Pactar en lo oscurito

Actualmente se hacen acuerdos en lo oscurito con criminales, aseveró Rubén Rocha Moya, candidato al Senado de la coalición Juntos Haremos Historia en un encuentro con los miembros de Parlamento Ciudadano que dirige el también ex rector David Moreno.

La afirmación sería una más, de no haber sido Rocha Moya jefe de asesores durante el gobierno de Jesús Aguilar Padilla y el primer tramo de Quirino Ordaz Coppel.

En ese espacio de poder, porque sin duda lo es, todavía recuerdo cuando un viejo amigo ocupó ese mismo cargo me dijo que muchas de las decisiones de gobierno ahí se  tomaban y el gobernador solo las ejecutaba.

Entonces, podemos desprender que a Rocha Moya al menos le tocó analizar y discutir qué hacer con el actor criminal, para garantizar la gobernabilidad del estado.

Me imaginó a él y su grupo de asesores, en el inicio de los dos gobiernos, qué sugerirle al gobernador para manejar aquello que Juan S. Millán, en los albores de su gobierno y ante la acumulación de muertes violentas en las primeras tres semanas, señaló que los criminales “me están calando” para saber cuál sería su postura.

Y es que no hay mucho de donde escoger, pactas o no pactas, quizá donde podría haber diferencias es en las modalidades que asume cada una de las opciones.

Si pactas, puede ser primero el reconocimiento del poder del cártel y eso podría significar la rendición del gobierno, porque sus funcionarios entran en contacto directo con sus emisarios en lo “oscurito”, con los exponentes de su contraparte, como se rumora pasaba en el gobierno malovista, o la otra que se sintetiza en aquella expresión del liberalismo económico: “Dejar hacer, dejar pasar”, es decir que el gobierno se “hace pato” y aquellos se mueven como pez por el agua.

Ese ha sido el drama de Sinaloa al menos desde hace 30 años, porque ninguna de las dos alternativas es buena; ambas inevitablemente llevan a la inestabilidad social, a la creación y reproducción de una sociedad de miedo, como afirma Guillermo Ibarra en uno de sus últimos trabajos de investigación, y eso significó solo en el sexenio pasado más de 6 mil vidas y en lo que va de la presente administración una cifra que ronda los 2 mil homicidios dolosos.

Entonces, el salir al paso a una pregunta del reportero, y dar como respuesta una afirmación contundente que es vox populi especialmente en Culiacán, genera sintonía inmediata pero igual decepción, pues no basta decir el mal como médico de medio pelo, sino ofrecer el tratamiento y la  medicina correcta, que es tarea del especialista, quien tiene mucho trabajo de clínica, y eso lo tiene y presume Rocha Moya en los debates cuando lo vinculan con los gobiernos priistas: “A mí me llamaron por mi capacidad profesional, yo no fui con ellos a solicitarle chamba“. Bien.

No podemos asegurar con exactitud que el manejo que haya hecho Aguilar Padilla, o el que está haciendo Quirino Ordaz en la relación con las organizaciones criminales se haya incubado en una sala de asesores, pues como sabemos y se dice, es un asunto de seguridad nacional; pero ¿los gobiernos estatales no tienen mano en la elaboración de la receta? ¿todo lo dejan al gobierno federal? ¿son simples espectadores, invitados de piedra?

Me resisto a pensar que así sea, cuando como sociedad sabemos, de la cooptación y amedrentamiento de policías estatales y municipales, el control de regiones con los subsecuentes desplazamientos de población de las comunidades de los altos, la intimidación de políticos en campaña y en funciones, y eso obliga si no a definir la estrategia de seguridad, al menos si tener el diagnóstico del tamaño del problema, si se quiere, por razones de movilidad de los propios funcionarios.

Entonces, Rocha Moya haría bien ir más allá de una frase de ocho columnas, ofrecer a sus potenciales electores qué haría para revertir este problema estructural de Sinaloa que insisto, tiene un alto costo para la vida pública y decenas de miles de familias que viven en medio de la zozobra y el miedo, por la incapacidad de los gobiernos o peor, porque los gobiernos han pactado para tener una paz que lejos está de serlo.

En definitiva, hay que reconocer que estas campañas han propiciado mayor debate público y eso es bueno para que todos estemos bien informados, y tomemos las decisiones correctas el 1 de julio; sin embargo, hay que estar alertas con aquellos discursos engañosos que solo buscan decir lo que la gente quiere escuchar.

Hay que exigir soluciones.

Artículo de opinión publicado el 3 de junio de 2018 en la edición 801 del semanario Ríodoce.

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