Mano de obra manipulada y niños en el abandono, expuestos al clima, a las enfermedades y a la muerte

El corazón agrícola de México se ha visto oscurecido por una sombra de luto que ha caído especialmente en las zonas de Juan José Ríos y Adolfo Ruíz Cortines, lugares en los que, desde marzo del 2023, hasta hoy, se han sepultado a 12 niños, hijos de jornaleros agrícolas; decenas más han sido atendidos debido a complicaciones médicas.

En los primeros dos meses de este año se han llevado a cabo 300 consultas médicas, exclusivamente a hijos de jornaleros; 55 de estos infantes requirieron ser trasladados hacía hospitales de Los Mochis o Guasave; el motivo de la gran mayoría de los casos se da por problemas respiratorios, como gripas mal cuidadas o neumonía, y cuestiones de desnutrición.

El último menor trasladado al hospital desde Cortines cuenta con tan solo 4 meses de edad, “Martincito” como le han llamado, presentaba sanguinolento al evacuar.

Infancias desamparadas

Dentro de la zona de Ruiz Cortines se han contabilizado alrededor de 200 cuarterías, y en total 700 niños censados.

Maritza es una indígena de Guerrero, vive en una de esas cuarterías malolientes que son una especie de bofetada para aquellos que presumen la disminución de la pobreza en el país.

El viento gélido provocado por las bajas temperaturas golpea su rostro, se pasea por la cuartería donde vive, es un espacio con piso de tierra, tendederos adornados con prendas y puertas cubiertas con cortinas; camina sin nada que la proteja del frío, a pesar de eso, se le nota vivaracha, característica propia de la infancia. Sabe su nombre, pero no conoce su edad.

Maritza aparenta 5 años, lo idóneo para una niña de su edad sería asistir al preescolar, sin embargo, ella se queda deambulando por la cuartería y lamentablemente no es la única con esta rutina.

Ella, al igual que decenas de niños más, no van a la guardería, no saben o no les dicen, que el gobierno municipal abrió un espacio en donde se les baña, les dan alimento y les quitan por un momento ese peso, que parece una gran loza de cuidar a los más pequeños.

Los escasos adultos que se quedan a cargo en algunas cuarterías solo hablan con monosílabos, pero la vista ida y las jabas llenas de botes de cerveza vacías lo dicen todo. El alcoholismo les acompaña en sus viajes diarios.

En otra cuartería localizada dentro de esta sindicatura, el escenario que te recibe es una niña con mirada perdida cuidando de otros dos menores, igualmente desprotegidos de las bajas temperaturas que les han provocado escurrimiento nasal y con evidente falta de higiene; ese lugar, a excepción de ellos y del llanto proveniente desde el interior de un pequeño cuarto hecho a base de lámina y tablarroca, está desolado, ya que los adultos han salido a los campos.

De acuerdo con Andrea Leticia Espinoza, directora de Salud y Bienestar en el gobierno de Guasave, hasta el jueves se habían presentado dos defunciones de menores durante el año; la primera se podría calificar como presunta negligencia por parte de sus progenitores, pues pese a que uno de los niños presentaba un cuadro de neumonía, su madre lo llevaba a la labor. La segunda y última defunción fue provocada por broncoaspiración.

El mercado de los brazos indígenas

Martín Ahumada Quintero, alcalde de Guasave, reflexiona sobre las deplorables circunstancias en las que han estado viviendo por años y remata con impotencia que este problema no es lejano, sino que está en el traspatio de nuestras casas, sólo es cuestión de buscar.

El alcalde asegura que con la instauración del Centro de Atención Infantil (CAI), se descubrió que algunos jornaleros agrícolas son transportados desde Cortines a distancias lejanas como Culiacán, se los llevan a trabajar y se desconoce si les pagan jornadas extras o es una más de las vejaciones que se cometen en este mercado de la mano de obra, al que ya muchos han hecho referencia como “el esclavismo moderno” en un territorio que es su propio país.

Incluso hay versiones de que estos jornaleros, que son seres humanos, pero que da la impresión de que sólo se les ve como brazos recolectores de hortalizas, salen de este punto al norte de Sinaloa hasta Sonora, siendo esta la causa de que recojan a sus hijos de la guardería a altas horas de la noche.

Esfuerzos separados

En un recorrido realizado por esta sindicatura se observan realidades que no están en los discursos. Ruiz Cortines es una ciudad, pero la categoría la hace pequeña, pues se observan los rezagos; por ejemplo, en Valle Campestre y en las propias calles de la sindicatura, se observan nubes de polvo, por ellas caminan los jornaleros que salen antes que el sol y muchos de ellos regresan cuando la noche está avanzada.

El síndico de Adolfo Ruíz Cortines, Rodrigo Margarito Miranda Olguín, dice que, en coordinación con la Secretaría del Bienestar, SEBIDES, subsidiado por el estado, se brindan mil 200 comidas diarias a cuarterías, enfocándose en alimentar a los menores.

Pero el escenario es deplorable, pues aún con las medidas implementadas por el gobierno estatal y municipal, la coordinadora del CAI, Irma Limón Elú, señala que la demanda es alta, sin embargo, comparada con la cantidad de niños que se han registrado en la zona de Cortines, la asistencia de 70 niños resulta una cifra bastante baja.

Sí, 70 niños están bajo el amparo de un techo seguro, alimentación, juegos didácticos, pero cerca de esa guardería hay cientos de niños más escondidos en los cuartos de cartón o plástico. Muchos de ellos son cuidados por adultos, otros más por los propios pequeños, comiendo lo que hay… o nada.

Artículo publicado el 18 de febrero de 2024 en la edición 1099 del semanario Ríodoce.