Dayana, Daren y Briana, tres niñas sinaloenses que fueron asesinadas brutalmente en Navolato y Mazatlán sin que se tengan resultados, es la prueba más tangible de la ineficiencia de las instituciones de justicia y del desamparo colectivo.
Dayana, una niña de escasos cinco años, fue raptada el 26 de junio, cuando iba caminando a un abarrote de la sindicatura de San Pedro en el Municipio de Navolato y luego de una búsqueda intensa como infructuosa, el 23 de octubre, un vecino informó de la existencia de un cráneo sin el resto de la osamenta.
La Fiscalía General días después afirmó que el cráneo correspondía a Dayana, sin embargo, familiares, vecinos y organizaciones sociales no conformes exigieron mayores evidencias de que realmente correspondía a la niña navolatense.
Daren, una bebé de once meses de edad, si una pequeña de once meses, el 12 de octubre fue brutalmente golpeada causándole 20 fracturas de cráneo, muerte cerebral y finalmente la muerte.
Briana, una niña de dos años y seis meses, que apenas caminaba y hablaba, el 8 de noviembre falleció producto de los golpes y su cuerpo frágil, según el informe médico, fue ultrajado cuando quedó a resguardo de su padrastro, mientras su madre menor de edad había ido a clases en una preparatoria.
Tres muertes con una misma coincidencia: violencia, marginalidad y madres jóvenes.
Este año se han cometido 73 feminicidios en el estado y es una cifra verdaderamente horrorosa, escandalosamente brutal pero, cuando esta violencia se dirige hacia menores, a niñas indefensas, esta adquiere otra dimensión. Estamos ante un drama humano que solo puede ocurrir en una sociedad profundamente enferma que produce asesinos instantáneos, fríos e indiferentes al dolor humano.
Es cuando cualquiera pudiera preguntarse: ¿Qué pasa en la familia, ese núcleo protector que se nos enseñó como generador de solidaridad y valores? ¿Y qué sucede en esas familias que se están creando teniendo una madre adolescente pobre? ¿Dónde y qué están haciendo las instituciones de protección a la niñez? ¿Cuáles son las políticas públicas si es que existen? y, ante la gran impunidad en materia de feminicidios y ahora en infanticidios, ¿Qué esta haciendo la fiscalía que no aporta resultados expeditos ante esta escalada de violencia contra adultas y menores?
Hasta donde se logra ver en estos crímenes de infantes no existen todavía detenidos, incluso donde hay a la vista sospechosos, o al menos a quienes se puede interrogar, para avanzar en las investigaciones y su esclarecimiento.
Se encuentra demostrado que la falta de resultados en la lucha contra el crimen es un incentivo mayor para seguir cometiéndolos. En el caso de las muertes de las niñas no estamos en los que produce el crimen organizado, sino la mayoría de ellos, incluidos los de adultas, se cometen en el entorno familiar o laboral. Y eso debería facilitar las investigaciones y reducir los riesgos que significa ir por miembros de los grupos armados que se mueven por todo el estado. Entonces, no lograr resultados para lo “sencillo” significa que no se puede alcanzar para lo grande, para lo complejo, en lo que es la lucha de poder a poder.
Y eso nos deja desprotegidos a todos. La Fiscalía puede responder que el proceso de investigación lleva su tiempo, y que no se trata de agarrar al primero que pasa por el lugar del crimen, está bien, pero qué sucede cuando el rendimiento institucional es tan bajo, tan escandalosamente insuficiente, que debería llevar a la rendición de cuentas y asumir las consecuencias de incapacidades de carne y hueso.
Pero esto no parece preocupar mucho, ya lo veremos en el próximo informe del gobernador, se les hablará a los sinaloenses de obras que se están realizando en todos los municipios, mejores calles y servicios, pero la sombra de estas tres niñas y detrás de ellas las siete decenas adultas a las que se les arrancó la vida en lo que va del año, será la imagen, sí de nuestra descomposición, pero también de la falta de efectividad del gobierno. Bien haría empezar por ahí en su discurso: la obra humana.
