Ese día Michelle le dijo a su madre que cuando volviera con su niña le llevara una Coca Cola. Su madre le sonrió, tomó a la niña y antes de despedirse le dijo que se haría cargo de ella, que regresaría con un biberón nuevo, para que Geovanny, su esposo, no se enojara. Dos horas y media después le hablaba una vecina para anunciarle: Michelle fue asesinada.
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El 7 de diciembre corrió la noticia: una mujer, que apenas cinco días antes había cumplido 21 años, fue asesinada en la colonia Esperanza. Fue con saña. La persona que la atacó hizo que cayera al suelo con un balazo y luego le volvió a disparar, para asegurarse que no se levantara.
La madre de Michelle estaba en una fiesta familiar. Apenas supo de la noticia y pidió que se le llevara al lugar. Tardó 10 minutos esperando que fuera una equivocación y verla con vida. Pensó que era mejor verla golpeada por su pareja, pero con el ánimo de seguir viva.
No. Ella yacía en el piso, bañada en sangre. Alrededor los vecinos y Geovanny. Luego llegó la policía, hizo un cerco con cinta amarilla para resguardar la llamada escena del crimen, pero no pudieron sacar a la señora.
Toda la familia se enteró y llegó al lugar a consolarla y a exigir que Geovanny fuera llevado a la cárcel.
La Policía de Investigación intervino, pero poco pudo hacer. El ánimo era de rabia y dolor.
“Él la mató”, aseguraban y nadie lo defendió.
“Él la mató”, lo señalaban y él tuvo que pedir que lo dejaran en paz, que sentía dolor y que antes de que llegaran, él ya había llorado porque murió en sus brazos, solo que estaba limpio porque se había ido a bañar a su casa para quitarse la sangre.
“Él la mató”, aseguraban.
La Policía de Investigación lo subió a él y a su madre a una camioneta. Se los llevaron a la comandancia en el boulevar Emiliano Zapata para interrogarlo. Ahí estuvo 12 horas, pero lo dejaron irse.
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El móvil
A la madre de Michelle le dijeron los policías que fue asesinada por presenciar un robo en un abarrote. Los hombres se habrían asegurado de que no les quedara ningún testigo.
La versión de esa tienda era distinta, ahí nadie fue a robar.
La familia de Michelle se convirtió en investigadora, se enteró primero que la versión de los investigadores era falsa y que aunque del caso nadie hablaba porque todos alrededor tenían miedo, pudo saber otra versión, una más creíble para ellos.
Geovanny y Michelle habían discutido, porque su hija había ido a una fiesta familiar. Él la amenazó y ella corrió, solo que las balas la alcanzaron.
Un hermano de Geovanny quiso evitar el asesinato, pero fue tarde, cuando llegó, éste le disparaba para asegurarse de su muerte.
Una historia violenta
Michelle se enamoró de Geovanny cuando iba en la preparatoria. Era tanta la emoción que prefirió dejar la escuela e irse a vivir con él.
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Confió en que el amor bastaría para ser feliz, pero eso cambió con el tiempo.
Fue víctima de golpes, amenazas, insultos, prohibiciones y chantajes. Vivió en condiciones precarias, apenas comía.
“Llegamos a ver cómo levantaba chupones de la basura para dárselos a la bebé”, dijo un familiar de Michelle a Ríodoce.
Vivió así por decisión de Geovanny, quien la trataba de controlar con amenazas. Ella no podía visitar ni a su familia o recibir regalos, de lo contrario, podía ser golpeada.
“Un día le tiró un celular a la pared que le había regalado su papá”, señaló.
“En una ocasión él ya se había peleado con su hermano por celos, porque no podía mirar a un hombre, porque Michelle le estaba coqueteando. Él no podía mirar que Michelle estuviera platicando con hombres, le inventaba seguido historias de que platicaba con hombres”.
No podía hablar con nadie, estaba prohibido. Sus cuentas de redes sociales fueron suspendidas de su teléfono, solo las usaba cuando iba a casa de su mamá, evitando que Geovanny se diera cuenta.
Pedir ayuda y no ser escuchada
En septiembre alzó la voz y su familia la refugió.
Una tía se acercó a ella, le pidió que dejara a Geovanny, que lo denunciara por amenazas y golpes, que pidiera una orden de protección. Así lo hizo y se quedó en casa de sus padres con su hija.
Sin embargo, Geovanny no respetó esa orden de protección e iba con ella. Incluso, se comportaba violento, aseguran los familiares de Michelle.
Uno de esos días, llegó a casa de los padres de Michelle, golpeando la puerta de una forma brusca. Llamaron a la policía, pero cuando llegó la patrulla de la Policía Municipal ya era tarde, tenía una hora y media que Geovanny se las había llevado.
La madre de Michelle pidió que las rescataran, pero la respuesta de los elementos fue que no podían hacer nada, porque solo tendrían que intervenir al momento de que se ejercía violencia.
Durante un mes la familia de Michelle pasaba por su casa para asegurarse que estaba bien, pero las cosas habían empeorado.
Una Coca arriba de un féretro y una fuga anunciada
La Policía de Investigación dejó libre a Geovanny 12 horas después de haberlo llevado a declarar. Luego, él y su familia hicieron maletas y dejaron su casa.
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Los familiares de Michelle reclamaron, pero se les dijo que esperaran.
El 9 de diciembre, en el panteón de El Ranchito, al sur de Culiacán, despedían el cuerpo de Michelle en un féretro blanco.
“Vete tranquila, te prometo que yo te cuidaré a la niña como si fueras tú”, decían sus familiares, según documentó el diario El Debate.
Sobre de la caja, su madre colocaba una Coca Cola, la que le prometió antes de despedirla.
“Se la arrancaron. Nada pudo hacer”, dijo un familiar de Michelle.
Apenas despedían a Michelle, elevaban globos de color blanco al cielo y decían a la prensa estar seguros de que Geovanny era el responsable, cuando la Fiscalía General del Estado lo confirmaba con una solicitud de orden de aprehensión.
Lo tuvieron en la comandancia y se les dijo que era él, pero lo dejaron libre, ahora, Geovanny está prófugo.
Artículo publicado el 12 de enero de 2020 en la edición 885 del semanario Ríodoce.