sin contratiempos.

Organizados por un equipo de enfermeras, los voluntarios de la UAS fueron ágiles y diestros.

Explicó que luego del suministro de la vacuna, el adulto debía esperar media hora para que manifieste efectos secundarios como dolor de cabeza, hipertensión, náuseas o vómitos.

Un pasante médico atendía estos casos, pero hasta el mediodía de este sábado nadie los había acusado.

Joaquín Lugo Espinoza, quien recibió la vacuna a los 89 años de edad, dijo sentirse bien, fuerte, y presto a esperar a segunda dosis en 21 días.

Mientras afuera de las techumbres, el caos provocado por los “siervos de la nación” era la constante. Malos tratos que rallan en un trato criminal indignan a los hijos de los adultos de 70 y más.

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