El ‘Chapo’, las FARC, funcionarios de Pemex y el tráfico de drogas

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El ‘Chapo’ y Alex Cifuentes.

“¿No le gusta lastimar a la gente?” Le preguntó Jeffrey Lichtman a Jorge Milton Cifuentes Villa durante el contrainterrogatorio del testigo. Lichtman, claramente confundido, esperó la respuesta.

Jorge Milton acababa de explicar que había arrojado una arepa rociada con cianuro por las barras de la cárcel de Bellavista en Medellín hacia el exterior, después de que Fernando Lopera no la tomara. El testigo, en 1984, había accedido a asesinar a Lopera por encargo de Gonzalo Rodríguez Gacha, el mexicano, por 15 millones de pesos. Tenía 18 años.

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Pero Lopera no tomó la arepa que Jorge Milton preparó con veneno y éste decidió aventarla al exterior antes de que alguien la comiera por error. Después de una larga pausa, el testigo respondió: “No a personas que no están en mi línea de ataque”. Intentaría asesinar a Lopera después lanzándole una granada, que tampoco lo mató.

Pero los registros de su estancia en la cárcel no aparecerán nunca, ya que el testigo pagó a funcionarios colombianos para que eliminaran esos documentos, así como las huellas dactilares asociadas a su nombre.

A Jorge Milton Cifuentes Villa le gusta tener la razón. Hijo de un contrabandista de whiskey y cigarrillos colombiano, admite sin tapujos sus actividades criminales —siempre y cuando no contengan imprecisiones.

“¿Es cierto que usted es un criminal desde niño?”, quiso saber Lichtman. “Es correcto, señor”, respondió Jorge Milton con calma. El colombiano narró que era el segundo más chico de una familia muy pobre y numerosa, y que de niños dormían hasta siete en una misma cama matrimonial.

Narró, también, que la pobreza no duró para siempre. Después de trabajar una temporada en Ciudad Victoria tratando de robar la ruta de tráfico por Tamaulipas a otro cártel, trabajó con Arturo Cuellar, comandante de la policía que controlaba la ruta de tráfico en ese estado entre 1989 y 1990.

A principios de los 90 llegó a comprarse una casa de 4 millones de dólares (no de 2.2 como creía la defensa) en Key Brisbane, Florida. Sus ingresos en ese entonces eran de entre 1 y 2 millones de dólares al mes. Su estancia en Estados Unidos llegó a su final después de un arresto.

Logró evadir la prisión en Texas, después de que lo detuvieran por lavado de dinero. Cuando lo sometieron a una prueba de caligrafía para corroborar que los libros de contaduría del tráfico de cocaína que habían encontrado en la casa de su socio “Willy” en Houston estaban escritos por él, escribió con la mano izquierda fingiendo ser zurdo.

Después de su roce con la justicia en Texas, Jorge Milton viajó a Ginebra en 2001 con su hermano Alex y uno de los hombres que le transfería dinero de Estados Unidos a Colombia. En ese viaje compraron tres Rolex, fueron arrestados durante 14 días y lograron salir para dirigirse a París, vía Montreal, para concretar “un negocio de 15 toneladas de hashish”.

Para 2003, pudo incluso regalarle un helicóptero MD-500 Notar azul al Chapo Guzmán. Se reunieron en las montañas del Triángulo Dorado. Jorge Milton quería saber si había matado a uno de sus amigos más cercanos, Humberto Ojeda, el Robachivas. El asesinato había sido particularmente cruel.

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Cinco años antes, un sicario del Mayo Zambada siguió al Robachivas a una gasolinera, donde le disparó más de 40 veces a su coche blindado. Adentro estaba su hijo Valentino. Uno de los balazos se escabulló por la cerradura de la puerta hasta el corazón de Ojeda. Antes de morir, el Robachivas logró manejar hasta su casa, a 30 metros de la gasolinera, donde su esposa salió para salvar al niño, que había quedado atrapado en el vehículo.

