El ‘Pirata de Culiacán’

Juan Luis Laguna Rosales, mejor conocido en el medio de las redes sociales como el Pirata de Culiacán, fue un joven bloguero que cayó asesinado en un bar de Zapopan luego de que presuntamente habría ofendido en las redes sociales al líder de una organización criminal tapatía.

Tuve oportunidad de ver una de las entrevistas que le hicieron hace algún tiempo y descubrí que este joven de escasos 17 años, tenía serias dificultades para expresar sus ideas, no articulaba bien y era presa constante de su limitada formación cultural y artística, que lo resolvía de manera fatal con lapsus y seseos.

Juan Luis aun con esas limitaciones estructurales, logró hacerse de un nombre, mejor dicho de un apodo que tenía más de un millón de seguidores, los que seguramente tenían empatía y se divertían con sus limitaciones verbales, desplantes y ocurrencias mal hilvanadas para con sus receptores.

El clic que él tenía con sus fans está asociado al perfil de sus interlocutores, ese tipo de millennials muy frecuente en las redes sociales: analfabetas funcionales, incapaces de estructurar una idea, trasmitir un mensaje con mínimos de sintaxis u ortografía, y ausente de un compromiso con algo que esté más allá de la ocurrencia y el chiste sin lógica ni gracia.

Es la expresión espontanea convertida en un chasquido emocional y capaz de desentornillar de risa a sus similares de playera y gorra. A esos los millennians que pasan de todo y evitan entrar en profundidades para flotar en la superficie social. En ese mundillo donde todo es light, risa, fiesta, caguamas e irrelevancia cotidiana. Son lamentablemente los nuevos referentes culturales de algunos segmentos sociales que pululan en el anonimato o la ostentación de la red.

No es casual que haya sido su producto de una ciudad como Culiacán, un lugar donde la narcocultura está muy extendida y crea este tipo de personajes caracterizados por la simplicidad y la trivialidad. Y que el comediante Cid Vela recrea y exagera a través de El Ezequiel, ese personaje buchón que ostenta el exceso como una forma de afirmación y reconocimiento social (Léase de mi autoría El Ezequiel, el chico enamorado http://www.sinembargo.mx/03-11-2017/3343167)

Justo ahí radica la diferencia entre uno y otro personaje. Mientras el Ezequiel es representación de una figura, un alter ego, el Pirata es su encarnación más llana. Uno juega con los desplantes mientras el otro se mete de todo para ganarse el reconocimiento de sus fans. Ahí están como ejemplo  los consumos explícitos de droga y alcohol de este chico de escasos 17 años que se atosiga con un polvo blanco, presumiblemente cocaína  y alardea con una botella de Buchanan en mano.

Droga y alcohol era la carta de presentación del Pirata, una suerte de alter ego de los consumos de sus seguidores, muchos jóvenes están metidos en esa lógica como el único asidero de la vida, vivir el momento, el futuro no existe o es muy sombrío y no hay tiempo que perder.

Ya se ha dicho la máxima liquidacioncita del mundo buchón  y el sicariato: “Vale más una vida corta como rey que una vida larga como paria”.

En fin, con la muerte temprana de este joven, todos morimos un poco, nuestra sociedad está produciendo este tipo de personajes que las redes popularizan con extrema rapidez y muestran que entre menos ofrezcan, mejor para una audiencia que seguramente estará esperando el siguiente Pirata.

Que esperemos tenga mejor futuro.

Artículo de opinión publicado el 24 de diciembre de 2017 en la edición 778 del semanario Ríodoce.

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