Yo hice el hueco que tú ocupabas

Ayotzinapa

“En cierto sentido –se percató- soy parte del proceso de destrucción de formas de la entropía”. Philip K. Dick, Blade Runner

 

 

Tal vez todo fue a causa de la sublimación del ego, de esa perniciosa manera de ver las cosas ejemplificada por el primero yo, después yo y al último, yo. En un mundo en el cual sólo yo existo, no hay lugar para las ideas, deseos, ilusiones de nadie más. Los otros no tienen cabida.

 

Verás paisano, el problema es que, si los demás no existen, tampoco yo. Desde que Aristóteles postuló la sociabilidad del ser humano como característica primordial, hemos venido comprendiendo que nuestras formas de convivencia colectiva definen quiénes somos.

 

Es en el actuar recíproco que voy encontrándome a mí mismo. Es en el otro que me reconozco y mi búsqueda de sentido toca puerto. Si nadie existiera frente a mí, jamás podría establecer mi personalidad y, por supuesto, jamás desarrollaría mi empatía, lo que me construye como humano.

 

Así pues, en la medida que considero que solo mis intereses deben avanzar, empiezo a resentir la presencia de los otros. Y en ese momento comienzo a plantearme si en realidad necesito que los demás existan o si es válido quitarlos de mi camino.

 

Eliminar, suprimir, dar cuello, dar piso, levantar, desaparecer. Acciones, así sean eufemismos, que tienen por objeto remover el obstáculo que aparece frente a mí en la forma de otra persona, respecto de la cual creo que es buena idea actuar de esa manera.

 

Ya Sócrates, según da cuenta Platón en su Apología, advertía al tribunal que lo condenó, y a todos nosotros: “Estáis rotundamente equivocados si creéis que la mejor manera de iros desembarazando de los que os recriminan, es el de irlos matando.”

 

El Código Penal Federal castiga con prisión entre cinco y cuarenta años al servidor público que, independientemente de que haya participado en la detención legal o ilegal de una o varias personas, propicie o mantenga dolosamente su ocultamiento bajo cualquier forma de detención. En otras palabras, prohíbe la desaparición forzada de personas.

 

Esto viene a cuento porque en su sesión del 11 de febrero pasado, el Comité contra la Desaparición Forzada de la ONU aprobó las observaciones finales sobre el informe que presentó México respecto del cumplimiento de la Convención Internacional para la Protección de Todas las Personas contra la Desaparición Forzada.

 

El punto diez de las observaciones establece: “El Comité considera que el marco normativo en vigor así como su aplicación y el desempeño de algunas autoridades competentes no se conforman plenamente con las obligaciones de la Convención. La información recibida por el Comité ilustra un contexto de desapariciones generalizadas en gran parte del territorio del Estado, muchas de las cuales podrían calificarse como desapariciones forzadas, incluso iniciadas a partir de la entrada en vigor de la Convención. El grave caso de los 43 estudiantes sometidos a desaparición forzada en septiembre de 2014 en el Estado de Guerrero ilustra los serios desafíos que enfrenta el Estado parte en materia de prevención, investigación y sanción de las desapariciones forzadas y búsqueda de las personas desaparecidas.”

 

Dos días después, la Secretaría de Relaciones Exteriores emitió un boletín por respuesta, en el cual afirmó que las recomendaciones emitidas por el Comité no reflejaron adecuadamente la información presentada por México. Posteriormente, el canciller José Antonio Meade señaló que hubo inexactitudes en la respuesta que dio el Comité, pues la revisión no fue  todo lo exhaustiva que debió haber sido.

 

La réplica no se hizo esperar. En entrevista para CNN, Luciano Hazan, miembro del comité de la ONU, reiteró que percibieron poca respuesta de la justicia mexicana en relación con las desapariciones y advirtieron una situación de impunidad.

Como coda de este sainete, en respuesta a un cuestionario remitido por la Cámara de Diputados al Presidente de la República, el ejecutivo federal informó que respecto a los normalistas de Ayotzinapa, la PGR concluyó en su investigación que se había cometido el delito de desaparición forzada, pero el juez ante el cual se llevó el caso consideró que los hechos investigados no cuadraban en la hipótesis que establece el tipo penal. Por supuesto se anunció que se había apelado la decisión.

O sea paisana, en un lapso de cinco días, a México le informaron que no había pasado su evaluación internacional, el gobierno se inconformó y en el único caso en el cual todos estamos de acuerdo, que se trata de desaparición forzada, fue incapaz de convencer a un juez de ello.

 

¿Y los desaparecidos? Bien gracias, siguen desaparecidos.

 

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