Francisco Labastida Ochoa es el personaje clave en todo el asunto de la millonaria inversión para la Planta de Amoniaco en la Bahía de Ohuira, en Ahome, Sinaloa. El gestor, lo definieron los periodistas Francisco Cuamea y Gabriela Soto hace tres años en el periódico Noroeste. Con él están como bisagras Mario López Valdez, el promotor, y Francisco Labastida hijo, el operador.
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Labastida padre ha tenido que repetir una y mil veces que en ningún momento existió conflicto de intereses en su intervención para el proyecto y después en la implementación de la planta. Él solo fue un consultor. Lo dijo en junio de 2016 a Cuamea y Soto, días antes de publicarse una investigación periodística de un acierto envidiable en el tema y ejemplo de profundidad, y lo ha tenido que repetir a Carmen Aristegui la semana pasada defendiéndose en un debate con la diputada federal Tatiana Clouthier, que llevó el tema a escala nacional. Inicialmente Clouthier Carrillo señaló a Labastida como socio de la planta, a lo que reaccionó el gestor. Ella corrigió y solo acusó los intereses que representa en la inversión.
La planta de amoniaco en la Bahía de Ohuira es una de la más cuantiosas en el país. Está junto a los grandes proyectos de los que tanto se hablan mediáticamente, como el aeropuerto cancelado al inicio del gobierno de AMLO, o la refinería de Dos Bocas a la que dio banderazo López Obrador.
Inicialmente se anunció que arrancarían con mil millones de dólares. En agosto del año pasado se dijo que serían 5 mil mdd. Para dimensionarlo: los 5 mil mdd son el presupuesto de Sinaloa de dos años, completos. Es casi la mitad de la inversión total en la refinería de Dos Bocas, que se anunció por el orden de los 12 mil mdd. Y es una tercera parte de la inversión total que se proyectaba del Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM), incluso es exactamente la cantidad que según la SCT se llevaba invertida en los avances del NAIM al momento de su cancelación: 5 mil millones de dólares.
Una inversión de esas dimensiones implica siempre una guerra de intereses. Conflictos entre los grupos del poder empresarial y político. Afectaciones de distinta índole: ecológica, social o económica. Sucede con los yacimientos mineros, petroleros o con las presas.
Entre las muchas vertientes de lo controvertido de la inversión de la planta de fertilizantes está primero que todo, su ubicación en un humedal protegido como sitio Ramsar, como parte del sistema lagunario Santa María, Topolobampo, Ohuira. Sobre esto Labastida Ochoa contradice la afirmación, debidamente acreditada en el trabajo periodístico de Cuamea y Soto: dijo en 2016 que era una mentira y recientemente con Aristegui ya no dijo que era una mentira, sino que la zona Ramsar estuvo “mal delimitada”.
La otra gran vertiente va en relación a la serie de permisos necesarios para que la inversión avance y que estuvo obteniendo a pesar de las irregularidades que se señalaban. Y una tercera sería ¿hasta dónde los personajes impulsores del proyecto, como los Labastida, el exgobernador López Valdez y Pedro Joaquín Coldwell, Secretario de Energía de Peña, fueron beneficiados con la inversión?
Margen de error
(Enredo) Francisco Labastida Ochoa tiene una habilidad magistral para manejarse en las esferas de los grandes capitales y la cúspide política. Una mezcla invaluable en un país como México. Conoce el gobierno de cabo a rabo: no tenía ni 40 años cuando llegó a Secretario de Energía, Minas e Industria Paraestatal, cuando el Estado era dueño de casi todo, desde Telefonía hasta fábricas de bicicletas. Gobernó Sinaloa casi como un destierro. Estaría a un paso de ser Presidente de México y se repuso a una derrota que noquearía a cualquier político.
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Aun con toda esa habilidad, Labastida Ochoa va dejando cabos sueltos en el camino. Su destreza discursiva le resulta insuficiente para mantener la coherencia a lo largo del tiempo, son más de cinco años ya. Entre más defiende el tema central, la ubicación de la planta, más se enreda en el resto de las implicaciones. Una de ellas es tener que defenderse de que no es socio del proyecto. O acusar al empresario mochiteco Rodolfo Elizondo de promover los ataques al proyecto, por ser el principal importador de amoniaco. O aferrarse en la defensa de la empresa que hace la inversión, ya no solo del proyecto, sobrepasando su papel de consultor al de vocero.
Mirilla
(Dos gobiernos) El tema inicial del conflicto de interés de Labastida padre en los proyectos, tanto del gasoducto como de la planta de fertilizantes, al estar su hijo en la administración estatal y promoviendo ambos proyectos, está superado ante las implicaciones sobre la millonaria inversión.
Conflicto de interés sería el menos malo de los males. Aunque aún ese nunca se cuestionó desde dentro del gobierno. Por el contrario, si Mario López Valdez defiende el proyecto hasta convertirse en otro vocero, como Labastida, el gobierno actual de Quirino Ordaz o su Secretario de Desarrollo, Javier Lizárraga, en ningún momento han cuestionado la viabilidad del proyecto. Por el contrario.
Primera cita
(A mano alzada) El Presidente Andrés Manuel López Obrador no dio ninguna claridad al panorama tan revuelto. Es más, le imprimió mayor incertidumbre cuando quiso resolver la inversión de 5 mil millones de dólares a una encuesta a mano alzada en un evento cualquiera. Como ya sucedió en otros casos, López Obrador queda a deber en la revisión de cualquier controversia del pasado, sea legal o formal (PUNTO)
Columna publicada el 7 de julio de 2019 en la edición 858 del semanario Ríodoce.
