¿Dónde está la iglesia?

 
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Francisco “es un profeta que viene a cambiar la historia”: obispo Raúl Vera
 
Este lunes, el Papa Francisco estará rezando en la Catedral de la Paz, de San Cristóbal de las Casas, frente a la tumba de Samuel Ruíz García, obispo emérito de esa diócesis que dejó hace más de quince años, y muerto hace cinco, pero cuya memoria aún desata las fobias de sus adversarios históricos y es signo de esperanza y resistencia para muchos creyentes y defensores de los derechos humanos.
Francisco estará frente a los restos de un hombre que no siempre fue bien acogido por el Vaticano, que fue criticado por sus pares mexicanos por ‘cantar fuera de coro’, acusado por el gobierno federal de alentar la rebelión en las comunidades indígenas chiapanecas y el surgimiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en 1994.
“Teólogo de la violencia”, lo llamó el presidente Ernesto Zedillo; repudiado por los coletos (los mestizos acaudalados de la ciudad) hasta la amenaza de muerte, y amado por miles de indígenas, quienes le llamaban Tatic. (Padrecito, en tzotzil).
Como su predecesor Fray Bartolomé de las Casas, por más de 40 años Samuel Ruíz, en su trabajo como obispo, optó por los pobres, fue un férreo defensor de los derechos de los tzeltales, tzotziles, choles y tojolabales y denunció las complicidades entretejidas en las estructuras sociales para concretar el despojo de los indios mayas de su jurisdicción.
En enero del año 2000, a punto de cumplir cuarenta años al frente de su diócesis, en una ceremonia masiva en el pueblo de Huixtán, Samuel Ruiz ordenó a un centenar de diáconos indígenas casados, alcanzando así una cifra cercana a los 400 ministros indígenas portadores del orden sagrado que consolidaban el anhelo de una iglesia autóctona, un sueño que el Tatic acarició desde los años sesenta cuando el Concilio Vaticano II abrió las puertas para la inculturación de la fe, de lo cual fue un ferviente promotor.
Sin embargo, el Vaticano lanzó una prohibición fulminante y detuvo el proceso de ordenación de los diáconos casados.
Sobre esto conversamos con Fray Raúl Vera López, religioso dominico, actual obispo de Saltillo, que fue un coadjutor muy cercano a Samuel Ruíz desde 1995 hasta 2000 en la diócesis de San Cristóbal de las Casas, para quien el gesto del Papa Francisco, de rezar ante la tumba del obispo Ruiz, equivale a la beatificación reciente de monseñor Óscar Arnulfo Romero, el arzobispo de San Salvador asesinado en 1980  por agentes del gobierno salvadoreño mientras celebraba la misa.
—Desde su óptica, ¿por qué el Papa visita preferentemente lugares empobrecidos, marginales, donde está presente  la violencia, la exclusión y la corrupción?
—No tiene nada de extraño, es el estilo propio del Papa Francisco y ese es el Papa que tenemos. Él ha enfocado su servicio pastoral a la Iglesia a partir de los más vulnerables. Lo dijo desde que comenzó su pontificado: ‘La Iglesia tiene un poder y ese poder es el amor, manifestado en el servicio a los más pobres’. ¡Impresionante! Por otra parte, anunciar el evangelio en lugares de conflicto y de grandes contradicciones es muy propio de la teología latinoamericana, donde hemos avanzado a pesar de muchas carencias, de muchos ataques, incluso de la propia jerarquía eclesiástica. El Papa está asumiendo con muchos creyentes la cruz del sufrimiento social, está corriendo muchos riesgos, pero también sabe que el camino de la cruz lleva a la resurrección. Es una manera de acompañar a la Iglesia latinoamericana y a muchos grupos sociales que están luchando y resistiendo por construir una nueva sociedad, y él es un profeta que viene a cambiar la historia.
—¿Qué simboliza rezar ante la tumba del obispo Samuel Ruíz en San Cristóbal de las Casas?
—El Papa es un hombre humilde que viene a honrar la memoria de un hermano obispo que sirvió incansablemente a los pobres, vivió entre ellos, corriendo riesgos, amenazado de muerte, que prefirió estar más cerca de los pobres que del poder, y el Papa sabe lo que es andar entre los pobres y sufrir lo que sufren los pobres. Para mi ese gesto es equivalente a la beatificación de monseñor Óscar Arnulfo Romero, arzobispo de San Salvador, asesinado por el gobierno salvadoreño en 1980.
Fray Raúl Vera, quien fuera coadjutor del obispo Samuel Ruíz, narra que debido a las reiteradas amenazas de muerte que recibió, el obispo Ruíz vivía protegido por escoltas que en varias ocasiones pidieron refuerzos cuando se cernían las amenazas contra su vida. Pero cuenta que en una ocasión a las once de la noche llegó a la casa del obispo una mujer muy afligida, muy desesperada, a rogarle que fuera a ver por su hija a la morgue porque estaban a punto de meterla a un congelador sin haber comprobado su deceso. Era una mujer pobre, sin recursos, había ido a todos lados y la habían despachado sin esperanza diciéndole que su hija estaba muerta y que no podían hacer nada, pero ella tenía la certeza de que estaba viva. A esa hora, solo, con la amenaza encima, sin escoltas, don Samuel acompañó a la pobre mujer hasta la morgue, y allí en la plancha donde tenían a la hija, al estarse preparando para darle la extremaunción, alcanzó a percibir que el cuerpo aún tenía un soplo de vida, y fue de inmediato a decirles a las autoridades que tenían que revertir el diagnóstico porque esa muchacha estaba viva. Ese era don Samuel. Un hombre que siempre corría riesgos por acompañar a la gente pobre.
