Espacios de esperanza y espera en las afueras del Hospital Pediátrico

 

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El mercurio marca 37 grados centígrados a la sombra y sobre el bulevar Constitución, Marina espera noticias de su hija internada en el Hospital Pediátrico de Sinaloa (HPS). Son las 14:00 horas y la sombra de un estacionamiento la cobija. El sol en lo más alto ya calentó el asfalto, hay que guarecerse.

Originaria de la Joyita, un poblado en la sierra de Chihuahua en la frontera con Sinaloa, acampa en casas de campaña con su esposo y su hija de cuatro años, Brianda Guadalupe. Sobre la banqueta, frente al nosocomio, tendidas colchonetas y cobijas, también un pequeño ventilador y un altar a San Judas Tadeo la acompaña.

De pocas palabras, Marina explica que llegaron a Culiacán hace dos meses a que le brindaran atención médica a su otra hija, Kimberly, quien el sábado 8 de julio cumplió un año de vida, y desde hace seis meses vio complicada su salud por padecer hipotonía muscular y ahora también una neumonía.

“Me están pidiendo muchos aparatos, varios aparatos, un tanque de oxígeno”, explica.

En el camellón, una hamaca tendida entre dos árboles y dos sillas. Ahí se juntan a platicar familiares, quienes se dan apoyo, se dan aliento. Son vecinos en el dolor y la espera.

Enfrente, la estancia y el comedor diurno para familiares y amigos de pacientes hospitalizados en el HPS, y el albergue, funcionan siempre “a full”. Sin embargo a Marina no le gusta, prefiere acampar en la calle. Explica que durante enero estuvo cuatro días, pero prefirió salirse.

Tan solo entre enero y mayo de 2017, el HPS brindó 1 mil 718 atenciones hospitalarias, con 804 cirugías y 35 mil 751 consultas. El nosocomio cuenta con 108 camas y brinda servicios de laboratorio, rayos x y quimioterapia ambulatoria.

Adentro en el comedor, Elizabeth López Rojo, del voluntariado DIF, sirve un plato de comida. Son dos gorditas que acompaña con un vaso de agua de horchata. El comedor se estrena hace poco más de un mes, y desde entonces, brindan apoyo a familias de niños internos.

Elizabeth, fundadora también de Casa Valentina IAP, que brinda apoyo a familias de pacientes infantiles oncológicos, sirve otro palto de comida. El plato lo extiende a un padre de familia que tiene a su hijo recibiendo atención en el Centro Oncológico del HPS. Explica que el comedor para eso es.

“Servimos de 80 a 100 comidas diarias a familiares de niños que están recibiendo atención médica, pero si quieres hablar de eso, mejor habla con una de las madres, ellas son las verdaderas guerreras”, explica.

Después, deja la cocina y se dirige a una mesa donde está comiendo Carmen Alicia, quien desde hace seis años acude al hospital con su hijo, Francisco, de nueve años de edad y quien padece cáncer.

“Habla con ella, ellas son las verdaderas heroínas, son unas guerreras”, insiste Elizabeth.

Carmen Alicia es originaria de El Fuerte, y en su más reciente visita a Culiacán lleva ya 22 días con su hijo Francisco.

“Lamentablemente ahorita tengo poco más de tres semanas aquí; vine a cita, le pusieron sus quimios a mi hijo y llegando a casa se me puso malo y tuve que regresar”, explica Carmen Alicia.

Sus ojos se tornan rojizos. Lleva su memoria al pasado. Madre de cuatro hijos, Carmen Alicia explica que Francisco, el tercero de sus hijos, recoge fuerzas en su hermana menor, Gabriela.

“Gracias a esa bebé él le ha echado muchas ganas, él lucha por ella. Si usted va y lo mira ahorita ve que él desea ver a su hermana. Ahora se me vio muy malo, tuvieron que ponerle un botón, le llaman ellos, que es como una sonda porque le salió agua en el pulmón”, explica.

Junto al comedor, el Hospital mantiene una estancia diurna. Ahí, según el director del nosocomio, Jorge Miller, los familiares pueden permanecer mientras dan de alta a sus pacientes. El problema de la calle congestionada fue lo que los movió.

“Tenemos una estadística interna y apoyados en ella es que buscamos que familiares y amigos de pacientes tengan un espacio digno de espera”, comenta.

El espacio lo ocupa donde anteriormente estaba la Casa Cuna de la Procuraduría de Protección de Niñas, Niños y Adolescentes del Sistema DIF Sinaloa, ubicado a un costado del HPS. Según la estadística de la que habla Jorge Miller, el 64 por ciento de la gente que acampa en las afueras del nosocomio, son de fuera del municipio, siendo Navolato, Elota, Cosalá y Sinaloa de Leyva los más numerosos.

Jorge Miller admite que en los últimos meses, a pesar del trabajo realizado, los campamentos se han incrementado. “Hay que socializarlo más pero muchas veces la gente no quiere pasar, no quiere estar aquí, es una cuestión cultural tal vez que prefieran estar afuera”, dice.

Además, el albergue del Hospital brinda atención a 36 familiares, y diario sirven una comida donada por un restorán. Según el director del Hospital, el gasto promedio por persona es en su mayoría de alimentación, por lo que el apoyo que ahí brindan es significativo.

Sin embargo, afuera sobre el bulevar, Marina espera noticias. Señala que a veces sí usa los servicios que brindan el albergue y el comedor, pero no siempre. Junto a su casa de campaña hay otras tres, y antes, una casa rodante.

“Hoy se fueron, hoy por la mañana muy temprano”, dijo.

Y Marina sigue ahí. Ya son dos meses ininterrumpidos de ser ciudadana involuntaria en Culiacán. Explica que la única ayuda que recibe es de sus familiares, y a veces hay que desembolsar hasta mil pesos entre alimentos y otros gastos. No sabe cuándo se irá. Marina sólo cuenta los días y reza a San Judas Tadeo.

 

 

 

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