Pepe Franco

José Luis Franco. Pasión literaria.
José Luis Franco. Pasión literaria.

Henry Miller, el gran escritor de la generación perdida norteamericana, decía que había dos tipos de escritores: Aquellos únicos como Arthur Rimbaud que salvaron la literatura cuando naufragaba en las aguas del conformismo, y a los que la literatura los salvo, como sucedió con el propio autor de Trópico de Cáncer y Mishima.
Pepe Franco es de estos últimos, pues su vida no ha sido fácil. Como sabemos, lo acompaña una separación familiar, desempleo, pobreza, denuestos, cerveza, soledad y depresión.
No obstante, siempre nos encontramos al Pepe sereno, amable, juicioso,  tolerante.
Cuando él habla de la obra de Cortázar, de Paz, de Juan Villoro y de Vargas Llosa, se transforma y deja sus tristezas  a un lado para transitar libremente por esos caminos luminosos que ha recorrido mil veces.
No hace mucho me confiaba, con un dejo de felicidad, que viajó a través de la literatura. Y cierto, que mejor viaje que el que pueden dar los grandes de la literatura latinoamericana: Gabriel García Márquez, Juan Rulfo, Mario Vargas Llosa…
La literatura, recordemos, es el viaje del lector que se abandona y se somete a los juegos de la imaginación y creación que convierte los actos cotidianos en momentos detenidos en el tiempo y donde las personas y las cosas adquieren relaciones insospechadas; donde los lugares remotos aparecen metamorfoseados en sus formas más sutiles, un almendro, un dátil, una bugambilia, el aroma de un puerto o la peineta de una mujer; donde al tiempo le subsisten los recuerdos, los detalles, las bromas, la risa y el amor; y donde la enfermedad es un encuentro consigo mismo y todas las debilidades construidas a golpes de tiempo.
A Pepe lo conocí prácticamente cuando aparecieron Las Memorias desparpajadas de Roque Latripa, y me pidió le presentara su obra en una cena familiar y de amigos por los rumbos de la Zona Dorada.
Era un momento íntimo donde estas memorias nos hicieron reír y en aquel momento pensé, luego reconocí mí error, estaba ante un autor ingenioso y mucho humor pero al fin con historias provincianas.
Un crítico severo y ácido, como es el pintor Pito Pérez, sentenciaba sin piedad en los años ochenta que los escritores del puerto escribían “historias chistosonas” y eso era porque los autores “no habían ido a Nueva York” o  “no habían cogido de chiquitos”.
Sin embargo, Pepe no correspondía con ese estereotipo, él en esos años era un promotor de la cultura que saltaba a la literatura o viceversa, era un escritor que iba al periodismo cultural.
Así, si Gyula Halász, mejor conocido como Brasaï, fue considerado el ojo de París en los años oscuros del periodo de entreguerras, el Pepe lo fue también en los años en que en Mazatlán, no digamos que no pasaba nada, sino pasaba poco.
Más aún, su vena literaria produce un libro de valor como es ¿Quien habita el Teatro Ángela Peralta?, de singular valor histórico de ese lugar de encuentro de las artes.
Escrito y publicado cuando ese teatro era una ruina, hay que recordarlo por que su novela fue un grito para llamar la atención de ese espacio histórico olvidado durante décadas y solo habitado por un árbol fantasmal que cubría todo el escenario.
La Feliart, sin lugar a dudas es la otra gran pasión de Pepe Franco, quien acompañado de un grupo de amigos la echó andar en 2001 con el apoyo de la UAS y un puñado de empresarios turísticos, una obra que no merecía terminar como ocurrió sin más.
Gracias a ese esfuerzo por la feria pasaron Carlos Monsiváis, Elena Poniatowska, Sergio Pitol, Juan Villoro, Paco Ignacio Taibo II, Javier Valdez y Elmer  Mendoza; y las cantantes Lila Downs, Elisa Pérez Meza y los jóvenes  bailarines de la compañía Delfos.
Lamentablemente un acuerdo entre un alcalde y un rector de la UAS que pasará a la historia como un pusilánime, decidieron que ya no habría feria del libro en la Plazuela Machado y se le retiró el apoyo económico y el permiso municipal.
Así, la Feliart lleva cuatro años sin que se celebre. En campaña, Carlos Felton le prometió a Pepe el permiso oficial y todo el apoyo para recuperar la feria en la Plazuela Machado.
Es uno de los motores de su vida, sin embargo, ese vacío en estos últimos años lo ha cubierto el semanario Ríodoce y el portal periodístico Sin embargo, que albergaron cada semana una crónica y los cuentos y ensayos deslumbrantes que muestran a un Pepe vivo, memorioso, ágil, profundo, maduro. El mejor Pepe.
Hoy Pepe esta fuera de la cancha literaria, nosotros sus amigos estamos para animarlo y apoyarlo con las contribuciones personales, las oraciones y la compra y lectura de sus libros.

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