‘Los herederos’, una cinta mexicana en Netflix

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La oferta de Netflix tiende más a complacer al público menos exigente, pero eso no implica que carezca de películas que intenten ir más allá de lo mismo y busquen ofrecer una mirada más crítica de la, aparentemente cada vez más decadente, sociedad.

En esa lista de títulos se encuentra Los herederos (México/2015), dirigida por Jorge Hernández Aldana (El fúfalo de la noche, 2007) y escrita por él junto a Gabriel Nuncio, una cinta en la que, de entrada, parece que no sucede mucho, pero en el fondo plantea una situación latente que urge atenderse.

Cuando un chico le ofrece a Coyo (Máximo Hollander) hacer un cruce con sus perros, nunca imagina que ese sería el comienzo de una serie de acciones que lo llevan a alejarse de sus amigos y relacionarse con otros con los que pasa unas vacaciones muy intensas, donde su adolescencia es idónea para experimentar con el cigarro, el alcohol y las chicas, hasta que las consecuencias de un reto llevan a sus papás, ahora sí, a que intenten ponerle límites.

Los herederos no se trata de la mejor película mexicana, pero sí de una muy interesante que exhibe las prácticas de un sector de la sociedad y de un grupo de edad que bien puede trasladarse a otros contextos. No solo aborda las inquietudes típicas, de siempre, de los adolescentes que buscan revelarse y llamar la atención de cualquier manera, sin importarles las consecuencias de sus actos, sino la lejanía, el descuido, la poca atención y el grado de alcahuetería que los papás tienen hacia ellos.

La cinta no muestra nada que no se haya visto, lo importante es que refleja un aspecto que no solo sucede en algunas familias, de un nivel económico pudiente específico: eso mismo pasa, en general, en la sociedad, en la que pareciera que poco importan los demás, por lo que las prácticas de civilidad no son muy frecuentes; en donde se privilegia el experimentar, el querer hacer y el saber que se puede, sin tomar en cuenta qué tanto se afecta negativamente a los otros.

Es preocupante cómo los papás tienen pleno conocimiento de lo que hacen sus hijos, que se ausentan toda la noche, se llevan los carros sin permiso, fuman, entre otras muchas cosas, y no hacen nada o lo suficiente por reprenderlos: permiten que las situaciones se salgan de control y las consecuencias de eso les salen caras. Eso mismo se vive en la realidad, en otros sentidos: aunque los progenitores están conscientes de los riesgos a los que se exponen, prefieren no querer saber qué hacen sus hijos internet, por ejemplo.

Otro aspecto alarmante de la película es esa frase que dice Mabel (Úrsula Pruneda) a su hijo Coyo, hacia el final: “las cosas se arreglaron, tenemos que tomar esta oportunidad y nos vamos a regresar mañana”, que no es otra cosa que una muestra irrefutable de corrupción. Lo que el chico hizo no fue nada menor, pero, al parecer, ahí aplicó el “con dinero todo se puede”.

El elenco de adolescentes es muy convincente y las situaciones son muy apegadas a la realidad. Desafortunadamente, la cinta nunca logra un ritmo adecuado y entre más se acerca el final, acaba por perderlo. No se la pierda… bajo su propia responsabilidad, como siempre.

Artículo publicado el 21 de abril de 2019 en la edición 847 del semanario Ríodoce.

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