Cae el ‘Macaco’, la última pieza de Los Calabazas

Fuga penal video 3
LA FUGA.

José Carlos “N” el Macaco se refugió en su natal Sinaloa municipio tras su fuga, disfrazado de policía estatal del penal de Aguaruto, en Culiacán, el 22 de julio pasado.

La madrugada del 2 de septiembre, 41 días después de su fuga, yacía masacrado a balazos de grueso calibre en el acceso al poblado agrícola El Seis, distante unos 3 kilómetros de la sindicatura Estación Naranjo, zona controlada por su célula, Los Calabazas, que estaban subordinadas a Jesús González Peñuelas, lugarteniente del Cártel de Guasave que fundó Fausto Isidro Meza Flores, el Chapo Isidro, tras iniciar la decadencia de sus padrinos, los hermanos Beltrán Leyva, que se enfrascaron en un pleito de exterminio con el Cártel de Sinaloa.

Trasladan a el ´Macaco´ a una cárcel de Culiacán acusado de ser matapolicías https://bit.ly/2CLdxbu

Los cuerpos de tres civiles con los torsos desnudos y descalzos fueron encontrados alrededor de un auto Chevrolet, línea Camaro, color oscuro y placas de circulación de Sinaloa. En la escena no se requisaron armas de fuego que presumieran que la tercia andaba armada, pero sí cartuchos percutidos calibre 7.62 milímetros, que levantaron la hipótesis que fue un fusilamiento con entrega previa de las víctimas o traicionados por su propio grupo.

Los ejecutores se esfumaron

En tanto, las llamadas de emergencia entraron al sistema de comunicación del gobierno del Estado. Las primeras se recibieron al filo de las 1:30 horas del domingo 2 de septiembre, y los primeros policías en arribar fueron los asignados a la cercana sindicatura de Estación Naranjo. Pasadas las 4:30 horas, el grueso de peritos en criminalística arribó a la zona e inició el procesamiento del área del crimen.

Autoridades del penal de Aguaruto sospechaban de posible fuga desde diciembre https://bit.ly/2v5AXBZ

Al día siguiente, en el comunicado 130/2018, la Fiscalía General de Justicia del Estado de Sinaloa confirmó que se trataba de José Carlos “S”, ex presidiario evadido desde el 22 de julio (2018); de José Magdaleno “E”, originario de Guasave (El Tajito), y de César Alberto “E”, de Sonora (Nogales).

La Fiscalía General de Justicia de Sinaloa confirmó la identidad de los asesinados mediante pruebas periciales, de cotejo, dactiloscopia y testimoniales que concluyeron en la entrega de los cuerpos a los deudos, en atención a los derechos que a estos asisten.

Luego, Inocente Fermín Hernández Montealegre, secretario de Seguridad Pública del Estado confirmó en entrevista banquetera que José Carlos el Macaco fue ejecutado por su propio clan tras retornar a su poblado de origen “y hacer lo que toda su vida hizo”.
Afirmó que estaba ubicado, pero no lograron recapturarlo.

No obstante, lugareños desestimaron la supuesta persecución policial del Macaco, pues refieren no haber detectado movimientos inusuales de policías o militares posteriores al 22 de julio.

POR LA PUERTA PRINCIPAL.

Desde entonces el prófugo se convirtió en un fantasma, refieren lugareños que hablaron a condición de anonimato.

“Escuchábamos de él, que allí andaba, pero nunca lo vimos. Y si lo miramos no lo reconocimos porque no lo conocemos”, refieren jóvenes entrevistados en las calles de esta cabecera municipal.

Desmiembran a los Calabazas https://bit.ly/2x4421D

“Sí, podías ver los carros en que se mueven, pero no sabes quienes van. Muchos decían que era el Macaco, pero nadie lo conocía. Con esa gente vale más estar en la orilla. Nosotros a lo nuestro, ellos a lo suyo”, dice Jorge, un estudiante que espera un camión colorado para retornar a su casa.

“Pues por allá se mencionaba, pero nada más. Ni los vemos ni los escuchamos”, explica Nora, una trabajadora que baja de lo alto de la sierra a tomar su descanso.

Policías municipales cuestionados sobre el caso no hablan. Se quedan callados y con una risita nerviosa hacen ademanes de no querer comentar el tema.

