En el país, los indocumentados centroamericanos que buscan llegar a EU, se enfrentan a la violencia, extorsión de los grupos del crimen organizado
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Los cárteles mexicanos tomaron el control absoluto de la ruta de migrantes indocumentados a lo largo de México, y lo que hace unos años era un negocio controlado por “Polleros”, este año fue absorbido por grupos criminales, incluyendo personas afiliadas al Cártel de Sinaloa y al Cártel de Jalisco Nueva Generación (CJNG).
De acuerdo a testimonios de un pollero, como se les llama a los traficantes de indocumentados en México, hace poco más de un año, representantes de todos los grupos criminales por donde pasan migrantes, ya sea en tren, caminando, o quienes son movidos vía terrestre o aérea, tuvieron una reunión para discutir cuotas impuestas de migrantes y una “nueva forma de trabajar” los temas de migración.
“Nos dijeron que el negocio seguía siendo de nosotros, pero que teníamos que pagar 300 dólares por cada migrante que moviéramos; es decir, las rutas siguen siendo nuestras, pero los territorios son de ellos, y quien no accedía a este nuevo acuerdo, lo matan”, dijo el pollero, un hombre de 45 años, quien solicitó ser identificado bajo el nombre falso de Juan.
El pago por 300 dólares se lo repartirían de acuerdo a la zona por donde el migrante fuera llevado, desde Chiapas, pasando por Ciudad de México y Torreón, donde forzosamente debían detenerse para descansar, reagruparse, y esperar un nuevo aviso para continuar la jornada, hasta llegar a cualquiera de los destinos finales, que podían ser Piedras Negras, Agua Prieta, Ciudad Juárez, Nogales, Altar, San Luis Río Colorado, Mexicali o Tijuana.
“Se llega a casas de seguridad controladas por los cárteles, y ahí los migrantes son alimentados, descansan y esperan a que todo esté en orden con los agentes de migración para que continúen con su jornada”, dijo el pollero, también conocido como “coyote”, en Estados Unidos.
En general, un traficante de indocumentados cobra 7 mil dólares por llevar a un migrante desde Nicaragua o cualquier otra ciudad en Centroamérica a EU. La ruta funciona de la siguiente manera, según explicó Juan: son llevados caminando y en algunas partes en vehículos, por zonas rurales, para evitar autoridades migratorias, pero también pandillas que no sólo les pueden robar el dinero o abusar de mujeres, sino quitarles a todos los migrantes.
Una vez que llegan a México, los mueven a una casa de seguridad en Tapachula, y ahí los bañan, visten, alimentan, y toman una cartera con más de 500 credenciales del INE, dan una identificación cuya foto más se parezca al migrante, con la encomienda que debe de aprenderse de memoria su nuevo nombre, fecha de nacimiento y dirección.
“Entonces les compramos un boleto de avión para Ciudad de México, y cuando pasan el punto de revisión en el aeropuerto, sólo muestran su nueva INE, y cruzan sin contratiempo; la persona encargada de revisar la identificación también está en la nómina”, explicó.
A partir de ahí, el migrante es llevado hasta la frontera norte con México, donde se prepara para el cruce, que generalmente ocurre de noche y caminando por el desierto de Arizona durante 48 horas, y exponiéndose a picaduras de serpientes y otros animales venenosos, hasta que, quienes lo logran, son recogidos por una Vans Explorer, que los lleva a la ciudad más cercana del punto donde se encuentren, y de ahí son llevados por avión a la ciudad donde se dirijan.
“En todo ese trayecto, nos comunicamos con la familia en cada punto a donde lleguemos, para pedirles que hagan depósitos de dinero, de otro modo no entregamos al migrante; es decir, los 7 mil dólares no los pagan de una, sino que cada que llegamos a Tapachula es un pago; en el DF es otro pago, en Torreón es otro, y así van depositando hasta que completan el pago”, explicó el Pollero, entrevistado por Ríodoce en una cantina de Ciudad de México.
