Ecos del M68, sexta y última parte

tlatelolco 6

Una reflexión: si como vecinos tenemos al país más poderoso de la tierra y al sur tenemos a uno de los más débiles, ¿para qué nos sirve tener un ejército?

Para nuestra desgracia, en la masacre de Tlatelolco de 1968, uno de los protagonistas más salvajes que arremetieron contra un pueblo indefenso, fueron los militares. Fueron respaldados desde la presidencia y por la Dirección Federal de Seguridad (DFS). Está escrito en la historia.

En estas entregas se han relatado hechos en verdad espeluznantes, en ellos se describen personajes de diversos orígenes. Han sido afirmadas con fotografías de escenas donde se magnifica la alevosía y abuso de los militares. La revista PROCESO edición especial No. 57 presenta la “memoria gráfica el 68”, colección del fotógrafo Manuel Gutiérrez Paredes, cuyas tomas fueron realizadas por órdenes del mismo Luis Echeverría Álvarez, en aquel entonces titular de Gobernación. Son un testimonio que lastima la dignidad de los militares; alguien dirá que ellos no tienen la culpa porque solo obedecen órdenes, otro dirá, el ser humano tiene límites, las bestias no.

En las páginas 42 y 43 de la revista que refiero, viene una, por demás denigrante, narrativa del periodista Pascal Beltrán del Río, sobre el caso del sinaloense Florencio López Osuna que laboraba como subdirector de la Vocacional del Poli bajo las órdenes de David Vega Becerra, su excompañero del movimiento estudiantil. Fue aprehendido en el M68.

En su cautiverio de preso político, recibió una carta que su hermano mayor Faustino López Osuna, le envió desde Bulgaria: “si has de sobrevivir/haz el bien en la tierra/si te dan a elegir/haz la paz, no la guerra/Vive para el amor/y que el amor te colme/y que nunca el rencor/quede unido a tu nombre.” Viene en la página 42, y también la siguiente carta que Florencio dirige a su padre para explicarle porque estaba detenido en Lecumberri, cárcel conocida como “El palacio negro”-

“Cuando mi mamá me informó que usted me anduvo buscando e inclusive fue a dar al Campo Militar Número Uno, donde le dijeron que sí me encontraba preso, sentí una gran satisfacción y una alegría infinitas, porque en ningún momento he dejado de pensar en ustedes y mucho menos en usted.

Esa semana, en que nos tuvieron completamente incomunicados, sin saber cuál sería nuestro paradero, me sirvió bastante para pensar en muchas cosas. Pensé mucho en mi hermano, pero mucho, mucho, a cada uno de ustedes los recordé durante horas, independientemente de que no tenía otra cosa que hacer, sino pensar y recordar y ser conducido a los interrogatorios. Perdóneme, papá. Lo que sí le puedo decir es que estoy en la cárcel por luchar por cosas buenas, no por cosas malas. Perdóneme por no estar luchando codo a codo con usted por el mejoramiento de la familia, cosa que me duele bastante, pero mucho. Le quiero pedir que no le haga caso a la gente que se exprese mal de mí por mi situación de preso.”

A pesar de estar preso y presionado por los interrogatorios, Florencio buscaba dar paz a su familia. Sobre su detención narra en la página 43: “Quienes nos aprehendieron fueron soldados vestidos de civil del Batallón Olimpia, un grupo selecto de las guardias presidenciales. Esto sucedió en el tercer piso del edificio Chihuahua, cuando se estaba desarrollando el mitin del Consejo Nacional de Huelga. Encañonados con pistolas y ametralladoras, nos tomaron por sorpresa, dándonos primero la orden de hacernos contra la pared y luego al suelo, todos, boca abajo.

“En esos momentos vimos como ellos empezaban a disparar para abajo hacia la multitud. Una vez que estábamos todos tirados en el suelo, la orden que recibimos fue que el primero que hiciera el mínimo movimiento seria muerto en ese mismo instante. Así estuvimos durante toda la balacera. Luego nos separaron en dos grupos; dos personas nos identificaban y seleccionaban para uno y otro lado, según el caso.

“Corrí yo con la desgracia de ser reconocido de inmediato, siendo conducido al grupo de los especiales, porque yo había sido orador en ese mitin. (Por acuerdo de la asamblea, llevé una pistola .380 al mitin, pero en ningún momento hice uso de ella, no disparé). Nos condujeron al segundo piso, a un departamento lleno de agentes de la policía. De allí nos llevaron a la planta baja, donde nos entregaron al ejército uniformado que nos llevó en camiones al Campo Militar Número Uno, a donde usted fue a buscarme.

“Tres semanas después, un reportero de PROCESO por vía telefónica entrevistó a Florencio y le describió la fotografía que aparecería en la revista. Al respecto comentó: ‘¿Para que sacan esa foto, si está refea?’ Algo hubo de premonitorio en aquel reproche porque dos semanas después, Florencio fue muerto. El 26 de agosto del año 2002, la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal dio por finalizada la investigación informando que la muerte se debió a “una congestión visceral generalizada”. En palabras científicas, diría nuestro inolvidable Javier Valdez: fue por “encabronamiento”.

Con la intención de encontrar soluciones que puedan inferir para cambiar el estado caótico que nos atosiga, y también nos denigra, se están desarrollando los Foro-Escucha. Nada debe escatimarse si ello permite encontrar la forma de que las cosas cambien. Así sea.

El gobernante federal que está por salir no muestra intenciones de presionar para que se resuelva por completo el caso de nuestro compañero y amigo JAVIER VALDEZ CÁRDENAS. Esperemos que el próximo si lo haga. Exigimos ¡Justicia! ¡Justicia! ¡Justicia!

*Autor de la novela La selección.

Artículo publicado el 30 de septiembre de 2018 en la edición 818 del semanario Ríodoce.

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