Perder amigos en la política

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La política activa es una buena vía para ganar y perder amigos, se pueden ganar por la comunión de valores o por luchas comunes; se pueden perder en cambio en el uso excesivo de las facultades de ley o por el mal uso de ellas.

Alguna vez le preguntaron a José Woldenberg si había hecho enemigos en el tiempo que fue presidente del IFE y la respuesta fue negativa, que él había aceptado el cargo y siempre buscando hacer amigos.

Cuando dejó el cargo nadie le escatimó reconocimiento y se habló de un antes y un después del “IFE de Woldenberg”, aun con las diferencias notorias que tenía con el consejero Jaime Cárdenas, quien pintaba su raya con la posición mayoritaria, la woldenbergiana.

Han pasado los años y la imagen de Woldenberg ha crecido por el bajo desempeño que han tenido los siguientes presidentes y el resto de los consejeros electorales.

Y esa percepción igual existe en otros responsables públicos sean electos o designados por un cargo electo.

La buena percepción de un servidor público se deriva de su trabajo no de la mercadotecnia que busca favorecer imágenes positivas y lamentablemente la fórmula se invierte con un alto costo para las finanzas públicas.

Esto tiene que ver mucho con la madurez emocional del cargo electo o designado, como también la visión de la acción institucional, y algo que no debe olvidar un político: No hacer cosas buenas que parezcan malas y, menos, mucho menos no conectarse antes de hablar.

Tenemos en Sinaloa unos políticos de nueva hornada, morenos para mayor definición, que con sus acciones inopinadas quieren demostrar que han descubierto el “agua tibia”, que son depositarios de la rectitud política y que están en todo su derecho de repartir culpas sean con amigos o “enemigos” del bando contrario.

Uno de ellos es Luis Guillermo el Químico Benítez Torres, un hombre que hasta antes de asumir el cargo de alcalde de Mazatlán se le reconocía por su bonhomía y eso le había granjeado la amistad de hombres y mujeres que votan a distintos partidos políticos.

La mesa de la Fonda El Chalío donde desayunaba un día si y otro también, era el mejor lugar para comprobarlo y cómo se puede compartir en la diferencia el pan con que llegaba el Químico a la mesa a conversar largo y tendido.

Hoy por sus responsabilidades públicas se ha distanciado, pero los que siguen yendo y son atendidos por el tremendo Chalío hacen lo que saben hacer: carrilla amistosa, reírse del otro y analizar a su manera la situación del gobierno municipal, del estado y hasta la gestión de Trump y Putin, para todos tienen y más cuando tiene que ver con los diferendos de algunos asiduos a la Fonda.

Primero fue el gobernador Quirino Ordaz a quien el Químico le exigió siendo alcalde electo que detuviera las obras del malecón porque como a muchos, no le gustaban los cambios que se habían realizado en el malecón, aquel sólo escuchó, pero siguió con la obra de embellecimiento hasta terminarla y en el momento de apertura ahí estuvo el alcalde en un acto de civilidad, pero todavía estaba el eco de aquello “no te voy a recibir la obra”.

Segundo, fue Toño Toledo hijo quien tuvo que soportar la exhibición pública de “que se robaba el agua del estadio de beisbol” y este apechugó, pero, según me dicen, sin renunciar a su derecho a defenderse en tribunales, incluso hay quienes afirman que ya ganó el caso y recuperó el pago y las multas que le fueron devueltas con la mayor discreción.

Tercero, fueron Luis Alonso Enamorado y Roberto Morfín, a quienes sin recibir un centavo para la organización de la Feliart los acusó de querer “robarse” el financiamiento que había prometido ante personajes como Paco Ignacio Taibo II y Alejandro Páez, además de los medios de comunicación.

Cuarto, es el periodista Mario Martini que acusa al alcalde y al responsable de comunicación social de enviar a fotógrafos que dirigen la lente contra él y su familia en un afán intimidatorio que desmerece al otrora “bonachón” Benítez.

Quinto, el periodista Guillermo Osuna Hi sin ser un asiduo visitante de La Fonda, porque es de la familia de Puerto Viejo, lo señalaron de ser acosador de menores, un pederasta en potencia que ronda la Escuela Municipal de Artes y Oficio.

Finalmente, está el Chalío Zamudio, quien comenta que hace unos días llegó el alcalde y le preguntó con el índice: ¿Que andas hablando mal de mí?

La respuesta de Chalío fue: Sí, como cualquier ciudadano.

En definitiva, éste y otros políticos, me parece que es la falta de madurez emocional de Woldenberg y alcanzar a entender, como dice el Chalío, que este cargo es sólo para tres años y los amigos deben, son, si se quiere, para toda la vida.

Tan sencillo.

Artículo publicado el 21 de julio de 2019 en la edición 860 del semanario Ríodoce.

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