¡No está de risa!

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Hay la mala costumbre en nuestra cultura de cuando sale un mal gobernante se hace mofa de él, se caricaturiza hasta reducirlo a un meme o un cartón editorial puntilloso, se trata a través de esas expresiones convertir la hilaridad en humor negro del error, el infortunado.

Esta forma de cultura política infame, si no tuviera que ver con el ejercicio del poder no pasaría de ser una buena vacilada, sin embargo, estamos frente a cargos electos, personas de carne y hueso que administran el patrimonio de todos los que vivimos en un municipio, un estado, un país.

Y entonces, ahí las cosas deberían ser diferentes y expresar además el malestar por canales institucionales de manera que, si un político en funciones esta deschavetado y un día dice una tontería y otro también, habrá que decirle que sus locuras las debe atender un especialista sin cargo para los contribuyentes y la imagen del gobierno.

Pero no, nos reímos, y hacemos escarnio del político en funciones, total muchos dirán “nos han tocado peores”, y mejor todavía otros dirán convencidos “cuidémonos de los cuerdos que los locos no hacen daño”, y esa actitud permisiva se explica mucho porque lo público frecuentemente se ve como un asunto de los otros, no de todos, sino de los políticos, esos que lo mismo dirigen un ayuntamiento que un hospital o pronuncian un discurso del deber ser en las gestiones de gobierno.
Da lo mismo y es que hay tal descaro con este tipo de político utility que tienen para todas y más si practican el corrupto: “ponme donde hay, aunque no me pagues”.

Los políticos deschavetados del tipo de aquel que en una visita a una escuela primaria arenga a los niños y en el extremo les dice a esos infantes entre el asombro y el susto: “Soy su jefe político” y se va dejando su estela de insensatez y así va a la otra donde discurre sobre su triunfo electoral con un “yo me lo gane en las urnas, fue mi labor de convencimiento”, o el otro político dicharachero que ha construido su liderazgo con sus ocurrencias estrafalarias que le han permitido ganar una y otra vez una alcaldía y ahora ha llegado al Congreso del Estado, y lo mismo se lanza con todo y ropa al mar que llega a la sede con ropa fuera de tono y formalidad ante las sonrisas socarronas de sus compañeros.

Y eso quizá no pasaría de ser un exabrupto, si no fuera por la ausencia de oficio político, su incapacidad para construir una administración pública eficaz y eficiente, lo suyo es estar en los medios en una catarsis permanente luchando contra molinos de viento y así pasa el tiempo. Y eso en sociedades con tantas carencias es un crimen de lesa humanidad que debe corregirse con urgencia.

Por eso no esta de risa, es algo muy serio que debería convocar a los partidos a que sometan a valoración psíquica a sus potenciales candidatos y al Poder legislativo examinar la pertinencia de continuar un político en funciones de gobierno visiblemente incapacitado para gestionar lo público.

Los partidos son muy laxos en eso de escoger sus candidatos, ahí tenemos el caso de la “Chapodiputada”, que luego de negar vínculos con el crimen terminó aceptando todo lo que aquí se señalaba, y eso obliga a revisar la ley de partidos. Incluir un capítulo sobre la salud pública y mental en la selección de candidatos. Y el Congreso del Estado convertirse en un ente de observación de la gestión municipal. Están llegando improvisados a la función pública sin mínima idea de sus responsabilidades institucionales y eso los lleva constantemente a ser el hazmerreír del pueblo. Materia de memes y caricaturas cuando no de comentarios procaces lo que quita lustre a las instituciones.

En definitiva, estos políticos que son la “nota” periodística, el insumo de escarnio en redes sociales y la descalificación a botepronto, tiene un alto costo para las finanzas públicas y eso debe corregirse con medidas de tipo institucional pero también de tipo político, no puede ser que en aras de votar y ser votado lleguen a los gobiernos personas de atar para producir daño.
O sea, esto ¡No está de risa!

Artículo de opinión publicado el 10 de febrero de 2019 en la edición 837 del semanario Ríodoce.

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