Cuco Haro

cuco haro

Conocí a Cuco una tarde del otoño de 1972 en la inolvidable Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. En ese entonces quizá la más hibrida de las facultades. Coincidían en ella los personajes más snobs y estrafalarios con los distintos ismos revolucionarios.

Nosotros los mochitenses formábamos una pequeña comunidad que oscilaba entre la nostalgia estrujante del recién llegado y ese mundo que se revelaba asombroso y estimulante. El Ficho Villaseñor puso contacto a miembros de dos generaciones de mochitenses. Unos, los que habían vivido intensamente el 68, incluso algunos de ellos habían pasado una temporada en la cárcel de Lecumberri y los otros a lo más, nos había tocado en la prepa los primeros hervores de la enfermedad ultraizquierdista uaseña.

Nos encontrábamos en la facultad o en el departamento del Ficho y Úrsula, con personajes como el Garras el gran músico bohemio, Ramiro de la Vega, quien fue dirigente campesino del PMT, ya fallecido, Carlos López Portillo, Rococó y el Chayin Ceballos… Cuco les tenía un gran afecto y por su talante solidario conectó con los nuevos. Nos animaba a echarle ganas y no le hacíamos mucho caso, pero con tropiezos fuimos caminando en esa gran ciudad.

Esa época como a muchos nos marcó y una de las marcas indelebles fue nuestra inclinación hacia el pensamiento de izquierda. Eran los tiempos de la llamada Apertura Democrática que impulsó Luis Echeverría y buscaba dar cauce institucional a la inconformidad estudiantil expresada en 1968 y refrendada en 1971, pero está, no tuvo el éxito esperado.

Cuco, como muchos de nosotros, no fue indiferente y seguramente estuvo en muchas de las manifestaciones que se llevaban a cabo como fueron las desprendidas de la huelga en la UNAM en 1972 o las convocadas por la Tendencia Democrática del SUTERM que encabezaba el incansable Rafael Galván, quien entusiasmó mucho a los que gravitaban en torno al grupo Perspectiva, donde participaban sino me fallaba la memoria algunos paisanos como Gilberto Guevara, Vicente López Portillo, Pino Martínez…

De esa época tengo una foto con Cuco. Habíamos conocido en la UNAM a Orna Levín y Yael Yotan, dos lindas parisinas judías y las llevamos a conocer las pirámides de Teotihuacán. Ahí está el Cuco en la pirámide del Sol, feliz ante la inmensidad del Valle de México y claro de la bella compañía.

Terminó la carrera de periodismo y se dedicó a trabajar en la ciudad de México. Luego supe que regresó al estado y nos veíamos de vez en cuando en las reuniones de los amigos donde la bohemia se hacía presente con Serrat, Beatles…

Trabajó en el Debate y Noroeste donde rápidamente fue el editor del periódico y el ejecutor de su línea editorial. Le tocaron años difíciles en ese periódico que nació con vocación opositora. Siempre leal al periódico y al periodismo y le gana una estima muy especial en una nueva generación de periodistas. Aunque me dicen que los colegas de Los Mochis lo veían con recelo.

Francisco Cuamea reconocía en su página de Facebook, al saber de muerte, que su ingreso al periodismo se lo debe a Cuco.

Una vez que cumplió su ciclo en Culiacán se fue a Los Mochis, donde fue director de la edición regional de Noroeste pero no pudo consolidar el proyecto de expansión. No obstante, Noroeste para mucha gente de la región sigue siendo obligado en los temas medulares del estado. Y eso en parte se le debe al trabajo de Cuco y un pequeño grupo de reporteros.

Luego se jubilaría y todos los días era asiduo al café del Hotel Corintio con el mal llamado grupo tertuliano: Los Chachalacas. Ahí lo vi, la última vez, junto con otros paisanos igualmente críticos y agudos.

A Cuco le gustaba la bohemia y eso le permitió establecer un puente con amigos entrañables: Lalo Quintana, Culebrón Ríos Rosas, Chón Bojórquez, los hermanos Franco… Todavía hace escasos dos años nos reunimos en casa del generoso Antonio Davison y pasamos una tarde/noche inolvidable entre boleros, rock y los recuerdos de aquella época cuando casi todos queríamos cambiar el mundo.

Sólo, por último, cuando empezaba el gobierno del cambio con Malova, por el que había votado, y en el que muchos teníamos una esperanza, le manifesté mi desilusión luego de que integró su gobierno de “cuotas y cuates”.

Me recomendó que le diera tiempo a Malova y esperara un tiempo más. Pasaron los dos primeros meses y un día me escribió diciéndome: Tenías razón.

Descansa en paz, amigo.

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