Por mi esposa al Frente

MELESIO CUEN Y ANGÉLICA DÍAZ.

No se les puede acusar de ser malos esposos, todo lo contrario, son buenos, se preocupan por el futuro político de sus parejas matrimoniales.

Ahí están las fotos de ese meme que circula estos días en las redes dejando un polvillo de irritación social: Alejandro Higuera con Juana; Héctor Melesio Cuen con Angélica y Carlos Felton con Sylvia.

Todos ellos y ellas lucen exultantes, sonrientes, satisfechas, contentas, teniendo a su alcance un futuro más promisorio para cada una de estas familias que las ha tratado bien la política mejor que sus empresas. No está mal: posiblemente vayan a ser diputadas locales o una de ellas estar en el Senado de la República, en caso de aparecer en la fórmula de mayoría o primera minoría.

Cheques limpios que oscilan entre un millón 800 mil y más de 2 millones pesos anuales en el caso del Senado, más los beneficios adicionales de ley.

ALEJANDRO HIGUERA Y JUANA ÁVILA.

 

Por tres años, no está mal, un futuro asegurado para la familia no importando que la decisión deje inconformes en el camino, partidos maltrechos, poco ánimo de la militancia de participar, de hacer la indispensable “talacha” electoral.

Esta sui generis forma de patrimonialismo político ya se apoderó al menos del PAN y el PAS, donde se ha perdido el decoro y todo resulta tan crudo, tan evidente de que la política se ha vuelto un negocio familiar lejos, muy lejos, de la polis que propugnaban los griegos como un asunto de ética pública, donde las formas deben prevalecer por encima de los intereses personales, de quienes se dedican al ejercicio de la política o más cerca de aquella que enseñaron los fundadores del PAN.

Bien lo decía el desaparecido Héctor Estrada Meza, hasta entonces el más antiguo de los panistas sinaloenses, en una entrevista otorgada a José Alfredo Beltrán en 2009, quien se desconcertaba ante lo que había devenido el partido de sus afanes de cambio:

“Antes, veníamos al panismo a entregar tiempo, dinero y esfuerzo, ahora la mayoría viene a recibir, para ser candidatos, tener un puesto, sacar dinero, para una delegación, y hay quienes han estado ocho, 10 años en el PAN, viviendo del presupuesto, esa no es la idea con que se fundó el PAN”, para lamentarse como “al PAN lo había perdido el poder, a partir del triunfo presidencial en 2000”, cuando, concluiría, “se corrompió” definitivamente.

Hoy se impone la política como negocio, como una inversión que deja buenos dividendos en el corto plazo, por eso otro panista histórico como es Rafael Morgan señaló al Frente: “No fue una alianza de principios, ideológica, de programa, de planes de gobierno conjuntos, sino fue una lógica de reparto de puestos públicos”.

CARLOS FELTON Y SYLVIA TREVIÑO.

 

Y es ahí, donde el asunto de las esposas de Higuera, Cuen y Felton, adquiere su real dimensión, no significa un aporte a las formaciones de donde provienen, sino significa pasar sobre los derechos de otros militantes, los que pican piedra todos los días, que no tienen el beneficio de la alcoba. Que ven cómo pasan los años sin alcanzar una regiduría o una sindicatura. Que siguen viendo cómo se hacen fortunas al amparo del partido.

No es casual el transfuguismo electoral, ese que hoy va con López Obrador, que recibe apoyos de los inconformes de todas las formaciones. Aquí en Sinaloa, para no ir más lejos, están distinguidos ex panistas que han abandonado su partido para ir con el tabasqueño y lo mismo muchos pasistas que dicen a los cuatro vientos que su voto será por el de Macuspana.

No es bueno para una democracia la pérdida de identidad partidaria, la ausencia de valores en la acción política, porque al suceder queda un cascarón vacío donde medran los vivos de siempre, estos que hoy sin sonrojo alguno habilitan a sus esposas como candidatas con el aval de su partido. Seguro de ganar las pluris y la fórmula, habrá fiesta en familia.
Gracias, pues, al esposo.

Artículo de opinión publicado el 8 de abril de 2018 en la edición 793 del semanario Ríodoce.

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