La desigualdad del ingreso de las mujeres sinaloenses

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En Sinaloa, el ingreso de las mujeres es menor al de los hombres; el promedio trimestral masculino es de 22 mil 719 pesos y el femenino de 14 mil 078. La explicación no está en el nivel de educación, la carrera elegida o el número de hijos que se tiene. La causa son factores culturales y de políticas públicas que dificultan la incorporación de las mujeres a las actividades económicas. La solución está en hacer cambios en la familia y en el gobierno.

El problema de fondo es que, por un lado muchas mujeres no logran realizar plenamente sus proyectos profesionales y personales y, por otro, nuestra economía no aprovecha su capacidad de generar riqueza.

El Instituto Nacional de Estadística y Geografía, INEGI, aplicó en 2018 la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares. En específico, visitaron 3 mil 309 viviendas de Sinaloa por lo que sus resultados son representativos a nivel estatal.

La ENIGH 2018 muestra que la desigualdad de ingresos entre los hombres y mujeres sinaloenses no tiene como fuente a la diferencia de estudios entre estos.

Cuando los varones poseen estudios profesionales tienen ingresos trimestrales promedios de 45 mil 306 pesos y cuando las mujeres cuentan con ese mismo nivel de estudios sus ingresos son de 26 mil 655. Algo similar sucede en el otro extremo de la educación académica de las personas. Cuando los hombres sólo poseen estudios de primaria, sus ingresos son de 11 mil 771 y cuando las mujeres cuentan con ese mismo grado escolar, sus ingresos son de 7 mil 056.

La causa de la desigualdad tampoco está en el nivel de responsabilidad que implica tener hijos y dependientes económicos.

Los hombres de Sinaloa que no tienen hijos reportan un ingreso trimestral promedio de 18 mil 148 pesos mientras que las mujeres sin hijos dan cuenta de un ingreso de 14 mil 028 pesos. Al mismo tiempo, los hombres con cuatro hijos registran un ingreso trimestral promedio de 54 mil 361 pesos mientras que las mujeres con cuatro hijos manifiestan un ingreso de 7 mil 774 pesos.

Uno de los factores que provoca la desigualdad es que la responsabilidad del cuidado de los hijos se adjudica exclusivamente a las mujeres.

Los datos lo muestran claramente. A medida que las mujeres tienen más hijos sus ingresos trimestrales promedio disminuyen. Con un hijo, los ingresos son de 18 mil 277; con dos, 16 mil 268; con tres, 14 mil 196. Está situación no sucede con los ingresos de los hombres.

Para cuidar a sus hijos, las mujeres se ven obligadas a aceptar trabajos de medio tiempo, de menor calificación o a abandonar sus emprendimientos. El resultado es que tienen menores ingresos.

La tasa de participación laboral femenina, las personas en edad de trabajar que realizan o buscan un trabajo, es de 46 por ciento y la masculina es 74 por ciento.

El otro factor que dificulta la actividad económica de las mujeres es que en México no tenemos un sistema suficiente de cuidado infantil. Muy pocas de ellas pueden dejar a sus hijos en un centro donde sean atendidos con alimentación, salud y educación adecuados. Los datos nacionales son alarmantes.

En 2015 existían en México 10.5 millones de niños menores de 5 años, 16 por ciento residía solo con uno de sus padres. Ello implica una necesidad urgente de cuidado, durante el equivalente a una jornada laboral, para un millón 700 mil niños.

En contraste, la oferta gubernamental en el 2018 fue para solo 650 mil niños.

El IMSS atendió, en números redondos, a 200 mil, el ISSSTE a 30 mil, SEDESOL a 300 mil, el DIF a 100 mil y algunos sistemas sindicales y estatales a 20 mil.

Para abatir la desigualdad de ingresos necesitamos cambiar la cultura ancestral que concibe que la mujer es la única responsable del cuidado de niños y ancianos.

Para abatir la desigualdad se debe crear un amplio sistema institucional de cuidado.

Abatir la desigualdad permitirá que muchas mujeres realicen sus proyectos de vida, de profesión o de empresas.

Abatir la desigualdad de ingresos multiplicará la riqueza estatal. Las mujeres generarán servicios y mercancías sin tener que interrumpir sus labores o dedicarse a acciones menos productivas.

Abatir la desigualdad de ingresos permitiría un futuro de familias más prósperas.

Artículo publicado el 16 de febrero de 2020 en la edición 890 del semanario Ríodoce.

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