‘No manches Frida 2’

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Al igual que la primera parte estrenada en 2016, la única intención de No manches Frida 2 (México/2019) es recaudar en la taquilla el mayor monto de dinero posible, lo cual no está mal, pero puede hacerlo a través de un resultado interesante y no mediocre.

La prueba de lo anterior es que esta innecesaria cinta dirigida por Nacho G. Velilla —igual que No manches Frida (2016)— y escrita por Claudio Herrera, David S. Olivas y Sergio Sánchez —en la de hace dos años también participaron en el guión Herrera y Sánchez junto a Laurence Rosenthal— se estrenó en Estados Unidos a mediados de marzo, en donde recaudó 3 millones 894 mil dólares en las 472 salas en las que se proyectó, con lo que se posicionó en el sexto lugar de los mejores estrenos de este fin de semana en aquel país. También se trata de la segunda película mexicana más taquillera allá, después de No se aceptan devoluciones (2013).

Si en la primera entrega se ve cómo Zequi (Omar Chaparro) logra meterse al Instituto Frida Kahlo para recuperar la maleta con dinero que roba y que su novia esconde ahí mientras él está en la cárcel, y que lejos de hacerse rápidamente de los billetes termina enamorado de la tímida y responsable Lucy (Martha Higareda), ahora la historia comienza cuando estos están a punto de casarse, pero la despedida de solteros les hace una jugada que los lleva a arrepentirse de dar ese paso.

Por desgracia, la pareja tiene que viajar a la Rivera Nayarita, a las competencias entre escuelas en las que el Frida participa en ajedrez, volibol y baile, con la intención no solo de salir como los mejores, sino de conseguir que las autoridades no sancionen al instituto y lo desaparezcan.

Para mala suerte de Zequi, le toca competir con Mario (Aarón Díaz), el exnovio de Lucy, con quien ella está dispuesta a regresar, ahora que ya no tiene compromiso con el desaliñado, mal hablado e irresponsable profesor.

Como se siguió la misma fórmula que en 2016, el resultado de la cinta de 2019, por lo tanto, es el mismo: se trata de una pésima película. Algunos dirán que es divertida, curiosamente la gente no para de carcajearse la mayor parte de la proyección, y aquí es donde entra el dilema de qué es bueno y qué es malo, si, finalmente, la cinta cumple con su función de hacer reír. El punto es que hay formas distintas, más creativas, inteligentes y dignas de divertir, para no hacerlo desde la burla por las limitaciones y “diferencias” de las personas o en base a “malas” palabras.

Puede ser que Omar Chaparro sea simpático, pero, al menos en esta cinta, no es gracioso ni por lo que dice ni por lo que hace. Tampoco es creíble como motivador, al intentar alentar a los estudiantes a ser mejores, cuando él no tiene el comportamiento adecuado ni de novio ni de profesor. Martha Higareda está como siempre: sin chispa, sin gracia y sin matices. Aarón Díaz no tiene idea de lo que es interpretar y solo está ahí para justificar las líneas de Itatí Cantoral, quien no para de elogiar su cuerpo cada vez que lo ve. Desafortunadamente, Fernanda Castillo, quien sí es carismática, está desaprovechada.

En, fin, la película es un compendio de frases populares insertadas a la fuerza, malos chistes, situaciones absurdas sin gracia y estereotipos que la hacen por demás predecible. Véala… bajo su propia responsabilidad, como siempre.

Artículo publicado el 14 de abril de 2019 en la edición 846 del semanario Ríodoce.

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