Macabro tiradero de cadáveres en La Arrocera en el norte

CONEXIÓN. Personas desaparecidas y encontradas en fosas tienen conexión con el poblado.
CONEXIÓN. Personas desaparecidas y encontradas en fosas tienen conexión con el poblado.

El jornalero Juan Carlos Montoya Félix salió de su casa con rumbo al predio La Arrocera, entre los municipios de Ahome y El Fuerte. Nunca llegó, o si lo hizo, desapareció cuando estaba en él.
Tres meses después, su cadáver fue encontrado ya en descomposición. Tenía un balazo en la cabeza y fue sepultado en una fosa clandestina a espaldas del poblado El Macapul. Embolsado y encalado, el cadáver fue descubierto accidentalmente por labriegos.
Días después, los adolescentes Jesús Enrique y Elver, ambos de 17 años, y amigos residentes del ejido Mochicahui, en El Fuerte, aparecieron con sendos tiros en la cabeza, frente al poblado La Arrocera. Habían sido inmovilizados con ataduras plásticas. Estaban en paños menores.
Las investigaciones de peritos forenses revelaron que los cuerpos permanecieron horas expuestos al medio ambiente. Por eso la piel del rostro se quemó y las partes blandas de sus cuerpos fueron devoradas por la fauna silvestre. La primera impresión policial del hallazgo fue que habían sido torturados antes de ser asesinados, pero la investigación médica descartó esa premisa.
Ambos crímenes se envuelven en el misterio y desconcierta a las autoridades policiales.
Los dos casos tienen una conexión: La Arrocera. Este es un poblado de nacimiento irregular, como todos los que se edifican en una zona plagada de empaques legumbreros y con visitadas tan dispersas como ocasionales. En su mayoría son jornaleros que proceden de estados pobres como Oaxaca o Guerrero. Las casas carecen de servicios. Sus habitantes defecan en letrinas o en el monte y hacen sus quehaceres y beben agua turbia cruda extraída a baldazos o con bombas del canal Lateral 18. La recolección de basura es esporádica, y lo peor para la seguridad de sus habitantes, se puede llegar al lugar por el monte, por carreteras o veredas, tan esporádicamente patrulladas por la policía como por las fuerzas militares.
Está enclavada en la confluencia de tres municipios: Ahome, que es el más cercano; El Fuerte, el más lejano y Guasave, el intermedio. Por eso ninguna autoridad municipal le toma importancia. Todos se lo cargan al vecino.
Ante ese desamparo, algo macabro ocurre en la zona agrícola por naturaleza propia.
El subprocurador regional de justicia, Evaristo Castro Borbolla confirmó que los hallazgos recientes de personas asesinadas tienen una conexión territorial con el poblado La Arrocera. Y hay otra causa, en casos de desaparecidos recientes, esa región también es notoria.
Reveló que las investigaciones no le dicen nada aún, pero los criminalistas han centrado sus investigaciones en la zona, para establecer hipótesis del resurgimiento de la región como una nueva área macabra. Tal y como antes ocurrió con Concheros, en Guasave.
Gerardo Amarillas Gastélum, coordinador del mando único policial en la zona norte y director de la policía preventiva en Ahome, aceptó que en días recientes la región de La Arrocera se ha vuelto macabra, ya sea porque desaparece gente sin testigos y sin dejar huella, o porque siembran cadáveres de personas cuyos últimos meses de vida son un misterio, tanto para los allegados como para familiares cercanos.
No justificó la poca eficacia de los operativos en la zona, pero dijo que por sus condiciones geográficas propias se dificulta el actuar policial. Y así, el grupo criminal o delincuentes ocasionales tomaron esa región como basurero siniestro.
“Creo que puede ser porque está alejado de todo, y no tiene nada cerca. La asistencia que se le puede proporcionar a la población no es rápida, y eso es un problema de seguridad”.
Otra probable causa para dejar los cadáveres en esa zona es que no se quiera calentar los municipios vecinos como El Fuerte o Guasave, y mantener presión sobre Ahome, el cual es mucho más seguro y tranquilo que las otras dos demarcaciones, tomando en cuenta el nivel promocional.
Podría ser una provocación a la policía. Y si esa hipótesis es cierta, tendrá entonces una reacción, que pronto deberá dar resultados, con detenciones o con bajas.
Consideró que no hay un grupo delictivo tan fuerte como para enfrentar al Estado en la zona macabra, por lo que la reacción es inminente.
Silencio fortence. Aunque la zona limítrofe entre los municipios de Ahome y El Fuerte es siniestra, el alcalde Marco Vinicio Galaviz se resiste a aceptarlo.
Incluso, prefiere ignorar que algo macabro pasa en la región que gobierna, en donde desaparecen policías incapacitados médicamente, sin dejar rastro, tal y como le ocurrió a finales de la primer decena a José Antonio Castro Vázquez, de 45 años de edad.
Galaviz no comentó al respecto, y sostuvo que por el contrario, gobierna un municipio seguro, en donde e turismo ha repuntado y la población se siente segura. Y lo estará más, cuando incorpore a la vigilancia local unas ocho patrullas más, dijo.

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