El desfile por el 205 Aniversario de la Independencia de México se mantiene como una fiel costumbre entre los culichis
Camila tiene 8 años y con ella, su hermano Emiliano de 5, se ve también muy emocionado. “¿Los caballos salen hasta el último, verdad mami? Vamos a ver caballos, Emiliano”, dijo la niña, mientras pasaban frente a sus ojos el contingente de los Bomberos.
Con una sensación térmica de 38 grados centígrados y un cielo medianamente nublado, el desfile por el 205 Aniversario de la Independencia de México se celebró sin mayores contratiempos, reuniendo como ya es tradición a las familias culiacanenses.
“Les gusta mucho el desfile. El año pasado fue la primera vez que los trajimos y les gustó mucho”, dijo Ana María, madre de Camila y Emiliano. “Aunque hace mucho calor uno los trae, son cosas que uno no olvida cuando crece”, añadió.
Camila tendría que ver desfilar a 25 contingentes antes de ver a los caballos. Hacia calor, sí, pero ni el sudor que corría por su frente podía quitarle atención a la espera de ver a los caballos.
“Llegamos desde temprano para agarrar buen lugar, más o menos como a las 8:30 y ya había gente”, añadió Ana María.
A Emiliano no parece molestarle tanto una espera de casi una hora para que comenzará el desfile. El estruendo del tambor y el timbre de las trompetas, las sirenas y el sonido de los narradores del desfile y ruido y más ruido sólo hacían sonreír al pequeño.
Mientras tanto, Camila seguía esperando los caballos. Pasó el contingente del ejército, quienes con sus 555 elementos y 36 vehículos, uno de los más impresionantes, captó la atención de la niña, pero luego ella rápidamente volvía su vista al sur de la avenida Álvaro Obregón, allá a la Lomita, para ver si veía aunque sea de lejos a loa caballos.
Por otra parte, Emiliano sí vio con mucho asombro ese contingente. Los soldados, coordinados en sus pasos y cargando sus armas, hipnotizaban al pequeño. Luego, los vehículos. Los humvees, rinos y camiones lo emocionaron.
El desfile avanza y el calor arrecia. Los 40 grados son inminentes y entre el tumulto de gente la humedad pegó más. Los niños beben agua, se hidratan porque viene lo mejor: los caballos.
Avanzan las fuerzas policiales, con sus patrullas y motocicletas, los perros adiestrados y las bandas de guerra. Los jóvenes de instituciones militares y estudiantes de prepa y algunas universidades, pero ninguno tenía la precisión de dibujar la sonrisa en el par de niños. Los empezaba a cansar.
Luego ven a los bomberos. Camila se emociona un poco, pero pasa rápido y su vista vuelve al sur. Emiliano sonríe, y mientras ve los camiones lanza un saludo. Viendo esa imagen uno entiende por qué todos cuando niños quisimos ser bomberos.
Tenían que pasar 2 mil 700 personas para que Camila pudiera probarle a su hermano Emiliano, que lo mejor eran los caballos. El contingente de 40 charros y cabalgadores pasaría justo al final.
Camila cobró casi una hora de espera para poder ver a los caballos. “¡Mira, Emiliano, ahí vienen, ahí vienen!”
Y efectivamente. Con el anuncio del sonido local, entre alabanzas y hasta unos versos, presentó el narrador del evento al contingente de los charros de Culiacán.
“¿Ves? ¡Te dije que iban a pasar hasta el último!” Y Camila seguía emocionada, viéndolos pasar. Aplaudía, saludaba y abrazaba a su hermano menor quien volteaba al norte, buscando los camiones de bomberos.
El desfile concluye y los dos niños se ven satisfechos. En total 2 mil 736 personas participaron, repartidos en 29 contingentes, y sólo dos de ellos quedarán grabados en Camila y Emiliano… los caballos y los bomberos.