Picasso conquista Madrid

Picasso se convierte de nuevo en protagonista de la temporada expositiva con la gran muestra que dedica la Fundación Mapfre de Madrid al artista malagueño, en la que se recorre su obra a través de los distintos estudios en los que trabajó y vivió.
Picasso en el taller“, que se inaugurará el próximo día 12, hará que el artista vuelva a conquistar Madrid después del gran éxito que logró la muestra “Picasso. Tradición y vanguardia”, que el año 2006 organizaron conjuntamente los museos madrileños del Prado y del Reina Sofía.
En esta ocasión, Maite Ocaña, comisaria de la exposición, ha querido reflexionar sobre “la perseverancia de Picasso en unos temas que van y vienen y que van haciendo la evolución estilística hasta llegar al inconfundible estilo Picasso”, a través de 80 pinturas, 60 dibujos y grabados, 20 fotografías y más de una decena de paletas del artista, procedentes de colecciones públicas y privadas.
Entre el Autorretrato con paleta de 1906, con el que se inicia el recorrido y el también autorretrato Hombre en el taburete realizado en 1969 y el cual solo se ha exhibido una vez en el Palais des Papes de Aviñón en 1970, en el que aparece el pintor, sin edad, sentado en un taburete con pantalones rojos de rayas, se sucede toda una trayectoria marcada por el trabajo en sus diferentes talleres.
El taller de Picasso “es el escenario donde el artista se mueve, donde transcurre gran parte de su vida; recintos interiores en los que, mediante experimentaciones sin límite, fragua la cristalización de sus sueños”, señaló la comisaria, durante una entrevista.
En un paseo por estos sancta sanctórum en los que se produjo el milagro de la obra de Picasso se puede apreciar cómo el tema del estudio fue determinante en sus grandes series y cómo la relación del pintor con su taller fue una de sus grandes preocupaciones.
Los del Bateau Lavoir, el Boulevard de Clichy, el Boulevard Raspail, La Boétie, Boisgeloup, La Californie (Cannes) o Mougins fueron los “paisajes interiores”, como los llamaba el propio artista, que representan la crónica de las variaciones estilísticas e iconográficas de Picasso.
La primera parte de la exposición se centra a partir de 1919. “En Saint-Raphaël experimenta con naturalezas muertas frente a la ventana, y de ahí surgen ejercicios que recogen experiencias cubistas anteriores. Son bodegones en los que se confrontan el cubismo y el naturalismo”.
Velador delante de un balcón (1919) es ejemplo de cómo el cubismo da paso al clasicismo, presente también en Naturaleza muerta con cabeza antigua (1925). A partir de esa época, Picasso utilizó ambos estilos indistintamente.
La aparición de Marie Térése Walter en su vida le lleva a la creación de sus más delicadas y sensuales pinturas. “Las formas voluptuosas dan pie a pinturas muy placenteras y visuales, que él transforma con una deformación de rasgos de su modelo”.
Es el momento en que Picasso trabaja sobre el tema del taller del escultor, que lleva a sus obras de la “Suite Vollard”, o pinta obras como Mujer joven con mandolina. A partir de entonces, “la relación del artista con la modelo se convierte en un género en la obra de Picasso”.
En los años de la guerra, en el taller Grands-Augustins, donde Picasso pintó Guernica, creó “unas obras de una fuerza enorme que reflejan la angustia por lo que está pasando en el mundo y transmiten preocupación y angustia”, valoró Maite Ocaña, quien recordó que también son momentos de dolor para el artista por la muerte de su madre.
Muy diferentes son los momentos que vivió en la Costa Azul. Tras su separación de Françoise Gilot, realiza una serie de dibujos que representan al pintor y la modelo y la obra de arte frente al público. “Son dibujos en los que aflora el sentido del humor de Picasso y que fueron publicados bajo el nombre de ‘Suite Verve'”.
Parte especialmente importante es la dedicada a El pintor y la modelo, con obras realizadas a partir de 1960. Es la época en la que el artista trabaja en su taller de Mougins, cuando “con una fuerza arrolladora el tema del pintor con la modelo explosiona de una forma increíble”, según Maite Ocaña.
Picasso, que pintaba en todas partes, incluso en la cocina o en el baño, “mira hacia atrás para ir hacia adelante” en unas obras en las que aparecen sus elementos fundamentales, tratados de formas muy diferentes: la paleta, la modelo, el cortinón que enmarca el espacio y el pintor, que es el propio Picasso que a lo largo de su trayectoria se identificó con muchos de los personajes de sus obras, como el escultor, el toro, el minotauro o el bufón.
En un momento en que el artista sabía que su tiempo se acababa, dedicó sus últimos años a enfrentarse al encuentro cara a cara con el proceso de la creación artística.
“El pintor aparece como un ‘voyeur’ viejo en unos cuadros que son de un erotismo muy intenso.
En obras como las de ‘Suitte Vollard’ existe un equilibrio entre el pintor y la modelo, pero en la época tardía esta relación cambia. Frente al viejo pintor aparece una modelo de grandes y sinuosas formas”.
Así lo consideró la comisaria, que ha contado con “obras muy buenas y contundentes” para un recorrido profundo desde la incorporación de Picasso a las vanguardias hasta el final de su obra.

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