Algunos lo conocen como el Mecánico, porque transportó cocaína y mariguana por tren, en compartimentos secretos de carro tanques, a Estados Unidos de 2000 a 2003. Otros le dicen el Futbolista, porque con el dinero que ganaba traficando droga, se compraba equipos de fútbol, entre ellos uno en La Piedad, Michoacán, dos en Guanajuato: uno en León y otro en Irapuato, y uno en Querétaro. También había quiénes le llamaban el Centenario.
Lo cierto es que Tirso Martínez Sánchez tiene muchos apodos, pero sin importar cómo lo conocieran, lo que él siempre quiso fue trabajar para el Chapo Guzmán.
Después de trabajar boleando zapatos y lavando coches en su infancia, Tirso cruzó a Estados Unidos sin papeles hasta 100 veces. En uno de esos cruces se quedó distribuyendo droga en Los Ángeles. Enrique González –El Flaco– Quiriarte lo reclutó para trabajar en el Cártel de Juárez.
El Flaco Quirarte trabajaba para Amado Carrillo Fuentes. Dos años después de que Tirso se iniciara en el cártel, el Señor de los Cielos moriría en la mesa de operaciones durante una cirugía plástica fallida. El Flaco Quirarte, prometiendo que nadie lo arrestaría, se dio un tiro en la cabeza frente a Tirso. “Sobrevivió, pero perdió la memoria”, recordó el Futbolista en la corte federal de Nueva York al inicio de la quinta semana del juicio contra Guzmán Loera.
Así, Vicente el Viceroy Carrillo Fuentes, hermano de Amado, heredó las labores de Tirso en 1997. El Viceroy, ahijado del Mayo Zambada, lo empleó como transportista de droga por rutas de tren a Los Ángeles, Chicago y Nueva York. Mientras tanto, el Futbolista frecuentaba a Alfredo Vázquez, un compadre del Chapo, haciendo méritos para llegar a trabajar con Guzmán Loera.
En 2001, poco después de la fuga de Puente Grande, el Futbolista consiguió que Alfredo Vázquez lo presentara con el Chapo. Se conocieron en una cabaña por la desviación a Toluca, “en un terreno montañoso”. Semanas antes, el Rey Zambada habría testificado que el Chapo se escondía en el rancho del pistolero Barbarino en Villas del Carbón, Estado de México.
Así fue como Tirso empezó a transportar cocaína y mariguana para dos jefes: el Mayo, a través de órdenes del Viceroy, y el Chapo, a través de órdenes de Alfredo Vázquez. En su breve carrera dentro del Cártel de Juárez y el Cártel de Sinaloa, “que después se unirían en un solo cártel” (de 1995 a 2003), el Futbolista vio al Chapo y al Mayo dos veces, en ocasiones separadas.
El Chapo le presumiría que él había inventado la ruta de tráfico de droga por tren. El Mayo lo amenazaría de muerte por cambiarle cocaína buena por cocaína mala, aunque Tirso lo negara. “Tenía una pistola en la cintura, me la apuntó en esa parte”, dijo el Futbolista señalándose la frente con la mano izquierda, “y me dijo ‘no lo mato porque mi ahijado me dijo que no’”.
En el juicio contra Guzmán Loera, vistiendo su uniforme de presidiario azul marino, Tirso explicó a lujo de detalle cómo soldaban láminas de acero al interior de los carro tanques para ocultar los envíos de droga por tren. También narró cómo les decomisaron tres bodegas entre 2000 y 2003: una en Chicago, una en Queens y una en Brooklyn. El investigador de narcóticos que le había seguido la pista al Futbolista y dio con sus bodegas, Steven DeMayo, lo escuchaba sentado desde la última fila de la sala 8D.
Finalmente, Tirso dejó el trabajo de transportista de droga después de 2003 contra las indicaciones del Viceroy, quien lo amenazaba con la ira del Patas Cortas, como llamaba al Chapo Guzmán.
Entre 2007 y 2008 Tirso realizó dos importaciones más de cocaína desde Panamá. Siete años después, en 2014, lo arrestaron en León, Guanajuato. Su extradición vendría después. Los días de apostar hasta 3 millones de dólares en peleas de gallos, comprar brillantes, relojes, casas y coches habían quedado atrás. Por delante, tiene la promesa de una recomendación para sacarle una visa estadounidense y la reducción de su sentencia a cambio de su cooperación en el caso contra Guzmán Loera.
Se espera que mañana, martes 11 de diciembre, inicie el contrainterrogatorio de la defensa.