Covid-19: rendirse no es opción

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Lo peor que nos puede pasar en medio de la pandemia y cuando muchos datos indican que no hemos alcanzado el pico más alto, es rendirnos. No lo han hecho los médicos, camilleros y enfermeros, “la primera línea”, que expone su vida todos los días para salvar otras; por eso nadie más tiene derecho a hacerlo, ni desde la población, ni desde el gobierno. Por el contrario: la certeza de que el problema de salud que enfrentamos es más grande de lo que logramos anticipar y más complejo también, obliga a tomar las cosas con más serenidad, con mayor inteligencia y honradez. Desde la población despojarnos de irresponsabilidad, pero desde el gobierno, de demagogia y politiquería. Hacer política desde la desgracia, es tan despreciable como hacer negocio.

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Pudo preverse que no sería tan fácil domar la pandemia en sociedades abiertas como las nuestras. No somos China, ni Singapur, ni Corea del Norte. En México ni siquiera nos hemos puesto de acuerdo si los cubrebocas sirven o no, o cuándo usarlos y en qué espacios. Dentro del mismo gobierno hay desacuerdos y, en algunos de sus personajes, hasta valemadrismo.

No es fácil controlar la disciplina en una metrópoli que rebasa los 20 millones de habitantes. Y menos con sistemas de salud, sociales y económicos como los que tenemos en México, dispersos y precarios, donde cada institución jala por su cuenta y los sectores más golpeados por la crisis fueron dejados en el desamparo. La gente se ha enfrentado a la disyuntiva de morir de Covid o morir de hambre. Es literal. Tampoco es como comerse un dulce o empinarse una cerveza, controlar poblaciones como las de Culiacán, Mazatlán o Guasave, donde ha reinado la impunidad por décadas. La gente no cree en el Gobierno y por lo tanto se somete a medidas de confinamiento si la obligan pero las pisotea si le abren tantito la puerta. No se pueden reabrir las playas sin que la gente haga tumultos y se comporte como si nada estuviera ocurriendo. Por decirlo claro: no hemos tomado conciencia de la gravedad del problema. Incluso –podemos debatirlo–, tal parece que nos hemos acostumbrado a que la gente esté muriendo por la pandemia. Debe haber un promedio de 800 muertes diarias en México y ya no nos sorprende ni nos duele. Recuerdo esas mismas cifras cuando ocurrían en España, Francia e Italia y nos embargaban el asombro y el miedo.

Puede verse a una sociedad ansiosa por volver a la vida de antes, sin que se haya percatado todavía que la vida ya no será como antes… por lo menos en mucho tiempo. Fui a unas salas de cine a preguntar. Las abrieron el viernes y fueron 20 personas, el sábado 30 y el domingo 40. Igual muchos restaurantes abrieron al público pero la gente tiene miedo sentarse a comer. Si se confirma lo que han dicho los científicos –y que la OMS ya dijo que analiza—en el sentido de que el virus puede estar en el aire mucho tiempo, este tipo de prácticas serán mortales. Por eso es importante la serenidad, la prudencia, el cuidado de uno mismo y el respeto por los demás. Hay muchas cosas que no sabemos todavía de este mal voraz que nos invadió y vale más no jugar con él.

¿Cuál es la prisa, por ejemplo, de que el gobernador anuncie que va a reabrir los gimnasios? ¿Son tan importantes? De hecho, no debieron abrir las salas de cine cuando restringen el paso al centro de la ciudad. Si las salas se llenaran lo más seguro es que ahí surgieran nuevos contagios todos los días.  Formalmente Sinaloa está en semáforo rojo pero la “autonomía” le permite al gobierno estatal y a los municipios establecer sus propias reglas, las cuales, por cierto, han resultado contraproducentes. Y allí está Guasave como botón de muestra, donde los contagios y muertes se han disparado.

Por lo pronto, todas las actividades recreativas deberían ser suspendidas. Todas. Concentrarse en las actividades productivas esenciales debiera ser una medida estricta. Y no ceder a las presiones. Varios países europeos lograron salir de su infierno gracias a eso y es lo mínimo que debiéramos  aprender de ellos. No hacerlo es igual a rendirse.

 

Bola y cadena

UNA PRINCIPALÍSIMA OBLIGACIÓN del gobierno en un clima sanitario así, es proveer a la gente de información cierta y clara sobre lo que está pasando, sin manipulaciones ni demagogia. Pero esto no ha ocurrido en México empezando porque el subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell dijo reiteradamente que los cubrebocas estaban buenos para la foto pero no para otra cosa. Error, porque, para empezar, ninguna medida está de más ante un virus tan contagioso. La otra es que los números han sido manipulados al antojo del gobierno federal y de los gobiernos estatales, al grado que el análisis del semáforo de riesgos fue suspendido el pasado jueves porque –dijo López-Gatell—los estados no estaban dando información confiable. ¿Y entonces? ¿Dónde estamos y hacia dónde nos llevan?

Sentido contrario

EL CONTROL DEL CONGRESO SINALOENSE está a punto de pasar de nuevo a manos del gobernador, como en los viejos tiempos. Morena no ha sido capaz de operar la cohesión del grupo parlamentario y desde el inicio de la presente legislatura se vio cómo varios diputados respondían no a Morena, sino al gobierno estatal, a través de los oficios del PRI, lo cual ha obstaculizado que algunas leyes o reformas de la agenda morenista queden en el camino. La semana pasada, el dictamen de rechazo a la propuesta de Eva Guerrero para ocupar el Ismujeres fue rechazado y tendrá que votarse uno nuevo, porque varios diputados de Morena votaron codo a codo con el PRI.

Humo negro

VISTO ESTO, SOLO QUEDA ESPERAR a que al interior del grupo morenista se pongan de acuerdo para destronar a Graciela Domínguez. Con lo cual no solo se perdería el grupo, sino también el Congreso. ¿Y los operadores?

Columna publicada el 12 de julio de 2020 en la edición 911 del semanario Ríodoce.

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