Los desatinos del rector Guerra

Juan Eulogio Guerra. Mirar el pasado.
Juan Eulogio Guerra. Mirar el pasado.

Juan Eulogio Guerra Liera ha hecho una revelación a modo y una crítica sutil, pero no por ello menos estruendosa, a las políticas de sus antecesores en el edificio rosalino.
Por un lado sostiene que en el pasado, el gobierno cedió a la izquierda el control de las universidades públicas, y por el otro, que éstas hicieron su revolución en ellas otorgando prestaciones insostenibles como la jubilación dinámica.
Habría que precisar, que si bien el gobierno federal facilitó las cosas al no complicarlas, no fue en todas las universidades, ni en todos los estados, sino solo donde existía una situación de conflictividad entre los gobiernos locales y la izquierda universitaria.
Vamos, fue solo en aquellos estados donde los grupos patrimonialistas controlaban las instituciones de educación superior; esto provocó luchas por la autonomía universitaria en Puebla, Guerrero y Sinaloa, y en todas ellas terminaron con muertos.
Así que no fue una dádiva oficial, sino que ante la situación de conflicto optaron por el mal menor y ya desde la Secretaría de Educación Pública (SEP) buscaron someter a los rectores cuando tenían que negociar los presupuestos anuales.
Hay una anécdota que ilustra esta forma de control que he escuchado varias veces y que el protagonista no ha negado.
Siendo Jorge Medina Viedas rector de la Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS), le toca presentar credenciales ante Jesús Reyes Heroles, el entonces poderoso secretario de educación pública, quien recibía, en distintos lugares, a los distintos rectores de las universidades públicas.
Así, a los adictos al régimen los recibía en una cómoda sala o en una sala de trabajo, mientras a los considerados rojos los sentaba en su escritorio frente a él, donde les leía la cartilla si querían tener un trato y presupuesto sin complicaciones.
Medina Viedas lo sabía cuando llega por primera vez a la SEP, y aunque quizá albergaba la posibilidad de que fuera un trato menos duro por su proyecto de políticas reformadoras, fue sentado frente al secretario, quien le fijo la política de la SEP hacia las universidades rojas, que consistía en no utilizar las instituciones para blandir proyectos políticos, lo que era prácticamente imposible en ese momento de protagonismo de los universitarios.
De hecho luego vendría la lucha de la UAS contra el gobernador Antonio Toledo Corro, por su afán de crear un sistema de preparatorias del estado y quedarse con una parte del presupuesto que el gobierno federal otorgaba a la casa rosalina.
La revuelta universitaria se radicalizó y prácticamente paralizó sus actividades durante seis meses. Las marchas hacia la ciudad de México, las huelgas de hambre y el activismo en las calles a favor de la integridad de la centenaria casa de estudios y un subsidio justo, fueron suficientes para impedir una salida violenta.
No obstante, sí cambiaron la agenda académica de Medina Viedas, quien tuvo que esperar un mejor momento para dar contenido sinaloense a la Universidad democrática, crítica y popular que el PCM impulsaba en Puebla y Guerrero, y con menos fortuna en Baja California, Oaxaca y Zacatecas.
Así el rector Guerra Liera, cuando busca una nueva narrativa de ese pasaje de la historia universitaria, la falsea con el claro propósito de criticar subrepticiamente la política que hizo posible la jubilación dinámica a los 25 años de actividad académica y los 55 años de edad biológica.
Es una prestación a la que se le puede hacer merecidas críticas pero está ahí, y no es más de lo que reciben los miembros de sindicatos nacionales como el educativo y el petrolero. La pregunta es porque en un caso es inaceptable y en el otro es completamente aceptable si los recursos provienen de la misma federación.
Guerra Liera, como bien lo recuerda Carlos Calderón Viedas en un documentado artículo sobre jubilación dinámica, fue un sindicalista y en todo caso no es ajeno a esa decisión, pues de los personajes que están siempre con los ganadores.
Y por esa ductilidad política es explicable su discurso de que podría ser muy fácil para él firmar cualquier aumento desproporcionado y luego salir de la UAS.
Pero no, agrega, él no puede actuar con irresponsabilidad, ¿cómo, si lo hicieron quienes le antecedieron?, y por ello solo firma aquello que es sustentable en el gasto universitario que es lo autorizado por la SEP. No hay más. ¿Y el Suntuas? Lamentablemente ha dejado de ser una organización de defensa de los trabajadores para devenir en una burocracia donde solo se tramitan jubilaciones, préstamos y justifican sus salarios completos.
Pero ahí no acaba todo; el rector repite hasta el dogma una mentira: La única forma de sostener la jubilación dinámica es retirando las demandas en contra de la UAS y por supuesto continuar haciendo las contribuciones quincenales.
Sin discusión alguna, sin explicación, sin ninguna transparencia.
Así, me pregunto como otros ¿cómo no puede haber una universidad polarizada?

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