Aquí, los adultos son más parcos que los jóvenes. Estos prefieren ignorar el tema, meterse a lo suyo. Los rancheros son más que herméticos y simulan ser mudos y sordos, y hasta ignoran a los fuereños cuando preguntan por Los Calabazas o el Macaco.

Los camioneros no son la excepción a esa moción, pues miran con cierta curiosidad a los fotógrafos fuereños. No preguntan, solo miran con el rabillo del ojo para no ser descubiertos. Y tampoco se explayan en respuestas. Sólo monosílabos salen de sus bocas.

SINALOA MUNICIPIO.

Aquí el ‘Macaco’ era un fantasma

Radamés Véliz Quiñónez, alcalde sustituto, afirmó que ninguna autoridad superior pidió colaboración policial para ubicar y atrapar a “esa persona” (el Macaco).

Incluso, reveló, no tenían idea de que estaba adentro del municipio, ocultándose de alguna persecución. “Ninguna autoridad nos dio ese aviso. Nadie acudió a nosotros en apoyo, que lo daríamos institucionalmente”.

Los efectos de su estadía no se habían notado ni en incremento de hechos de alto impacto o de alta incidencia, e incluso, la población no había suspendido sus actividades cotidianas diurnas, aunque de noche y madrugada optan por no exponerse.

Incluso en la zona en donde fueron ultimados, las labores agrícolas no se han suspendido, dijo.

Los jóvenes llevan una vida nocturna sin sobresalto, frecuentando el malecón o el cerrito, sitios de reunión fraternal.

Veliz Quiñónez aseguró que la situación fue tan normal que el municipio no suspendió una gira en Estación Naranjo, horas después de pasado el hecho.

Tampoco el gobernador Quirino Ordaz Coppel canceló la inauguración de la extensión universitaria en plena cabecera municipal, secundó.

Aquí, asegura la autoridad municipal, la tranquilidad marcha bien.

De acuerdo con archivos consultados, José Carlos “N” el Macaco, líder del clan asesino de Los Calabazas se ganó la reputación de sanguinario a sangre y plomo.

RADAMÉS VELIZ. ‘La tranquilidad marcha bien’.

Tan desalmado resultó que acabó con parte de su propia familia, además de ser “matapolicías”.

A él, el Juez Único de Salvador Alvarado lo vinculó a proceso por el homicidio con arma de fuego en perjuicio de la vida de José Gonzalo Valenzuela López, Joaquín Manuel Loya López, Martín Salmón Vizcarra y de los hermanos Arnoldo y Trinidad Salmón García. La masacre fue perpetrada el 13 marzo de 2011, a las 21: 30 horas, en la avenida Javier Mina, entre 22 de Diciembre y José María Morelos, en la ciudad de Guamúchil.

Ya bajo las órdenes de Jesús González Peñuelas, el Chuy, lugarteniente de Fausto Isidro Meza Flores, el Chapo Isidro, capo fundador del Cártel de Guasave —del Cártel de los hermanos Beltrán Leyva—, el Macaco se convirtió en pistolero de refuerzo para otras células que libraban batallas en contra de la Policía Ministerial del Estado que durante el sexenio de Mario López Valdez se le atribuía ser ala del Cártel de Sinaloa.

Por eso, el Macaco participó en la emboscada que organizó y ejecutó Juan Pablo Osuna, el Cien, la mañana del 9 de julio del 2012 en el poblado Tetamboca, El Fuerte, como represalia al combate de los “Mazatlecos”, grupo de narcomenudistas y ejecutores.

En el tiroteo murieron los policías Julio César Cabreros Ochoa, Jorge Luis López Román, Rubén Esteban López Valenzuela, Jaime Macías Millán, Francisco Javier Mendoza Félix, Jonás Urbano Sotelo López y el comandante Hildefonso Ruiz Valenzuela, y cuatro más quedaron heridos.

Los ministeriales sobrevivientes repelieron la agresión y mataron a tres gatilleros y al jefe del bando, que tuvo que descender de su camioneta blindada y artillada al desprenderse el diferencial del chasis y quedar inutilizada.

Tres meses después, el 26 de octubre, los primeros responsables de la matanza de policías eran detenidos: José Alberto “N”, José Manuel “N”, Adalberto “N”, Juan de Dios “N” y Juan Ulises “N”. Años después el Macaco les seguiría los pasos y enfrentaba los procesos penales. En eso estaba cuando se fugó, y cuando murió.

Artículo publicado el 9 de septiembre de 2018 en la edición 815 del semanario Ríodoce

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