Ahome, donde se siembran cuerpos por doquier

BUSCADORAS DE CUERPOS. Brotan cadáveres en Ahome.

Los zorros guían a Rastreadoras y el viento oculta los gritos y los disparos

 

 

“Vámonos a casa, hijo. Vámonos. Ya vas a estar con tu familia, que te busca. Ya no vas a estar solo. Ya no”, casi le susurra al oído Mirna Nereyda Medina Quiñónez, mientras con la pala le retira de las piernas la tierra húmeda, ennegrecida y hedionda por los fluidos corporales que ese muchacho despedía cuando comenzó a descomponerse, un metro bajo la superficie.

Lea: Sinaloa líder… en la barbarie de fosas clandestinas https://bit.ly/3mt6PcA

Ella no deja de excavar. No siente las nubes de moscos que pican como si llevaran lanzas. Tampoco siente la ligera brisa que sopla al caer la penumbra, y apenas repara en el gañir de los coyotes, y que está segura que estos fueron los que le dejaron las pistas necesarias para encontrar a ocho desaparecidos que fueron sepultados en seis tumbas clandestinas en uno de los dos estanques polígonos de la inutilizada laguna de oxidación de Juan José Ríos, justo en el estero.

“¡Váyanse de aquí, cabrones!”, les grita a los carroñeros y estos le responden con algo que se escucha como un aullido largo.

Respira agitada, pero no se detiene. Excava, excava y continúa excavando.

A medida que retira la tierra, sus seguidoras lloran. No aguantan la impresión. Se tapan las narices para ahogar el sollozo y no romper en llanto. ¡Tranquila hermana!, le dice a quien está justo a su costado izquierdo.

Ella se convirtió en una roca que a veces de desmorona. Es la piedra angular del grupo Rastreadores de El Fuerte y quien inició las búsquedas de desaparecidos en Sinaloa. Estaban allí por cosas del destino. Al no tener éxito en una primera exploración, llegaron como curiosas al mismo lugar en donde 18 meses atrás, en abril del 2019, desenterraron los restos mortales de 16 personas.

Buscaron la entrada al estanque de aire, y cuando la encontraron escalaron cinco metros de bordo artificial, construidos con gravilla y tierra, al descenderlos descubrieron huesos humanos regados por doquier. Había vértebras, antebrazos, manos, cráneos, caderas, falanges y agujeros a medio excavar justo a los pies de guamúchiles y pinos silvestres.

 

JUAN JOSÉ RÍOS. Osamentas por doquier.

Encontraron una tumba clandestina con un cráneo a flor de tierra; a unos pasos, otra, unas zancadas más y otra fosa, luego otra y siguieron buscando. Encontraron siete tumbas clandestinas. En seis encontraron los restos de ocho personas, y en otra, prendas de vestir.

El macabro lugar está a unos 20 kilómetros de Los Mochis, en escuadra. Se llega cortando a Juan José Ríos en dos, enfilando por un camino de campesinos y rodeando un dren.

Unas 72 horas después, en el cruce del dren Chihuahuita y prolongación Ignacio Ramírez, a 100 pasos de las colonias Infonavit Mochicahui y Valle de la Rosa, al nororiente de la ciudad, el grupo Rastreadores de Fe y Esperanza localizó dos tumbas clandestinas con cuatro osamentas. Por los restos de las ropas, todos son hombres.

Los muertos que afloran de las manos de rastreadores desenmascaran las políticas municipales de ocultar el exterminio de ahomenses por grupos criminales que a la llegada del actual gobierno incrementaron su poder al grado de tornarse invisibles.

Mario Higuera Cota, cuya desaparición de un hermano a manos de la Policía Municipal de Ahome lo arrojó a la búsqueda de desaparecidos, aseguró que Ahome vive una falacia de tranquilidad y bonanza porque hay sujetos armados que se están llevando por la fuerza y con lujo de violencia a la juventud.

“Todos los ven, pero nadie denuncia; todos escuchan los gritos y las ejecuciones, pero nadie las reporta; la policía, desde los municipales, estatales y hasta los federales, saben quiénes lo hacen, cuándo y por qué pero no los capturan. Todos son los mismos. Todos son cómplices. A los muchachos se los llevan los civiles armados, o la policía se los entrega”, denunció.

Desde su formación, el colectivo de Higuera ha quitado a la tierra más de 100 cuerpos.

Mirna Nereyda Medina Quiñóñez, la mujer que abrió las entrañas de Ahome para sacar a la luz a los desaparecidos, aseguró que la operación de los grupos clandestinos armados y su confabulación con la autoridad policial cambio, o los familiares de los ausentes tiemblan de miedo y prefieren negarse lo que sufren, y no reportar los casos y de hacerlo aportan datos vagos o falsos. “La relación de policías en “levantones” dejó de comentarse por las familias, pero no es certeza de que no ocurran, simplemente la gente ya no comenta nada de las personas que se ausentan”.

Artículo publicado el 29 de noviembre de 2020 en la edición 931 del semanario Ríodoce.

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