Vuelve, volvamos a viajar juntos, en familia, tomemos esas rutas largas por las carreteras de México, juguemos dominó un sábado por la noche, acompañado de Whiskey y una familia que te ama y extraña. Habrán pasado casi dos años y yo sigo esperando verte entrar por la puerta, despertarme de este sueño, despertar y llorar al darme cuenta que no se trata de uno más.
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Me he cobijado en los brazos de mi madre, de mis amigos crueles y las amistades de verano. Tu ausencia me ha dejado claro que la vida no es sencilla, que no habrá un libro más, que no habrá un Premio Nobel; esos sueños se han acabado. Se han terminado muchas cosas, nuestras vacaciones en familia, nuestros domingos familiares, los besos y abrazos de todos los días.
Tratamos de aprender a vivir con tu ausencia, a llorar cuantas veces sea necesario y a recordar todas las veces que fuimos felices juntos; podrás no estar más con nosotros, pero estás en cada uno de nuestros recuerdos que nos hacen valorar lo hermosa que puede ser la vida.
Ahora te toca vivir así, en mis recuerdos, es a donde te puedo llevar; aunque quisiera poder llevarte en más partes, es donde puedo y en donde más disfruto hacerlo.
Los errores ya no importan, todos nos equivocamos y rectificamos cuantas veces fue posible; es momento de perdonarnos y recordarnos por lo que nos quisimos, no habrá otra forma de darnos paz, es por eso que te pido disculpas por los las veces que me equivoqué.
Por ahora lo que nos queda es seguir de pie, exigiendo que los responsables de tu asesinato sean castigados, mientras no lo logremos seguiremos en las calles, quemando nuestra piel y las suelas de nuestros zapatos, arrastrando nuestro dolor con un solo objetivo: que esto no quede impune.
No claudicaremos, que no quede duda.
Tu hijo Fran
Artículo publicado el 12 de mayo de 2019 en la edición 850 del semanario Ríodoce.
