La experiencia del cine en el 2020

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El 2020 es, quizás, el año más diferente que los seres humanos contemporáneos hayan vivido: de meses complicados, desesperantes, inquietantes, estresantes y frustrantes por la amenaza de un virus que se presentó similar a una gripe, pero capaz de mandar al hospital a padecer una agonía por semanas o quitar la vida; igual que un periodo de grandes retos, desafíos, reflexiones, enseñanzas y aprendizajes.

Debido a la pandemia mundial para prevenir el contagio de COVID-19, desde marzo pasado, las personas experimentaron muchas emociones, incluso, en un mismo día o de un momento a otro: miedo, aburrimiento, ansiedad, confusión, enfado, nostalgia, tristeza, soledad, zozobra, rabia, preocupación y pena, así como alivio, calma, dicha, confianza, alegría, felicidad, armonía, serenidad, tranquilidad, satisfacción, seguridad, cariño y amor.

En el año que recién terminó, la gente se sintió abandonada y menos comprendida, a la vez que acompañada y escuchada; perdió la fe, igual que creyó e imploró por el bienestar propio y de sus seres queridos; vivió de primera mano empatía, solidaridad, hermandad, compañerismo y apoyo, y comprendió que familia, amigos y salud son los tesoros más valiosos y perdurables que posee.

En el contexto del cine la sacudida no fue menor. No solo se cerraron las salas de proyección por unos meses, se retrasaron los estrenos de algunos filmes, se perdieron trabajos y grandes cantidades de dinero por no distribuir, exhibir, ni producir, el 2020 trastocó una tradición, una forma de ver películas a tal grado y profundidad que ni televisión, Betamax, VHS, DVD, Blu-ray y plataformas en internet habían logrado: por meses se cerraron las salas y no se pudo disfrutar de los filmes en el recinto en el que se hizo por alrededor de cien años; y una vez que abrieron, las reglas cambiaron hasta para comer palomitas y asistir con más de un acompañante.

Durante la pandemia quedó mayormente claro que nada es estático ni perdurable. Así como las clases, las conferencias, foros y congresos académicos, los cultos religiosos, las sesiones parlamentarias, los trabajos de oficina, restaurantes… se transformaron y ofrecieron otros medios para seguir vigentes, el cine hizo lo propio: se consolidó la oferta digital, virtual, Streaming, en línea.

El confinamiento mostró que la evolución y la transformación son necesarias para la adaptación a lo que el momento demande, y ahora, en las actividades cotidianas y en la cinematografía, el horizonte se amplió, aún más, con las posibilidades a través de la red. De la misma manera en que se dejó de dar besos, abrazos y de tener contacto directo con los familiares, amigos y compañeros de escuela o de trabajo, más no desapareció el afecto, el cariño y el amor, más que nunca, el cine se experimentó de otra manera, y más allá de bueno o malo, mejor o peor, lo importante es que sigue vivo.

El 2020 fue un año intenso y sin precedentes, convendría recibir el 2021 replicando bendiciones y buenos deseos a una humanidad que espera una dosis de esperanza para permanecer más tiempo en este impresionante, único y mágico mundo, y disfrutar de más películas, así sea en soledad y sin salir de casa… y bajo su propia responsabilidad, como siempre.

Artículo publicado el 03 de enero de 2021 en la edición 936 del semanario Ríodoce.

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