Liberato Terán, entre la rebelión juvenil y el silencioso cultivo de poemas

“LIBERATO TERÁN, todos lo sabemos, es una de las figuras emblemáticas del movimiento estudiantil sinaloense —en el que anticipó como líder de la huelga de 1966—, el parteaguas histórico del 68 en México (y en el mundo). Su poesía es circunstancial y puede leerse en conjunto como una especie de diario de los acontecimientos que le tocó vivir en su tiempo. La rebelión juvenil, con todas sus rupturas en el plano político, moral, educativo, es el elemento central de una poesía que aspira a convertirse en eco de la generación del 68, la suya, en su afán de edificar el paraíso de la libertad y la justicia en el aquí y ahora”. Ricardo Echávarri.

Este es el comentario que aparece en la contra portada del libro Composiciones (para futuras poesías), editorial EA, enero 2018 de Liberato Terán Holguín, quien nació en San Ignacio, Tamazula, Durango en 1947 y murió en Culiacán en el año 2014. Estudió Economía en la Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS) y realizó un doctorado en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), impartió clases en la UAS, UNAM y la Universidad Autónoma de Guerrero. Y también se desempeñó como funcionario en la UAS.

Sin embargo, en lo personal y muchos otros, que fuimos testigos de las luchas estudiantiles en los años 60 y 70 en la UAS, recordamos a Liberato como un valiente y decidido líder, cuyas intervenciones fueron determinantes para el triunfo de los objetivos por los que se luchaba; por citar un ejemplo: el logro de la autonomía de la UAS. La personalidad, la reciedumbre y la voz de aquel joven guerrero, se imponía y animaba a aquellos jóvenes revolucionarios.

Aquellas luchas nacían del espíritu de una Universidad que hacía suyas las causas del pueblo, era una Universidad crítica y popular. Mucha gente cifraba esperanzas de un mejor destino, sentían que no estaban solos ante los embates de las injusticias de los malos gobernantes; también se luchaba contra las alzas de los precios de agua, luz, transporte y la eterna lucha por un mejor salario para los trabajadores en general.

Ese espíritu revolucionario estudiantil que fue ejemplo y orgullo de los estudiantes y maestros, en especial de los de la UAS, ahora esta coartado, sometido, amenazado.

Liberato Terán, el poeta

Ricardo Echávarri en su introducción al libro, comenta: “En la poesía moderna hay poetas que cultivan el poema casi en secreto, ocultando su belleza y resplandor a un público distraído en novedades. Entre esos poetas que parecen buscar las sombras —casi con la misma pasión que otros buscan la fama—, sobresale Gérard de Nerval, el célebre autor de Aurelia. ‘Hizo todo por permanecer desconocido’, dice su condiscípulo Teófilo Gautier, quien supo descubrir, en los versos de Nerval, el otro sol, el de la melancolía, de la poesía romántica francesa.

En el baúl y, entre cientos de páginas, se encontraron los poemas de Fernando Pessoa, el más grande poeta moderno en lengua portuguesa. Ungaretti solía escribir sus poemas en servilletas, siempre con la urgencia y sencillez de quien escribe y purifica el lenguaje de la tribu.

De este tipo de poetas, convocando a su musa casi en secreto, es Liberato Terán, quien en un cuaderno olvidado entre sus papeles, y con el título Composiciones (para futuras poesías), dejó plasmados sus versos de singular contenido y belleza”.

Juárez y Lincoln, Bolívar y Martí

forman en nuestra América un crisol.
Juntos, adalides de la Ciencia y la Ley:
Finley, Franklin, Lavoisier y Jurín,
Russell y Lenin, Confucio, Cristo, un sol.

En su poesía, Liberato delata su extensa preparación académica; ahí están reflejadas las enseñanzas que abrevó de Marx, José Martí, Lenin, Rimbaud, John Reed; sus estudios sobre la Revolución Mexicana, Villa, Zapata, Buelna, Che, Salvador Allende, Fidel. Es notable que Doroteo Arango —Francisco Villa— fue uno de sus preferidos, y en otras creaciones se reflejan las influencias de Ramón López Velarde, Valery, Whitman, Borges.

Innecesaria es la inspiración poética para cantar la victoriosa gesta estudiantil. La juventud se lanza en carrera frenética conjugando el empuje la razón que le guía, al corolario excelso del verbo redimir. Hablo yo de la huelga, del digno movimiento iniciado a principios, el siete de septiembre de 1966.

Al final del prólogo, Ricardo Echávarri, expresa: “Qué felicidad y beneplácito para los lectores de poesía, que la devoción que Lorenzo Q. Terán tiene por su hermano haya hecho que descubriera, entre sus papeles y documentos legados, este cuaderno de versos y que podamos disfrutar, como disfrutamos al leer sus ensayos y sus discursos, esta modalidad luminosa y feliz de su escritura, su completa poesía”.

Quirino y sus secuaces siguen inmersos en el silencio, disfrutando el confort en sus elegantes oficinas, atendidos por sus lacayos. Enervados en su comodidad, ignoran que la impunidad genera más violencia. ¡Justicia! ¡Justicia! ¡Justicia! Para nuestro compañero y amigo Javier Valdez Cárdenas y los 130 mil asesinatos cometidos durante este sexenio de Enrique Peña Nieto.

*Autor de las novelas Tierra blanca, La maldición de Malverde, La agonía del caimán. Búsquelas en librerías Educal, México y Gonvill.

Artículo publicado el 25 de marzo de 2018 en la edición 791 del semanario Ríodoce.

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