—El Papa va a encontrarse en Chiapas con diáconos indígenas casados, ordenados por don Samuel Ruíz, lo que desató una polémica en el Vaticano. ¿Qué significa, qué puertas abre para el sacerdocio uxorado?
—El diaconado permanente es una institución del Concilio Vaticano II y ya nadie lo echa para atrás. Lo que hizo don Samuel en las comunidades indígenas fue una interpretación de ese mandato de inculturar el evangelio en el contexto de las comunidades, de acuerdo con su cultura. En las comunidades indígenas, el celibato es un obstáculo cultural para ejercer cargos; no aceptan que quienes tengan cargos civiles o religiosos sean solteros, por eso los cargos allí se asumen en pareja, como un servicio a la comunidad, no como una detentación de poder. Y eso es lo que nunca han entendido en Roma ni la iglesia aquí en México, porque tienen una visión vertical, muy jerárquica, y creen que las cosas tienen que hacerse de arriba para abajo, de acuerdo con el modelo grecorromano. Y don Samuel lo que hizo fue impulsar la Iglesia autóctona, que es un modelo horizontal, organizado en equipos pastorales, donde participa la comunidad —laicos, sacerdotes, religiosas y religiosos— en igualdad, en comunión, y donde todos somos servidores y no ostentan un poder.
“Fortaleció la práctica de los sacramentos administrados por diáconos indígenas, porque además don Samuel entendió que un sacerdote de fuera, por muchos estudios que tenga, nunca va a asimilar cabalmente cómo los indígenas entienden y viven la fe, por eso era necesario que ellos mismos administraran los sacramentos y que formaran una comunidad eucarística para fortalecer a la Iglesia, aportándole su idiosincrasia y la sabiduría ancestral de los pueblos mayas.
“Junto con don Samuel yo ordené a muchos diáconos y al igual que él recibí reprimendas. El cardenal Jorge Medina Estévez, que era el prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, en Roma, dijo barbaridades de mí, pero nosotros seguimos ordenando diáconos que ya estaban casados, y que de acuerdo con la cultura indígena tenían que asumir así su ministerio.
“También es un asunto de poder, cuando nosotros dejamos la diócesis había casi 400 diáconos indígenas y poco más de 60 sacerdotes. Y en un contexto de mentalidad clerical eso es una amenaza, porque piensan que los diáconos van a tomar el control de la Iglesia.
“Lo que no se entiende es que estos diáconos indígenas no tienen una noción de poder; ellos se conciben servidores; ellos no viven del ministerio, viven de su trabajo. Ellos siembran la palabra de Dios pero comen de la siembra de sus terrenos, no del ministerio. Pero prevalece en la mentalidad de muchos sacerdotes la idea de que si los diáconos son mayoría entonces se van a sentir amenazados, pero esa es una mentalidad de poder clerical, es una visión torcida y pobre de lo que es la Iglesia y de lo que es la inculturación de la fe.
“En cuanto al sacerdocio uxorado o permitir el matrimonio a los sacerdotes, y la incorporación de las mujeres a la ordenación, yo siempre digo que espero que el Espíritu Santo vaya diciendo en el futuro qué pasos damos, ¡pero no le cerremos la puerta!”
—Un cardenal mexicano expresó que espera que el Papa Francisco no venga a regañar a los obispos mexicanos sino a reconocer su labor. ¿Usted esperaría un regaño del Papa?
—Cada quien habla desde su conciencia… Yo diría que no sería la primera vez que un Papa regaña a los obispos. Además, a un hijo se le corrige, la Biblia dice que Dios reprende a los que ama, y poda a los que están dando fruto. Ya en 2006 el Papa Benedicto XVI nos regañó a unos obispos mexicanos que fuimos a la visita Ad Limina. Cuando le presentamos un informe sobre la situación de la Iglesia en México, y le dijimos que había injusticia, pobreza, desigualdad, mucha violencia, que el crimen organizado estaba infiltrado en todas las estructuras del gobierno y que la gente estaba sufriendo mucho, él nos respondió: ‘a ver, explíquenme, cómo es que habiendo tantos millones de católicos en México están ocurriendo estas cosas, cómo los están formando ustedes, qué está haciendo la Iglesia…’
“Aquí en Saltillo, el obispo emérito don Francisco Villalobos, ante la situación que estamos viviendo, nos preguntaba en una homilía ¿dónde está la Iglesia?
“Y El Papa Francisco sabe lo que está viviendo México, y la gente lo espera con mucho cariño, pero también espera una palabra de aliento y esperanza, y yo creo que el Papa tendrá todo el derecho de preguntarnos a los obispos ¿dónde está la Iglesia? Y qué estamos haciendo ante tanto sufrimiento”.
 

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