El sacrificio de ‘Rodolfo’ que despertó a una ciudad

Protesta Rodolfo

Lo llamaban por varios nombres: Rodolfo, Corazón, Pirata o Chaparro y era el perro de todos y de nadie en el fraccionamiento los Cedros, al poniente de la ciudad de Los Mochis.

Su vida terminó abruptamente. Fue tasajeado con un machete o hacha hasta su muerte. Su atacante, un supuesto estudiante universitario identificado como José L.O., fue grabado en un video de 16 segundos de duración subido a youtube. En el video el sujeto es apenas una penumbra que golpea al perro, en una calle ya tranquila del tránsito nocturno. En este se escucha una voz que grita “Hey, güey así déjalo”. El desconocido, al verse descubierto deja de golpear al animal, camina por la acera, saluda, abre su camioneta, guarda el arma y se dirige al asiento del copiloto. El video se corta allí. Todo ocurrió en la esquina de las calles Atenas y Liverpool, en el fraccionamiento Cedros, la madrugada del domingo 21 de marzo.

Dos semanas después del sacrificio del perro mestizo, una jovencita defensora de los perros callejeros subió a redes sociales el caso, explotando la indignación social por la brutalidad con que fue perpetrado el ataque, que nadie sabe, a ciencia cierta, el origen, excepto el agresor, y su novia.

La colectividad se convirtió en horda de condena, y esta ha enderezado la furia en redes sociales, llamando a diferentes actos de venganza. En el llamado digital se publica la imagen del presunto agresor, la de su novia y los domicilios de ambos.

De las plataformas de Facebook, la comunidad pasó a las calles y luego a instancias penales.

A media mañana del miércoles, rescatistas, dirigentes de asociaciones protectoras de animales y amantes de mascotas zarparon en una protesta por las principales calles de la ciudad, parando en la sede del gobierno municipal y en la Vicefiscalía Regional de Justicia del Estado.

Por la tarde, se plantaron en el aparcadero de la ciudad deportiva Centenario, caminaron hasta el lugar del sacrificio, encendieron veladores y a grito abierto exigieron justicia. La marcha no terminó allí. Algunos se fueron a la casa de la jovencita, la grafitearon y gritaron ofensas.

Rebeca Uriarte Ordoñez, Gabriela López y Alejandro Gómez Saavedra, presidentes de Colectivo Animalista, Fundación Laika, de Culiacán, y Promascotas Los Mochis, respectivamente, aseguraron que en Los Mochis y en Sinaloa el maltrato animal es producto de leyes y reglamentos tibios, endebles y laxos porque no se castiga con penas ejemplares a ciudadanos crueles con las mascotas.

Y esto es así porque los diputados locales no han querido desempolvar modificaciones a la ley contra el maltrato animal y el gobernador, Quirino Ordaz Coppel se ha negado a aplicarla y a destinar presupuesto para campañas de concientización al respecto y protección de la fauna o a la esterilización masiva de perros callejeros o de mascotas en zonas marginales.

Coincidieron en que el ataque sádico al perro indefenso debe tener un castigo ejemplar y no una pena alternativa o multa, porque continuarán sucediendo.

Las familias de los atacantes crueles de animales deben temer por su propia vida y buscar ayuda profesional, pues el hijo o el hermano puede estar evolucionando hacia un asesino serial, que como en los casos conocidos, inician masacrando a la propia familia, consideró Gómez Saavedra.

Rodolfo, Corazón, Pirata o Chaparro era un perro mestizo de color pardo. Algunos colonos le calculan que era un adulto joven de dos años, y otros un anciano de 7 años. Nadie recuerda cómo llegó a la colonia, o si fue abandonado. Sólo cuentan que de repente apareció y se quedó. Le daba por dormir en las cocheras de las casas vecinales y acompañar a sus moradores hasta los lugares de trabajo o sus autos.

El can era la mascota del barrio. Era de todos y de nadie. Todos lo alimentaban, pero nadie lo adiestraba. Todos lo sobaban, pero nadie le ofrecía un techo. Todos jugaban con él, pero nadie lo adoptó como propio.

Por eso, el perro se acostumbró a vagar en ese barrio de trabajadores. Pululaba entre los puestos de hot-dogs, taquerías y cenadurías de dos cuadras a la redonda. Sabía cómo obtener su comida: ponía su cara de lástima, meneaba la cola, se dejaba tocar adoptando una actitud zalamera. En pago obtenía una salchicha frita o un taco. Engullido estos de un bocado, repetía la operación, una y otra vez, todas las noches.

Los dependientes de los negocios recordaron que en alguna ocasión mordió a un niño, pero nadie recuerda porqué. No saben si el infante le causó dolor o lo puso a la defensiva invadiendo su territorio mientras se alimentaba.

Del móvil el ataque se rumora que mordió a la novia del matón, pero nadie lo recuerda.

José L.O. terminó uniendo su vida y fama pública a la del can. Rodolfo, Corazón, Pirata o Chaparro es ahora leyenda urbana en Los Mochis, y él se convirtió en el “Mataperros”.

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