Pero agrega: Ha tocado que llegamos a cierto punto, y marcamos a la familia para que depositen; y el cártel hace videollamadas con el papá y muestran al migrante rodeado de pistoleros, y enfrente del papá (del otro lado de la línea), torturan al migrante y amenazan que, si no paga, matarán al muchacho, y el cabrón del padre responde: ‘pues mátalo, al cabo que tengo más hijos’, y han matado a varios, por eso desde un inicio se piden depósitos.
El lado oscuro del camino
No obstante, 7 mil dólares es mucho dinero, y no todas las familias pueden pagarlos. Y cuando no hay dinero, el único camino a EU es caminando y viajando en el tren “La Bestia”, como lo llaman los migrantes que recorren ese camino, y que viaja desde Arriaga, en Chiapas, hasta cualquiera de las fronteras de México con EU.
“Cuando sales de Venezuela te enfrentas primero con la selva, un lugar tan bonito pero tan peligroso, porque pasas por pantanos donde el agua te llega a las rodillas, y que están llenos de caimanes; luego subes precipicios llenos de rocas, donde un error pequeñito te hace caer y ya no la cuentas; pasas por una zona donde hay indios que te roban; te buscan por todas partes, y hacen que te desnudes y te meten la mano en la vagina para buscar dinero, y si les gustas te violan”, dijo una mujer venezolana que había salido tres meses antes de su país.
Además de los indios en la selva, los migrantes deben enfrentar a las pandillas centroamericanas, donde el temor es más doloroso que mal comer y el mal dormir, por eso los migrantes se comparten información sobre qué lugares evadir y en qué personas confiar.
Justo cuando los migrantes llegan a México, y piensan que la pesadilla ha terminado y que cada vez están más cerca del sueño americano, es cuando la verdadera pesadilla comienza, pues aquí no sólo son las autoridades de migración a las que tienen que evitar y temer, sino también a los cárteles.
“Yo te lo digo: es casi imposible cruzar México porque los de migración te golpean y agreden, te hostigan, y ya que logras sacarles la vuelta, los cárteles te cobran, te secuestran y le llaman a tu familia para que paguen y te suelten, te violan, de modo que al final pagas con sangre y con sudor cruzar este país”, dijo una venezolana, quien tenía tres meses caminando desde Tapachula hasta Tula, Hidalgo, donde se encontraba al momento de la entrevista.
Una brasileña de 43 años, quien sólo se identificó como Estela, dijo que ella también cruzó caminando a México, y que decidió llegar en tren desde Tuxtla hasta Tijuana, pero en el trayecto fue abusada sexualmente por miembros del crimen organizado, quienes no sólo le cobraron un derecho de piso por mil 100 pesos.
“He tenido que ser muy fuerte, pero debo decir que este país (México) es una pesadilla, pues tratas de tomar un bus (camión urbano), y los choferes al ver que no hablas español, saben que eres migrante, no te dejan subir aunque pagues, porque el crimen organizado los tiene amenazados, y cuando por fin alguien se apiada y te da un aventón, te entrega a los narcos”, dijo Estela, en una mezcla de portugués con inglés y español.
De acuerdo con migrantes encontrados entre CDMX, Estado de México, Hidalgo, Querétaro y Guanajuato, el crimen organizado tiene meses controlando toda la ruta de los migrantes, y no permite a taxistas, camiones urbanos, combis de pasajeros, transportistas, o traileros subir a migrantes porque la idea es que, aunque pasen caminando por territorio mexicano, todos deben pagar.
Según datos de la Segob, cada año cruzan alrededor de 680 mil migrantes por territorio mexicano, de los cuales el 30 por ciento viene de Centroamérica, otro 30 por ciento de Venezuela, 25 por ciento de Ecuador, Cuba, Haití, y el 15 por ciento restante, de diferentes partes del mundo. La Red de Ferrocarriles Ferromex, indicó en uno de sus estudios, que más de 400 mil migrantes viajan en “La Bestia” cada año.
Artículo publicado el 09 de junio de 2024 en la edición 1115 del semanario Ríodoce.