En Choix un pueblo burla la muerte, pero es arrasado

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“Con los primeros balazos, mujeres, hijos, los hombres y yo corrimos al bosque, para que no nos mataran. Dejamos todo. Con lo que traíamos puesto nos salimos de las casas para que no nos encontraran. Nunca volteamos hacia atrás. Sólo corrimos. Eran ellos o nosotros”.

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“Ellos disparaban a lo que se moviera. Y nosotros estábamos caminando para escondernos.

“Cuando los balazos que disparaban más de 30 se detuvieron, comenzamos a bajar el cerro. Lo hicimos todo el día y la noche. Llegamos a puerto La Judía y allí nos volvimos a esconder, pasamos por Zapote de los Mandriles y nos quedamos en Cieneguita de Núñez. Éramos cómo 21 personas.

“Choix nos quedaba muy lejos, pero hacia allá teníamos que ir. Porque allá estaba la policía, los militares y la Guardia Nacional. Duramos casi dos días sin ayuda, y aunque la pedíamos, esta nunca llegó.

“Pudieron matarnos a todos. A todos. Pudieron no dejar a nadie vivo. Para eso iban, para matarnos, porque ellos quieren el rancho, quieren el ganado. Quieren lo que nosotros hicimos con el trabajo de mis abuelos, con el de mis papás y el de nosotros. Quieren lo que Félix Jacobo forjó durante muchos, pero muchos años de trabajo”.

Así resume “María”, una mujer de la sierra de Choix, cómo pudo escapar de una lluvia de balas que les disparaba un grupo de gavilleros que provenían de San Vicente, Chihuahua, y que pretenden desalojarlos por la fuerza de las armas de las tierras que sus antepasados han cuidado. Hasta este jueves, los pistoleros no solo se habían salido con la suya porque no encontraron oposición oficial, sino que arrasaron con fuego al pueblo, incendiándolo, robaron hatos de ganado completo y dañaron a tiros la infraestructura eléctrica del poblado.

Ella teme por su existencia y la de toda su familia, porque en donde habita, la ley del más fuerte, de la selva, es la que define quien vive y quien muere. Una regla que ellos, los desplazados por la violencia de la delincuencia organizada, sienten que es respaldada por el alcalde en turno, porque en lugar de ayudarlos, los abandonó.

POTRERO DE CANCIO. Control de criminales.

Ella está sentada por momentos en una losa de concreto sólido, a la que en ocasiones un escuálido benjamín sombrea. Se cubre el rostro con tapabocas. Tiene la mirada huidiza y es de un andar nervioso. No es para menos, porque a la muerte la ha visto de frente y le ha pelado los dientes. Prefiere no identificarse, ni decir en donde se oculta en la ciudad. Haber llegado a ella no había sido fácil, y hablar, menos, pero accedió, al cuidado de su madre, porque juntas escaparon, caminado horas por brechas y caminos vigilados por gavilleros.

Dice que están frescas en su memoria las columnas de humo que observó cuando dejó atrás su casa, la de sus padres y la de sus abuelos.

Para subir al Real Blanco, hay que recorrer un camino de terracería serpenteante durante cuatro horas. Debe cruzar por cuando menos cuatro poblados en donde el sicariato tiene retenes las 24 horas del día. En el Potrero de Cancio, ranchería que recientemente fue tomada por asalto por los mismos gavilleros, se colocó otro filtro armado. Ella y su familia tuvieron que sortear esos caminos. Y lograron hacerlo. Pero otros familiares quedaron atrapados en el monte.

“María” cuenta que la última balacera ocurrió el 8 de junio y duró siete horas. Logró bajar a la ciudad hasta el 10 de junio. Aunque pidió la ayuda a las corporaciones, nadie se la prestó. Algún policía la retornó la llamada y la interrogó sobre los hechos. Ella denunció, pero no recibió el respaldo que esperaba. Hasta ahora, ella y su familia están solas y a merced del grupo que desde el 1 de enero del 2020 dispuso de vidas y haciendas, cuando asesinaron a sangre fría a Félix Jacobo, un ganadero próspero, y a tres de sus empleados.

Félix, era quien fondeaba a pequeños ganaderos y temporaleros, que ahora tienen que malbaratar las cosechas y rematar sus hatos o son asesinados. Después del cuádruple crimen, los homicidios se han cometido a mansalva. Y en ellos han caído mujeres, como sucedió el 6 de mayo, cuando Francisca “L”, de 56 años y Cruz T., fueron asesinadas con disparos de gracia. Después de aquellas muertas, los tiroteos tomaron las calles de Choix, y la violencia se recrudeció. Choix convulsiona. Por eso, ella teme por su vida, porque en su rancho, en 15 días, han sido atacados tres veces. Y no es la única, los profesores de la telesecundaria “Roberto Vega Pérez” también se retiraron.

Tras, los tiroteos, Luis Morán Rodríguez, director de la Policía Municipal, anunció la instalación de una Base de Operaciones Mixta (BOMU), integrada por militares, policías municipales y la Guardia Nacional.

Esta funcionará en el Zapote de Los Mandriles.

Morán Rodríguez reconoció que unas 19 personas fueron auxiliadas para bajar de la sierra. Había hombres, mujeres y niños. El paradero de ellos es desconocido, aceptó.

Hasta el momento, ni esa BOMU ni los rondines militares han frenado las incursiones de los pistoleros. Los retenes continúan y los ataques a las rancherías también. Habitantes del Potrero de Cancio también fueron agredidos.

Artículo publicado el 14 de junio de 2020 en la edición 907 del semanario Ríodoce.

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