Millán y la sucesión

MILLÁN y AGUILAR. Viejos lodos.
MILLÁN y AGUILAR. Viejos lodos.

A la memoria de Adriana Núñez López
Hace unos días, Arturo Santamaría y yo recibimos una invitación para comer con el ex gobernador Juan Millán en un restaurante del puerto de Mazatlán. Llegó inusualmente un poco retrasado y de buen talante. Se le veía con ganas de conversar sobre distintos tópicos políticos donde él directa o indirectamente ha estado presente, y me pareció que sus motivos para hacerlo son más allá de una cortesía con dos analistas políticos. Rescato dos tópicos que me parecen tienen una gran vigencia:
Uno, el reconocimiento de que antes de terminar su mandato, en 2004, estaba decidido que el candidato saldría de la dupla Abraham Velázquez y Jesús Aguilar, con el compromiso de que quien no fuera sería apoyado en 2010. Y aunque Millán no lo dijo en esta charla, se sobreentendía que estaba su reconocimiento y tutela.
Eso que Arturo Santamaría llamó en aquel entonces “maximato millanista”, es decir, el poder tras el poder. Definición que más de algún personero la discutió porque parecía un anatema que ensuciaba el linaje millanista. El resto ya lo sabemos. Aguilar Padilla no cumplió el compromiso y Abraham Velázquez no fue candidato y mucho menos gobernador. La independencia o la deslealtad, como quiera que se llame, estaban en ese momento a la vista.
Millán, entonces, lo tomó como un desafío y rechazó al candidato que impulsaba el gobernador en funciones: el empresario de la carne Jesús Vizcarra, y va a Los Mochis, donde convoca a políticos y empresarios a una comida en el restaurante El Farallón, donde manifiesta su apoyo a Mario López Valdez como candidato del PRI a gobernador. Se abría entonces la contienda interna, sobre todo mediática.
Malova hace campaña sin contar con el apoyo del gobernador Aguilar Padilla, ni la anuencia de la dirigencia priista. No obstante, insiste que el proceso de selección del candidato debe abrirse a la militancia, para que ellos decidan quién será su candidato. No lo pelan. Y viene la ruptura y la búsqueda para que otros partidos lo postulen como candidato de una coalición. Hubo resistencias en el PAN, mientras que el PRD inmediatamente abrazó la candidatura como si fuera una tablita de salvación. Lo mismo el Partido del Trabajo (PT ) y Movimiento Ciudadano (MC).
La otra revelación de Juan Millán: Dice que estando muy avanzadas las negociaciones con el PAN para que postulara a Malova, éste se citaba en un restaurante de la ciudad de México, nada más y nada menos, que con Beatriz Paredes y Manlio Fabio Beltrones, una dirigente nacional del PRI y el otro líder del PRI, en la Cámara de Senadores.
Sobre la reunión, confiesa Millán que se lo preguntó un universitario a propósito de que lo había visto en la plataforma web de Ríodoce y lo tomó desinformado. Malova andaba negociando a dos bandas. Le manda un mensaje de que aquello se acababa. Aquel desesperado busca comunicarse con su “padre político”, como lo llamaría después, quizá como una forma de resarcir su deslealtad, pero no le toman la llamada. Intercede el hijo de Millán, a quien le da la orden con un “tú no te metas”.
Finalmente, Millán impone sus condiciones y Malova se olvida de seguir haciendo contactos con los personeros del PRI.
Viene la campaña y va con todo contra el candidato del PRI. Gana la elección y el reparto de cargos de gobierno. La influencia de Millán se sentía, aunque en forma discreta.
La pregunta que hoy asalta, siguiendo la lógica de 2004, es en quienes está pensando el rosarense para eventualmente escoger candidato. A la vista están Diva Hadamira Gastélum y Gerardo Vargas, aunque es importante la ventaja que tiene la primera, por ser mujer, senadora, con un buen nivel político y relaciones. Incluso, porque no, el labastidista Aarón Irízar.
No es casual que el subsecretario de Gobernación le leyó la cartilla frente al dirigente nacional del PRI con aquel llamado de “te calmas o te calmamos”, que ha trascendido en las redes sociales.
Si algo hay que reconocerle a Millán Lizárraga, es que ha sido un político que ha construido su poder luchando muchas veces en contra, desde que tuvo que huir del estado durante el gobierno de Toledo Corro —“con quién ahora tengo una excelente relación”, dijo—, hasta hoy, pasando por los tensos 1989, 1998 y 2010.
No comparto la hipótesis de las “soledades hermanadas” sostenida por Ismael Bojórquez, ni la del “distanciamiento” y menos todavía la genérica, de la vuelta del presidencialismo y la eliminación de los poderes regionales.
No dudo del poder del Presidente Peña Nieto, pero igual no creo que pueda prescindir de poderes fácticos regionales en un momento de claro deterioro de su imagen.
Sólo por último, para mis dos críticos, no es el mundo deseable, sino el posible, en un estado bajo el control del PRI.
Al tiempo.

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