El Mayo lo mandó matar, según el testigo, por construirse una mansión e ignorar un llamado de Amado Carrillo Fuentes. “Si volviera a nacer, lo volvería a matar”, recordó Jorge Milton, que le dijo el Mayo. Pero el capo mexicano consideraba al colombiano como familia, porque había crecido con sus hijos, y con él no había problema. Con esa garantía, a partir de 2003, los negocios entre el testigo y el acusado reiniciaron.

Juntos, abrirían una ruta de tráfico de cocaína desde Ecuador, donde Jorge Milton fue a instalar todo. Llegaría a pagarle sobornos al capitán ecuatoriano Telmo Castro, el carpintero, quien trasladaba la droga de Colombia a las bodegas de Jorge Milton en camiones del ejército. Para iniciar esta ruta, dejó a su hermano Hildebrando Alexander Cifuentes Villa en la sierra con Guzmán Loera como prueba de lealtad. La siguiente vez que vio a su hermano, “no lo reconocí, parecía un generalito” estaba “disfrazado”de militar, recordó el testigo, describiendo al acusado y su gente vestidos con atuendos del ejército.

Jorge Milton y el Chapo se reunieron con personal de PEMEX al menos dos veces, incluyendo a un Alfonso Acosta, para explorar la posibilidad de usar buques petroleros para transportar cocaína. El testigo también facilitó el contacto de un miembro de las FARC, quien le proporcionaría cocaína al Cártel de Sinaloa. Ninguno de estos dos planes funcionó.

Después de que los estadounidenses le incautaran dos envíos, de 6 y 8 toneladas respectivamente, de Ecuador a México en barcos tiburoneos peruanos, Jorge Milton quiso retirarse del tráfico de droga. Como alternativa encontró la opción de dedicarse a una fundación con indígenas colombianos para “combatir el cambio climático”. Si le preocupa, o no, el medio ambiente, no lo dijo. Lo que sí explicó es que le interesaba obtener las licitaciones de un proyecto de pruebas de carbono en el Amazonas mediante el cual obtendría hasta 1.5 billones de dólares.

Tomás, sobrino del ‘Chapo’ Guzmán.

La familia Cifuentes Villa era numerosa. Fueron nueve hijos en total. La madre del testigo, Carlina Villa, era parte del negocio familiar de narcotráfico. Su hermana Dolly también, así como sus hermanos Fernando, Alexander y Francisco Ivan, Pacho, Cifuentes Villa. Su sobrino, hijo de su hermana Lucía, Jaime Alberto Rol, le ayudaba como testaferro para rentar bodegas en Guayaquil y Quito. De hecho, era el contacto directo con Tomás, el sobrino del Chapo enviado a supervisar las operaciones en Ecuador. Su hermana Lucía purgó una condena por narcotráfico en Estados Unidos.

Pero dentro de todo, era “una familia normal”, con sus problemas y chismes, dijo el testigo. Uno de los chismes fue cuando su hermano Alex mandó matar a su sobrino Jaime Alberto Roll porque éste organizó el secuestro de la abuela Carlina.

Lichtman quiso saber sobre todos los nombres y documentos falsos que el testigo se había mandado a hacer. Su apodo en el negocio de narcotraficante era Simón, inspirado en el personaje de Roger Moore en El Santo, quien ayudaba a los necesitados con métodos fuera de la ley. Sus documentos falsos incluían pasaportes, tarjetas de crédito, visas y títulos universitarios.

“José Luis García Martínez, usted usaba este nombre falso en Texas, ¿cierto?” preguntó el abogado de la defensa, cansado.

“No, señor”, respondió Jorge Milton. Lichtman pausó. Confundido, volteó a ver los papeles en sus manos que comprobaban este hecho.

“Era José Luis García Ramírez, señor”, precisó el testigo, indicando con rigor el apellido correcto de su falsa identidad.

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